Libre en el Sur

Chespirito formó una pandilla en la Del Valle, la ‘amada’colonia en la que vivió desde la niñez; fue donde un circo lo inspiró y un muerto lo espantó

(Especial / Libre en el Sur)- ¿Quién dice que el Chavo del Ocho vivía en un barril? Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, que murió este viernes 28 en la ciudad de Cancún a los 85 años de edad, vivió su infancia y juventud en la colonia Del Valle de la ciudad de México, donde formó una pandilla que era asidua al Cine Moderno, en el que nació el famoso grito de ‘¡cácaro!’ para reclamar al operador del proyector cuando había alguna falla.

En medio de sus nostalgias, el más célebre comediante de la televisión mexicana de toda la historia, recordaba cómo cada año, al despuntar la primavera, un modesto circo se instalaba en el llamado Parque Central, que con el tiempo cambiaría a Parque Mariscal Sucre, en el corazón de la Del Valle.

Era un circo pequeño y pobre, de esos que iban de barrio en barrio por la ciudad en los años treinta y cuarenta y cuyo elenco estaba constituido por los miembros de una sola familia. Chespirito lo tenía entre sus más lejanos y entrañables recuerdos infantiles.

No olvidaba el olor de la tinta de los volantes donde se anunciaba la llegada del circo, según contó en su libro autobiográfico Sin querer queriendo (ed. Aguilar 2006). “¡Y quienes iban repartiendo los volantes eran ni más ni menos que los mismísimos artistas, quienes desfilaban portando el vestuario que solían usar en la pista de la carpa!”, platicó emocionado.

Y es que la Del Valle fue la colonia de la niñez y parte de la juventud de El Chavo del Ocho. Ahí, en sus parques, en calles como Mier y Pesado, González de Cosío, Torres Adalid, Avenida Colonia Del Valle, Luz Saviñón, Morena, Amores; en el Cine Moderno, los Billares Joe Chamaco y la Nevería Cristo, transcurrieron años en mucho felices.

Ahí, “en nuestra amada colonia Del Valle”, se enamoró “la primera vez que me enamoré por segunda vez”, en la esquina de Amores con la Morena. Ahí tuvo su propia pandilla, sus amigos entrañables, sus numerosas novias…

Tenía seis años y medio de edad cuando en 1935 murió su padre. Su hermano Paco tenía entonces nueve años y Horacio apenas cinco. Vivían en la calle de El Carmen (hoy González de Cosío). De aquel tiempo son sus primeros recuerdos sobre el circo y su perro Tarzán, que tuvo que ser sacrificado luego de morder a dos niños por estar infectado de rabia.

En el libro, El Chavo hace una referencia especial al Cine Moderno, que se ubicaba en la calle Mier y Pesado, y aclara que fe ahí donde nació el término ´cácaro’ para referirse al operador del proyector. “Su autor fue Ángel Ruiz Elizondo, apodado Kelo”, cuenta. “Kelo era amigo de un proyectosta muy cacarizo, al que le apodaban El cácaro. “Cada vez que se interrumpía (la proyección) Kelo le reclamaba a su amigo gritándole a voz en cuello cosas como ‘¡cácaro… ya despierta!’ o bien ‘¡cácaro… pásame el pomo!’. Luego se fue haciendo eco todo el público…”

En ese Cine Moderno vivió Chespirito travesuras inolvidables. Como cuando “desde la gayola arrojábamos gatos cuya silueta se proyectaba en la pantalla y que luego aterrizaban prendiéndose con las uñas en la cabeza de algún espectador de luneta…”

Las peleas a puñetazos eran frecuentes en la Del Valle. Chespirito recuerda en su libro a varios de los principales peleoneros del rumbo, entre los que destacaba Arturo Durazo, El Negro, otro vecino del barrio, que mucho tiempo después sería el nefasto jefe de la policía del DF durante la Presidencia de José López Portillo. Roberto fue inclusive el correveydile entre Durazo y su novia, que vivían en la misma privada de Mier y Pesado. “En más de una ocasión me correspondió la tarea de sostener el saco de El Negro (que era diez años mayor que yo) mientras éste efectuaba su tarea respectiva: partirle la cara a alguien”.

El Parque Mariscal Sucre era el sitio de reunión dominguera de los muchachos y las muchachas, sobre todo después de la misa de 12. Era ahí, en alguna banca, donde solían ocurrir las “declaraciones de amor” y los primeros besos furtivos. Con la misma nostalgia el comediante recuerda que fue en ese acogedor parque donde el grupo de amigos decidió en 1945 dejar de ser una pandilla para convertirse en “club”, el de Los Aracuanes. Su primer local fue el sótano de la casa de un amigo pero luego adoptaron la calle frente a la tienda Netolín, en Morena casi esquina con Amores. “Ahí se desarrolló un ambiente altamente propicio para los amores, amoríos, ligues o como quiera llamársele a la conjunción de parejas que se citaban o se encontraban ‘casualmente’ por esos lugares…”

Otro episodio que incluye en su libro es el del hombre que ya muerto “convivió” con él y sus amigos en una tepachería de Avenida Coyoacán: Cuando lo empujaron porque no contestaba cayó de bruces ¡con un picahielo clavado en la espalda! Imaginemos a Chespirito decir ante tan terrible escena: “¿Y ahora quién podrá defendernos?”

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