Próximo a la DBJ se encuentra el Museo del Sevicio de Transportes Eléctricos, que este noviembre cumplió 10 años. Allí se pueden ver los entrañables tranvías que pasaron por aquí. El espacio es propicio para que los abuelos recuerden y los nietos descubran, además de revalorar un modo de transporte que debe ser puesto nuevamente en marcha, como ocurre en Europa.
Por Beatriz Argelia González
Llegar a la primera década de vida es para el Museo del Servicio de Transportes Eléctricos no sólo motivo de celebración sino de reflexión: han transcurrido 116 años desde que el tranvía 0 o “El cerito” −por su número de serie– arrancó la marcha en la Ciudad de México, que entonces daba la bienvenida al siglo XX, empujado por el ímpetu modernizador de Porfirio Díaz y el propio ritmo de las transformaciones tecnológicas y científicas de la época.
Nadie imaginaría que una centuria y una década y media más tarde, el debate en torno al transporte urbano en el orbe se centraría en la pertinencia de recuperar la tracción eléctrica como la mejor alternativa frente a los problemas ambientales provocados por la emisión de gases contaminantes de automóviles particulares, motocicletas, taxis, microbuses, camiones y metrobús.
El planteamiento ha logrado que los gobiernos de países europeos implementaran políticas públicas en materia de movilidad −lo cual implica el fomento del cambio modal−, por lo que el transporte eléctrico ha sido evaluado como una opción sostenible debido a las ventajas que ofrece: reducción de gases de efecto invernadero, disminución del ruido y utilización de energías renovables.
Desde esa perspectiva, la conversión del Eje 8 −que va de Mixcoac a la estación del metro Constitución de 1917− en un corredor de transportes eléctricos se torna en una medida de vanguardia para los habitantes de la CDMX al transformar la vialidad en un espacio verde, un pulmón para la gran metrópoli, con lo que se beneficiará de manera principal a los habitantes de dos demarcaciones tan distintas como cercanas: Benito Juárez e Iztapalapa.
Al cumplir un año más como repositorio de la historia, el museo celebra no sólo su existencia como testigo de la evolución del transporte, sino del relevante papel que hoy día juega la tracción eléctrica para el modelo de ciudad sustentable que han ofrecido las autoridades de la recién bautizada Ciudad de México.
Para los vecinos de la demarcación Benito Juárez, la vida ha transcurrido entre estaciones, rieles, tranvías y trolebuses, por eso, el cineasta Luis Buñuel la eligió para filmar una de las escenas emblemáticas de La ilusión viaja en tranvía, película estrenada en 1953, protagonizada por Lilia Prado, Carlos Navarro y Fernando Soto “Mantequilla”. En ella, se aprecia el Centro Urbano Presidente Alemán (CUPA), ubicado en la avenida Félix Cuevas, al paso del tranvía 133 que operaban “Tarrajas” y “Caireles,” quienes no querían ver morir el vehículo de tracción eléctrica que por órdenes superiores debía ir a la chatarra.
Quizá por ese sentimiento entrañable es que los habitantes y la población flotante que todos los días arriba a las colonias juarenses aprendieron a querer a su trolebús, a defender la ruta que sale desde el paradero de Mixcoac y atraviesa los límites con Iztapalapa hasta llegar a la Sinatel −justo en Sur 73 y Municipio Libre− y que se conoce de manera oficial como “Línea D, Corredor Cero Emisiones Bus Bici Eje 7 – Eje 7 A Sur”, de acuerdo con información del Servicio de Transporte Eléctrico (STE).
La conexión que esta ruta establece con importantes calles y avenidas como Universidad, Cuauhtémoc, Eje Central, División del Norte, Tlalpan y Plutarco Elías Calles y estaciones de metro como Mixcoac, Insurgentes Sur, Zapata y Ermita, reviste enorme importancia para los moradores y trabajadores de BJ.
El trolebús es invaluable para los vecinos, no sólo por la eficacia y amabilidad que caracteriza a sus operadores sino porque forma parte de la cotidianidad y de la historia de esos rumbos. Sobre aquellas máquinas han viajado millones de personas: rostros e historias. En el pasado, lo hicieron gracias a la fuerza de las mulitas que movilizó a los tranvías a finales del siglo XIX, cuando comenzaron a instalarse las primeras líneas de tracción animal en la ciudad.
Pero tal vez una de las mejores opciones que ofrece la ruta Mixcoac-San Andrés Tetepilco es que su última parada la hace frente al Museo del Servicio de Transportes Eléctricos donde los visitantes pueden aprehender el pasado y viajar en el tiempo como alguna vez lo hicieron nuestros padres o abuelos, quienes desde arriba de un tranvía Brill observaban cómo crecía y se transformaba la gran ciudad.
¡Bienvenidos al museo!
El mural que pintó Leobardo Peña Correa, Lepeco −como cariñosamente le llamaban sus familiares y amigos−, en la entrada del museo de STE quedó inconcluso. Sin embargo, su obra es el marco ideal para recibir a todo aquel que visita el recinto, porque de manera gráfica y didáctica se explica la historia del transporte, de manera particular, de los tranvías, trolebuses y tren ligero.
Lepeco pertenecía a esa gran familia que son los tranviarios y sus últimos meses de vida los dedicó a pintar en las instalaciones de la empresa para la que trabajó durante 40 años, primero como operador de trolebús y después como supervisor. La muerte le sorprendió y por esa razón no pudo terminar el mural, al que dedicó siete meses sin recibir remuneración alguna: Lepeco pintaba por amor al arte y por amor a los trolebuses, esas moles de hierro que le dieron sentido a su existencia.
Después de admirar el mural, los visitantes pueden acercarse a “El Cerito”, un tranvía Brill ensamblado en los talleres de Indianilla en 1898 que empezó su servicio en el año de 1900 con la inauguración de la primera ruta que viajó a Tacubaya. Al aire libre están expuestos dos tranvías PCC –President Confference Committee−, un trolebús Moyada (Motores y Adaptaciones Automotrices) y un trolebús Brill de 1937. También podemos ver una góndola de carga que se utilizó desde los años treinta para la transportación de mercancías y que en muchas ocasiones trasladó a los trabajadores que colocaban las vías a lo largo y ancho de la ciudad de México.
Otras piezas expuestas nos muestran la evolución tecnológica de subestaciones eléctricas, esmeriles de vía trucks o chasises de tranvías y hasta una gran compresora llamada la “Tongolele,” que servía para el mantenimiento de las instalaciones de las estaciones.
Parte importante de la colección del museo está contenida en el acervo fotográfico que documenta el paso de los tranvías de tracción animal, hasta los últimos convoys que hoy conforman el tren ligero. En las imágenes pueden apreciarse los lugares por los que pasaban estos transportes, sus terminales y operarios; las manifestaciones y huelgas del movimiento tranviario durante el siglo XX también fueron registrados por fotógrafos de la época y pueden apreciarse en la galería. Otro aspecto que nos muestran estos documentos visuales son los diferentes usos del transporte eléctrico a lo largo de su historia.
Uno de los aspectos más importantes de este museo ha sido la promoción del Derecho a la Movilidad y la sana convivencia de los distintos actores de la vía en calles y avenidas, que se refuerza con actividades dirigidas a la educación y seguridad vial, al contar con la presencia de los trolebuses y tranvías expuestos. Así, los pequeños y los adultos conocen cuál es la importancia algunas medidas enfocadas a los peatones y usuarios del transporte público.
En los últimos cuatro años, el Museo del Servicio de Transporte Eléctrico ha atendido a mas de 7mil 500 personas de distintas edades, desde niños de educación preescolar pasando por bachilleres y universitarios, adultos y adultos mayores, quienes con nostalgia recuerdan aquellos años en que viajaban en tranvía.
El museo cuenta el servicio de visitas guiadas para grupos. Hay que destacar que a la fecha son los niños de las escuelas ubicadas en la Delegación Benito Juárez quienes visitan con mayor frecuencia el recinto cultural e histórico. En este lugar los pequeñitos pueden observar la evolución tecnológica del transporte eléctrico e interactuar con el material rodante expuesto.
A partir del martes 22 de noviembre el museo ubicado en el mismo terreno que alberga desde 1957 a los talleres de mantenimiento y al depósito de trolebuses en San Andrés Tetepilco, conmemorará con charlas y conferencias sus primeros diez años de vida como espacio dedicado al rescate, conservación y difusión de la historia del transporte eléctrico en la capital del país.
El museo se ubica en Municipio Libre 402, Col. San Andrés Tetepilco, delegación Iztapalapa. Su horario es de lunes a viernes de 10:00 a 18:00 horas.
El tranvía de Buñuel
La experiencia de acudir al Museo de STE después de echar un vistazo a la película La Ilusión viaja en tranvía, de Luis Buñuel, puede convertirse en una experiencia enriquecedora porque las imágenes que nos ofrece revelan una metrópoli muy distinta a la que conocemos, una que tal vez los más jóvenes ni siquiera pueden imaginar.
En el filme Juan Godínez “El caireles” y “Tobías Hernández “El Tarrajas”, dos operarios −interpretados de manera espléndida por Carlos Navarro y Fernando Soto Mantequilla, respectivamente− logran reparar una avería del tranvía 133 en el que trabajan, pero el drama comienza con una orden superior cuando son informados de que éste “debe mandarse como inservible a desmantelamiento. Será reemplazado por uno de nuestros nuevos trolebuses”. Para estos tranviarios la noticia es devastadora no sólo porque se encuentren en riesgo de perder su empleo sino porque para ellos el vehículo ha sido muchas cosas más, una parte fundamental en sus vidas.
En esta película Luis Buñuel documenta, quizá sin esa intención, uno de los cambios por los que atravesaba la gran ciudad: la aparición del entonces moderno trolebús y el desplazamiento gradual de los tranvías Brill. En 1953, cuando La Ilusión viaja en tranvía se estrenó habían transcurrido dos años de la llegada de los troles cuya ruta iba de Tacuba a la Calzada de Tlalpan.
De ese proceso de modernización del transporte, el cineasta español da cuenta en la pantalla con gran maestría. Para los juarenses resulta entrañable la escena en que el tranvía pasa por la Avenida Coyoacán y se aprecia el Centro Urbano Presidente Alemán, construido pocos años antes.
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