Libre en el Sur

‘Dejen algo para el cantante’, soltó Jim Morrison a los ‘juniors’ en la colonia Del Valle, hace 50 años

FRANCISCO ORTIZ PARDO

Jim Morrison, con barba “a la Fidel” y greñero loco, se quejó a risotadas de que la remolina a las afueras de aquel antro de la colonia Del Valle no lo reconociera mientras las manos extraviadas buscaban desesperadas alcanzar los hombros o los brazos de alguno de los otros tres integrantes de la banda The Doors.

“Hey, dejen algo para el cantante”, soltó con buen humor. Faltaban unos minutos para que comenzara el primero de sus shows en el Forum, un bar propiedad de los hermanos Castro donde el cuarteto hizo sus únicas, históricas presentaciones en México, liderados por el Rey lagarto. Fue hace 50 años.

La marquesina del Forum, donde se anunciaba el concierto de los Doors. Foto: Especial

Ese concierto, la noche del sábado 29 de junio de 1969 (tres más se dieron los días 29 y 30 de junio y 1 de julio) fue el comienzo de una leyenda más alrededor de la vida fugaz de Morrison, el genio poeta y cantante, ícono de la cultura popular, cuyo mito incluye que está escondido en algún lugar aunque su tumba se encuentra en el panteón de Père Lachaise, en París. Las crónicas del momento son escasas y embarradas de prejuicio. Eran las postrimerías de los tiempos rebeldes y agitados, aún dolorosos por aquel 68 de Tlateloco.

Estaba a punto de celebrarse el legendario Festival de Woodstock, tan hippie. Acá en cambio una parte de los chavos ricos querían conocer de qué iba eso y lo encontraron en un centro nocturno, ubicado en la esquina de Insurgentes Sur y Ameyalco, para apenas unos cientos de espectadores.

Como toda leyenda, tiene sus exageraciones. Aderezada por el baterista de la banda, John Densmore, en su autobiografía Jinetes de la Tormenta (Grijalbo 1990): “Empecé a odiar a los mexicanos ricos que llenaban este club, con sus camisas desabrochadas hasta la cintura. No podía comprender lo que decían, no debido a la barrera del idioma, sino al tintineo continuo de todas las cadenas de oro que llevaban colgadas del cuello. Se nos ofreció constantemente cocaína cuya sola mención hacía que todo el mundo se estremeciera”

En realidad, al cuarteto californiano lo trajeron a esta ciudad con engaños. Según el propio Densmore, les habían prometido que a cambio de las cuatro noches en El Forum, a la banda californiana se le permitiría tocar en la cercana Plaza México, con accesos a precios populares. No iba a ocurrir, por supuesto, prohibidos de facto en ese momento los conciertos masivos.

“Debería haber sabido por la prensa mexicana que eso no iba a suceder”, confiesa el de la tarola y los platillos. “El Heraldo nos llamó ‘hippies’ e ‘indeseables’. Se nos negó alojamiento en varios grandes hoteles, y antes de partir nos aseguramos de que el avión no hacía escala en Mazatlán antes de aterrizar en Ciudad de México, porque en Mazatlán, si uno era hombre y llevaba el cabello largo, se lo cortaban en el aeropuerto”.

Jim Morrison en Teotihuacán. Julio de 1969. Foto: Especial

De acuerdo con una versión, fueron Mario Olmos, promotor, y Javier Castro, del grupo Los Castro, los que convencieron a los músicos de tocar en el Forum con la jugarreta de la Plaza. Lo demás es lo que se cuenta: Que al llegar a México los californianos fueron paseados en limusina por la ciudad y los llevaron al Museo de Antropología, Garibaldi y las pirámides de Teotihuacán.

Que después de los conciertos Jim se daba sus escapaditas a una discoteca de moda llamada Sergio´s the club y al cabaret Casino Royal, curiosamente el lugar que años después se convirtió en Rockotitlán, en la esquina de Insurgentes Sur y Maximino Ávila Camacho, a unos metros de la Plaza México. Que una noche por avenida Revolución bajó la ventanilla de un Cadillac y, borracho, apuntó con los dedos en forma de pistola a unos policías, a quienes gritó en español: “Bang,bang, ándele…”.

Que por cada noche en el Forum, The Doors cobró cinco mil dólares. Que a una de las tocadas acudió Alfredo, el hijo de… ¡Díaz Ordaz! Que también los pudieron ver Ricardo Salinas, el actual dueño de TV Azteca, y el entonces reportero de espectáculos, Raúl Velasco, quien hizo una crónica para El Heraldo de México. Que por su barba el Rey Lagarto se presentó en el escenario como “Fidel Castro”. Que los acompañó un grupo telonero, Pop Music Team, cuyo cantante era Jorge Berry, el mismo que luego se convirtió en conductor de noticieros…

Foto: Especial

Jim Morrison –a quien Raúl Velasco reprendió en la mencionada crónica por llevar “su mundo sórdido de pesadillas” a la “juventud dorada” de México– murió por sobredosis justo 24 meses después de sus conciertos en México.

El tecladista Ray Manzarek, considerado el verdadero autor del sonido de Las Puertas, con su característico organito, nunca aceptó su muerte porque –se dice— lo quería como a un hijo; y entonces difundió la más grande leyenda: que Morrison podría haber seguido los pasos de su poeta favorito, Rimbaud, para esconderse en algún lugar de África… o de México.

Lo que sí es cierto es que en febrero del 2009 los tres sobrevivientes hasta entonces de la banda legendaria tocaron finalmente en la Plaza México, ante 20 mil personas. Love me two times, Break on through, People are strange, Roadhouse blues y, por supuesto Light my fire, estuvieron entre las canciones del repertorio. Manzarek dijo en la conferencia de prensa del concierto: “Somos una de las pocas bandas cuya música nunca pasará de moda. Siempre seremos actuales y nos tocarán en cualquier fiesta”.

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