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El Acueducto, un tesoro hispano-azteca expuesto por el Corredor Chapultepec

Con el propósito de intervenir la avenida Chapultepec –vía primaria de la Ciudad de México-, el gobierno planea la construcción de un “corredor cultural”. Pero en la controversia desatada sobre la viabilidad de ese proyecto no parece ser tomado en cuenta el impacto que tendría sobre el Acueducto, una auténtica joya colonial, curiosamente trazado desde la época prehispánica.

Efectivamente durante el auge de la Gran Tenochtitlán, los aztecas buscaron la forma de llevar agua potable desde el Cerro de Chapultepec hasta la ciudad; de esta forma, en 1418 se presentaron los primeros intentos de construir un acueducto. Fue hecho de carrizo, piedras y lodo, pero éste último se desprendía y el agua se contaminaba.

Por lo anterior, en 1454, bajo el gobierno de Moctezuma y con la ayuda de Netzahualcóyotl, gobernante de Texcoco, se empezó a construir el acueducto con piedra. De acuerdo con los Anales de Cuauhtitlán, narra que en 1466 -año 13 Conejo- “entró por primera vez el agua de Chapultepec a Tenochtitlán”.

El acueducto de Chapultepec era de doble vía, lo que permitía que en caso que uno necesitara mantenimiento o limpieza, el otro continuaba funcionando. Además, formaba parte de un complejo sistema hidráulico, pues existían canales de piedra recubierta de estuco o hasta de madera, que llevaban el agua a varios depósitos o albercas, como los emblemáticos Baños de Moctezuma, una alberca de seis metros de profundidad.

En Chapultepec Prehispánico en las Fuentes Históricas, Eduardo Matos Moctezuma explica que “las aguas que salen de Chapultepec tienen un carácter purificador de las culpas”. Según hallazgos, en los manantiales y en algunas partes del sistema hidráulico se realizaban rituales en honor de los dioses del agua.

Más tarde, durante la Conquista de 1521, Hernán Cortés ordenó que se destruyera parte de la obra. Sin embargo, debido al desabasto que sufrían los barrios de San Juan y de San Pablo en la Ciudad, entre 1575 y 1580 se construyó un canal pequeño de mampostería a flor de tierra. Posteriormente se convertiría en la arquería de Chapultepec o los Arcos de Belén.

De esta forma, en 1711, el virrey Fernando de Alencastre Noroña y Silva ordenó la construcción de ese nuevo Acueducto, que constaba de 904 arcos, desde los manantiales de Chapultepec hasta la fuente de Salto del Agua, ubicada en el cruce de la calle de Izazaga y Eje Central Lázaro Cárdenas. Se terminó hasta 1779, bajo la administración del virrey Antonio María de Bucareli y Ursúa.

En las últimas décadas del siglo XVIII el caudal de la Alberca de Moctezuma, que alimentaba de agua a esta red hidráulica, comenzó a disminuir rápidamente. A fines del siglo XIX, se agotó dicho manantial, el Acueducto quedó inservible y se acordó demolerlo, es decir que se destruyó uno de los importantes monumentos arquitectónicos e históricos de la ciudad de México.

Actualmente, sólo se conservan 22 arcos sobre el camellón central de Avenida Chapultepec que durante décadas se dejaron en el olvido. Únicamente fue “restaurado” en junio de este año como parte del programa de Rehabilitación y Mantenimiento de Fuentes Urbanas 2015, de la Secretaria de Obras del DF.

El pasado 18 de agosto, la Agencia de Promoción, Inversión y Desarrollo para la Ciudad de México (ProCDMX) presentó el proyecto del Corredor Cultural Chapultepec, como una “iniciativa de recuperación y rehabilitación de avenida Chapultepec”.

Sobre esta vía se encuentra el Acueducto, el cual está catalogado como un monumento histórico y protegido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), lo que significa que éste debe dar su autorización para cualquier intervención tanto en el monumento como en sus alrededores. No está claro si el INAH ya dio ese aval. (Mariana Malagón)

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