Benito Juárez es el municipio o su equivalente con mayor índice de adultos mayores en todo el país. Hay 16 juarenses mayores de 60 años por cada 100 habitantes, cuando la media en el Distrito Federal es de 7.7 por cada 100. Nuestros viejitos suman unos 55 mil, –de los cuales 33 mil 600 son mujeres– en una demarcación con 362 mil residentes, según el último conteo del INEGI. La mitad, unos 27 mil, reciben la pensión alimenticia que otorga el gobierno capitalino a los mayores de 70 años de edad. Ellos son referencia frecuente en programas y acciones del gobierno delegacional, que les dedica especial atención. Un ejemplo destacado es la llamada universidad de la Tercera Edad, un centro de capacitación no escolarizado que atiende a dos mil 300 usuarios por cuatrimestre a través de cursos y talleres que pretenden satisfacer sus necesidades de aprendizaje, desarrollo físico y mental, así como el acceso a nuevas tecnologías, como la computación. Hay un Centro de Atención Social Especializada (CASE) cuyos servicios están muy enfocados a la atención geriátrica. También el DIF BJ tiene para ellos programas especializados y es una prioridad en su trabajo.
No obstante esos aparentes o reales beneficios, ser viejito en la Benito Juárez tiene sus bemoles, derivados muchos de ellos de la propia problemática que padece la demarcación. Cuestiones como el mal estado de las banquetas, la falta de rampas, la saturación vehicular en nuestras calles, la invasión de ambulantes en las aceras, la escasez de agua potable, la contaminación ambiental, visual o auditiva –como la producida por los claxonazos de los autos– , las frecuentes interrupciones en la energía eléctrica o la acelerada reducción de áreas verdes, repercuten en la calidad de vida de estas personas que, por su nivel socioeconómico medio se supone que viven en mejores condiciones.
Vivir en el municipio con más alto índice de Desarrollo Humano de la República Mexicana según estadísticas de la ONU, significa paradójicamente, enfrentar también niveles más altos de carestía en bienes y servicios, impuesto predial y hasta tarifas de agua potable. Muchos juarenses de la tercera edad son viudos o pensionados que sobreviven apenas con una mensualidad ridícula. Es patético ver a los ancianos hacer cola durante dos o tres horas, bajo la lluvia o el sol ardiente, en la farmacia de la clínica 28 del Seguro Social, en plena colonia Del Valle. Raramente se piensa que no pocos de esos adultos mayores viven solos y habitan en edificios más viejos que ellos, en los que generalmente no hay elevador y menos se cuenta con rampas de acceso. Para ellos, atravesar avenidas como Insurgentes –con todo y su raudo Metrobús–, Cuauhtémoc, Universidad, Xola, los Ejes Viales 5 y 6 Sur, Gabriel Mancera, Eje Central y muchas más equivale a jugarse la vida.
La situación de los viejitos juarenses es vista de manera diferente por las autoridades delegacionales –que anuncian la apertura de inscripciones el próximo 30 de agosto en su nuevo plantel para adultos mayores de Mixcoac–, sus opositores políticos y los representantes de los comités vecinales de la demarcación consultados por Libre en el Sur. Así, el presidente del Consejo Ciudadano Delegacional de Benito Juárez, Benjamín Vázquez, califica como “denigrantes” las filas que tienen que hacer los adultos mayores para obtener descuentos en la Tesorería del DF y el Sistema de Aguas de la Ciudad de México y que se prolongan hasta por siete o más horas. Y menciona otra pifia que incide en la vida de los ancianos: “Cuando hicieron los ejes viales, se les olvidó dotarlos de rampas para los viejitos e incapacitados, problema que no se ha solucionado hasta ahora
Dirigente vecinal que se ha significado por su apoyo a las gestiones de los adultos mayores para obtener descuentos en agua e impuesto predial, María Dolores Fuster considera a su vez que un problema serio para los ancianos y personas discapacitadas es el gran número de aceras rotas o desniveladas que hay en la delegación. “Hay calles donde les es imposible caminar por las banquetas y tienen que hacerlo por el arroyo, con el consiguiente riesgo”, dice. Cuestiona supuestas acciones a favor de los viejos que en realidad no son tales. Un caso extremo, recuerda, es el del famoso puente peatonal de Augusto Rodín sobre el Eje 6 Sur Tintoreto, en Ciudad de los Deportes, al que se le incorporó un ascensor para uso exclusivo de personas con dificultad para subir escaleras, y en el que el anterior delegado, Germán de la Garza, despilfarró cinco millones de pesos. “Fue un fiasco”, acusa. “A las pocas semanas los elevadores dejaron de funcionar y hasta la fecha. Los viejitos tienen que caminar varias cuadras hasta Patriotismo o Carolina para cruzar el eje en el semáforo, como siempre”.
Leticia Varela, presidenta de la asociación Reinventemos Benito Juárez, considera que los adultos mayores juarenses necesitan un mayor acercamiento por parte de las autoridades delegacionales. “Es cierto que se ha logrado un gran avance en la creación de nuevas leyes, pero muchos de estos adultos no saben cómo hacer valer estos beneficios, cómo acceder a servicios de salud, en los tramites de sus pensiones, transporte gratuito, entre otros. Es por eso que proponemos un acercamiento directo y constante, con personal capacitado que les dé orientación pero sobre todo seguimiento a nuestros adultos mayores, mostrándoles cómo obtener estos beneficios”.
Lenia Batres, candidata del PRD a la jefatura delegacional de Benito Juárez en 2006, critica que la llamada Universidad de la Tercera Edad, que costó 20 millones de pesos, no es aprovechada por los adultos mayores de la demarcación. “Apenas poco más una tercera parte de sus usuarios son vecinos de Benito Juárez”, precisa. “Es decir, la mayoría provienen de otras delegaciones. Me parece que se está desperdiciando esa infraestructura, que debería contar con un servicio más integral. Pienso que se deberían implementar otros programas para este grupo de personas, en seguridad pública, salud, deporte y recreación, fundamentalmente”.
Por su parte, el dirigente del PRI en Benito Juárez, Carlos Pineda, dice que, “para empezar”, los viejitos están muy desamparados por sus propias familias. Y luego acomete: “Hay una pomposa Universidad, pero creo que no hay una política efectiva de atención a los adultos mayores, empezando porque no existe un censo confiable a partir del cual se desarrollen programas para ellos”.
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