Acudo a sus buenos oficios para que el mío no desfallezca ante quienes pretenden que el periodismo sea una consecución de etiquetas y etiquetados; de cancelaciones de personajes, tramos históricos, identidades y posiciones políticas.
POR IVONNE MELGAR
Reyes Magos tan mexicanos como queridos:
Que lo entendido en los más tristes e inciertos días de pandemia sea un aprendizaje. Eso quiero pedirles. Capacidad para trazar el camino imaginado cuando, en esas horas en que respirar y estar vivos lo fue todo, comprendí la frivolidad a la que nos lleva el ensimismamiento.
Por supuesto que necesito seguir siendo la reportera que disfruta relata los cuentos del poder que deberían ser ciudadanos y el hilvanado de las epopeyas que definen el nosotros: médicos incansables, maestras irrepetibles, pacientes restablecidos, reencuentros con cubrebocas, barras de café, plazas públicas y virtuales, inventos de pan, canciones que se bailan cantando, gatos y perros que nos unen, amores recíprocos, respetuosos e intensos.
Pero en ese intento, quiero la humildad de la sorpresa frente a las tantas otras maneras de ser y de vivir que el gran encierro nos legó: la furia de las jóvenes con prisa en el ya basta de violencia; la confianza de los artistas en sus apuestas y exigencias de un modo de producción que valore el gozo creado; la garra de los que se bajan del trajinar de una oficina para darle forma a sus ideas de libertad cotidiana e independencia… Ojos, tiempo y escucha para los relevos que se protagonizan en la CDMX, en México y el planeta. Eso quiero.
Suplico entonces, queridos mágicos señores, templanza y audacia, sí, para que la comprensión de lo inevitable -dolor, enfermedad, pérdidas- no anestesien la voluntad personal, familiar, colectiva. Ni cierren las rendijas del plan B, los vericuetos de lo alternativo, la lucidez del escape, el instante irrepetible de la salida, la ilusión del porvenir.
Y desde esa aspiración, acudo a sus buenos oficios para que el mío no desfallezca ante quienes pretenden que el periodismo sea una consecución de etiquetas y etiquetados; de cancelaciones de personajes, tramos históricos, identidades y posiciones políticas. Que no se me olvide nunca que la misión de fondo es preservar la memoria.
Ojalá puedan traerme tolerancia a los intolerantes e inmunidad frente al fanatismo y las consignas porque, en mi quehacer de cronista, la única ambición indispensable es la de la justicia. Y como nunca, a mí me importa ser justa cuando se trata de dar cuenta del acontecer asignado.
De manera que, si tienen a bien pasar por nuestros rumbos, les encargo trozos enormes de apertura de pensamiento 24 por 7, sin pausa, suficiente como para registrar todas las voces y de, ser posible, un papel pauta en el que la armonía del diálogo pueda escribirse.
Reportera.
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