Deseo consciencia para todos los seres humanos que habitan este mundo. No quiero ningún tipo de violencia y, sobre todo que no se destruya este planeta, sino no habría niños a quien entregarles sueños, imaginación y creatividad.
POR RAFAEL PARDO ORTIZ
Sin duda alguna, la noche de epifanía siempre la he llevado y me ha marcado. Ustedes siempre han estado en mi corazón, pues habitan en el niño interno que vive en mí, que me ha hecho soñar, imaginar y crear.
Desde temprana edad, como bien saben, me percaté que solo vivían en mi fantasía, he de confesar que eso fue un poco frustrante, pero intuitivamente puede suplir este desencanto al darme cuenta que yo podía ser el director de este cinturón de Orión. En complicidad con mis padres que fungieron como productores la noche del 5 de enero, me permitían montar un decorado que ha mis ojos era una pequeña puesta en escena acomodando los regalos, con los reyes magos del nacimiento e iluminados con velas de la manera más fantástica y armónica que me venía a mí mente, para que al día siguiente, al bajar mi hermanita se encontrará y maravillará con este escenario.
La imaginación que me permitía hacer esto era mi refugio de los problemas familiares y mis vacíos emocionales. Sin darme cuenta está evasión me llevó más tarde a lo que sería mi profesión: traficante de sueños en la figura de director de escena, así como lo son ustedes, queridos Reyes.
Pasado el tiempo, llegué a la reflexión de que el único responsable de lograr las cosas que anhelaba era yo mismo, usando la imaginación que me obsequiaron aquella noche. No obstante, después de traerlos a la realidad durante más de 30 años, mis queridos amigos Melchor, Gaspar y Baltazar, esta noche requiero una vez más de su magia. Deseo consciencia para todos los seres humanos que habitan este mundo. No quiero ningún tipo de violencia y, sobre todo que no se destruya este planeta, sino no habría niños a quien entregarles sueños, imaginación y creatividad.
Rafael Pardo Ortiz.
Director y productor teatral.
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