En 1966 Lola Beltrán vivía en una casa de la calle de Uxmal. Un día hizo una fiesta en honor de Rocío Durcal, la española que ya gozaba de gran fama. Alberto Aguilera, entonces un desconocido, vio pasar a las luminarias desde el garaje. Pero ahí mismo conoció la generosidad de “la reina de la canción ranchera”, en uno de los hechos que marcaron su vida.
Francisco Ortiz Pardo
Era el 24 de marzo de 1996 en el panteón municipal de Rosario, Sinaloa. Entre centenares de personas que acudieron al entierro de la cantante Lola Beltrán apareció Juan Gabriel provisto de unos lentes oscuros que no le ayudaron a disimular el llanto. Frente a un par de micrófonos de la televisión privada comenzó a cantar a capella Amor Eterno. El dolor lo hacía desentonar, pero un coro multitudinario a sus espaldas, los fans de Lola La Grande, le ayudó a compensar la deficiencia de su garganta.
Hacía justo 30 años que la conoció en la casa de la colonia Narvarte donde vivía la llamada “reina de la canción ranchera”. Ella gozaba ya de gran fama y él era un deslumbrado admirador suyo (desde que le fue inalcanzable durante la presentación de la cantante en un palenque en Parácuaro, el pueblo natal de Alberto Aguilera Valadez) que acababa de llegar a la capital procedente de Ciudad Juárez.
Apenas el 14 de abril pasado. María Elena Leal, la hija de Lola, recordó la anécdota de cuando su madre conoció a Juan Gabriel. “Alberto Aguilera llegó a la casa de Uxmal en la colonia Narvarte, cuando mi mamá le ofreció una fiesta a Rocía Dúrcal, donde estaba Angélica María, César Costa, a mediados de los 60”, contó en entrevista con Radio Fórmula en el marco del 20 aniversario de la muerte de la intérprete sinaloense.; fue Nereo, asistente de mi mamá, quien llevó a Alberto a la casa, y es ahí donde mi madre lo apoyó con un dinerito”,
Rocío Durcal, a quien el joven Aguilera sólo vio pasar por el garaje de la casa como si se tratara de una “alfombra roja”, se convertiría con el tiempo en su principal mancuerna artística: Con ella vendió más de 30 millones de copias y con ella fue nominado en 1984 a su primer Grammy por la producción de Amor Eterno, justamente.
Juan Gabriel le tenía a Lola un “eterno agradecimiento” por aquel gesto. El propio compositor, que murió en Santa Mónica, California, el domingo 28 de agosto pasado a los 66 años de edad, lo compartió con los televidentes un día de 1984, durante el homenaje que él mismo le hizo en un programa que la cantante presentaba en Canal 2: El estudio de Lola Beltrán.
Justo por su generosidad, anunció, le regalaría una canción: Fue en un pueblo, fue en un pueblo muy bonito / Donde Dios creo una estrella, la más grande de mi patria, de mi patria mexicana / Fue en Rosario Sinaloa, donde Dios creó a mi Lola / Y la llenó de sentimiento, voz amor y temperamento / Y hoy por el mundo se tremola, el nombre de Lola, Lola la Grande, Lola La Reina, que viva Lola.
Así recordó Juan Gabriel, en el programa televisivo, aquel primer encuentro: “A Lola le da pena, pero a mí no, porque lo voy a decir con mucho honor, con mucho orgullo. Recuerdo que en aquella ocasión me acerqué a Lola, sería el año de 1966. Y le dije que acababa de llegar de Juárez y todo eso y que no tenía dónde quedarme. Entonces le dijo a su secretario Nereo, que bien lo recuerdo, si traía dinero. ¿Cuánto traes? (le preguntó). Cincuenta pesos (respondió él). Dáselos (ordenó Lola)”.
Foto: Especial.
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