Libre en el Sur

Lo que alcance a agarrar el dedo

“Nada serviría si no tienes amigos que te acompañen para recordarte cada momento que el monstruo no es más fuerte que tú, que es un engaño de tu mente”.

POR ESTELA ALCÁNTARA

Tengo crisis de ansiedad, como millones de personas en el mundo. Es esa ansiedad que va más allá del estrés, a pesar de que hago yoga casi todos los días y he retomado la meditación con instructor. Es un monstruo que te jala a un pozo profundo y vacío mientras luchas por no anticiparte, por vivir sólo aquí y ahora.

Dice el doctor que la pandemia generó un nuevo término médico: “síndrome del confinamiento”. Sean empáticos con la gente que tiene fobias a cosas que nos pueden parecer absurdas como estar entre mucha gente. Por supuesto, la pandemia nos quitó la ilusión del futuro y nos puso a convivir sin medida con la enfermedad y la muerte.

Doña Ceci, la señora que trabaja en el condominio donde vivo, que en los últimos años me ayuda a traer lo que necesito del mercado, me ha abierto un horizonte de posibilidades que estoy evaluando para combatir al monstruo.

Pero la ansiedad que yo tengo es producto de una medicación desafortunada con uno de esos fármacos que te recetan para aliviar una cosa y te detona veinte cosas horribles. También es cierto que yo puedo desarrollar una dermatitis seria con una crema cosmética o me pueden salir ronchas por tomar omeprazol. Qué le voy a hacer. La vida me hizo muy sensible. Tanto que puedo sentir las reacciones adversas del medicamento. Nada serio, dice el doctor como si fuera cosa fácil: hay gente que siente que tiene muy grande la cabeza y un poco de hormigueo en las extremidades. Yo he tenido un vértigo que me produce inseguridad para hacer cosas cotidianas.

La única manera que he encontrado de lidiar con el monstruo que te asalta todos los días, desde que te levantas hasta que vas a la cama, son alternativas como la caminata en compañía, el yoga, la acupuntura y la meditación guiada. Pero nada de eso serviría si no tienes amigos que te acompañen para recordarte cada momento que el monstruo no es más fuerte que tú, que es un engaño de tu mente.

Pía y Luis siempre están ahí para rescatarme. Todos los días, Pía me llama para saber cómo estoy. Me escucha y me propone alternativas. Armando me recomendó a su acupunturista, un maestro en la materia. Me escribe todos los días para saber cómo voy. Jorge Andrés me habla desde Madrid para decirme que tengo que estar bien para ir a Cáceres, a la provincia de Alcántara. Me da risa porque, cuando tienes vértigo, te da miedo hasta salir a la tienda. Esther me recomienda remedios caseros. Lore y Mariana se ofrecen a estar conmigo y a caminar conmigo. Mis hermanos me llevan al bosque. Mis sobrinos van a visitarme. Gaby, mi vecina, me invita por las noches a pasear a Quesito, su perro chihuahua. Palmira, la administradora del edificio, me presta un lugar para que se estacionen por unas horas las personas que va a verme. Francisco me pide que escriba un relato.

Ayer fue mi amiga Cyn, la güera, con Greta, una bulldog inglés, para darme puro acompañamiento y amor. Cyn es una mujer sabia y esotérica. No sólo me acompañó, también me dio una sacudida emocional. Y me dijo que me pusiera a escribir y justo eso estoy haciendo. ¡Me hizo tanto bien pasear a Greta y abrazar a mi amiga!

Pero doña Ceci, la señora que trabaja en el condominio donde vivo, que en los últimos años me ayuda a traer lo que necesito del mercado, me ha abierto un horizonte de posibilidades que estoy evaluando para combatir al monstruo.

-Mire, Estelita, yo así estaba, muy mal, con una presión en el pecho, sentía que algo muy malo iba a pasar. Todo se me complicó, igual que a usted, con un medicamento que me dieron para la presión. No veía la mía y, para colmo, me tenía que venir a trabajar. Pero, no lo va a creer, un día llegó mi hijo con una ollita de pulpa de tamarindo y me dijo: mire ma, cada que se sienta muy angustiada, meta el dedo a la ollita de la pulpa de tamarino y se saborea lo que alcance a agarrar su dedo. Y, viera que sí, ahora me siento muy relajada. Aunque usted no lo crea, la cannabis es rebuena para muchas cosas.

Suena bien eso de saborearse lo que alcance a agarrar el dedo.

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