Por Bernardo Farill*
Desde la administración anterior del Gobierno del Distrito Federal, se planteó y comenzó a ejecutar el proyecto del “Viaducto Bicentenario”. Sencillamente explicado, consiste en liberar de semáforos a todo el Circuito Interior en casi toda su extensión. Visto así, desde el estrecho punto de vista vehicular y del “todo tiempo pasado fue mejor”, es una idea lógica y consecuente: terminar de hacer lo que se debió hacer desde un principio. Tiene un impacto a nivel metropolitano y teóricamente aliviaría la congestión vial al funcionar como una especie de distribuidor anular. El Circuito Interior es uno de los dos circuitos más importantes de la Ciudad de México junto con el Periférico.
La más reciente modificación para completar esta continuidad ha llamado la atención al ser la única parte del Circuito donde el paso a desnivel sería subterráneo: el llamado “deprimido de Mixcoac”. No es el mejor nombre para una obra pública si me preguntan. En un alarde de ingeniería, la vialidad que es Revolución se elevó desde hace ya unos años para volverla a aterrizar en Mixcoac sin razón aparente. Ahora sabemos que el propósito de esta obra era pasar por debajo de Insurgentes para continuar el Circuito. Notarán que por alguna razón, es una especie de tabú urbano tocar Insurgentes construyéndole pasos a desnivel por encima. Me parece muy bueno cuidar la imagen despejada y abierta de la avenida más larga del mundo, y de hecho me gustaría que esta regla no escrita se volviera un asunto reglamentado en papel.
Ya está en internet y a cuentagotas la información sobre este túnel. En una entrevista, el Secretario de Obras hace mucho énfasis en que se va a construir con el menor perjuicio a la circulación y a la capacidad de poder llegar más directamente al aeropuerto. Lo que no hallo en ningún lado es la totalidad del proyecto autorizado. La información se nos ha negado incluso por Infomex-DF argumentando que los planos impresos cuestan casi 10mil pesos. Al parecer no conocen tecnologías tan nuevas como los CDs. Tampoco ha habido un proceso correcto de información y consulta pública con los vecinos de las muchas colonias afectadas. Al momento de escribir este texto, me informan que estamos a dos semanas de iniciar la obra y es la hora en que no se ha informado correctamente a los vecinos ni se han resuelto todas sus dudas. Aclaro que sí ha habido juntas, pero no ha habido un diálogo. Se enseñan fragmentos de información pero no se discute ni se comprueba ni se compromete nadie, manteniendo la posición de poder negarlo todo cuando así convenga.
La obra, por lo que tenemos entendido, consta de un túnel notablemente profundo que va a contener dos niveles de tránsito. El sentido poniente-oriente proviene de Revolución, se sumerge a 21 metros de profundidad y brota a la altura de Barranca del Muerto para convertirse en el mismo sentido de Circuito Interior. El sentido inverso es más breve: proviene del Circuito, se sumerge poco antes de Insurgentes “solamente” 15 metros y brota casi inmediatamente para incorporarse a Patriotismo. Sobre la intersección se ubica una glorieta que se aprecia altamente caminable y es años-luz superior a la trampa mortal para peatones que existe hoy día. Sobre Insurgentes, de sur a norte, se va a crear un paso a desnivel sumergido para poder dar la vuelta hacia Mixcoac (como se hace hoy en día, pero a nivel). Dicen también que es la primera intersección en el DF modelada virtualmente para garantizar un buen desempeño. Tampoco se ha hecho muy público que el paso a desnivel de Revolución continuará hacia el sur, aliviando el tráfico que hoy día apreciamos junto al mercado de Mixcoac. Es una deficiencia generalizada cuando ni siquiera lo presumible lo presumen.
Este cambio implica algunos sacrificios: se talarán más de 500 árboles y las vialidades en cuestión crean una barrera totalmente impermeable a los peatones. Temporalmente sufriremos la obra que dicen, durará 21 meses. Las calles de Félix Parra y Minerva se abrirán como atajos mientras dura la obra (por eso las pavimentaron de nuevo, no por espíritu navideño). Lamento muchísimo la tala de árboles, y me gustaría ver un cálculo de las emisiones de carbono actuales en ese congestionamiento contra la capacidad de esos árboles para contrarrestarla. ¿Es mejor la obra nueva? Es una duda legítima. Como ciudadano no tengo ningún problema en sufrir una obra si es en beneficio de toda la ciudad, pero no todos están convencidos.
Hay algunas consecuencias que me preocupan: al interior de las colonias existen cruces que son peligrosos para los peatones bajo las condiciones actuales. Si sumamos el tráfico temporal que habrá en esos 21+ meses, auguro que no será sorpresa si atropellan un peatón en los próximos dos años. Aparte de pavimentar (para “no interrumpir la circulación”) habría que rediseñar varios cruces para asegurar la vida de los peatones, incluyendo los cruces sobre Revolución. También habría que considerar si la inseguridad que existe en el bajopuente de Mixcoac será aceptable para los vecinos cuando se quiera crear extender esta situación medio kilómetro hacia el sur. Sería una muestra de muy buena voluntad por parte del GDF implementar el rediseño de cruces peatonales previo a la obra, demostrando que en efecto la vida humana es más valiosa que el derecho humano –inexistente- a manejar un coche.
Voy a ser claro: el proyecto general de Circuito Interior me parece relativamente positivo. El proyecto mismo del deprimido Mixcoac también me parece que va a dejar las cosas mejor que como están. El lado que no me convence es que estoy consciente de tener esa opinión porque soy urbanista y entiendo las consecuencias de hacer dichas modificaciones contra la posibilidad de que se queden como están. Mis vecinos no son urbanistas y nadie se ha tomado la molestia en explicarles correctamente los impactos y beneficios de la obra (de la misma forma que yo no podría entender muchísimas repercusiones de otras disciplinas humanas). Lo voy a decir una vez porque ese no es el punto de este texto: me hubiera gustado más que las colonias se conectaran peatonalmente y con ciclocarriles en vez de estar divididas por una zanja impermeable como lo es y seguirá siendo Mixcoac. Me es más importante en mi vida diaria saber que puedo ir en bici o caminando a mi trabajo o a mi escuela que al aeropuerto, que es lo que me vende el proyecto actual. Ya, lo dije. Como esto nunca se planteó como opción, continuemos con el análisis de la realidad.
Actualmente, las colonias afectadas sufren unas poblaciones flotantes y de paso sumamente numerosas (directamente serían la Insurgentes Mixcoac, Actipan, Crédito Constructor y la San José Insurgentes, indirectamente varias más). Son también colonias conocidas por su alto valor inmobiliario y excelente ubicación. Si van a comer a reconocida taquería sobre Mixcoac, notarán que los vecinos cerraron calles al tránsito de paso (Eso no arregló el problema, pero sí le donó unos estacionamientos magníficos a la taquería). La norma 26 causó estragos en gran parte de los terrenos construyendo departamentos de lujo y oficinas bajo una oleada de impunidad (muy bonitos, pero ese no es el tema). Sus habitantes están molestos y sería difícil no justificarlo. Es predecible que no están dispuestos a que la infraestructura vecina sea modificada sin razones de peso e información transparente. La población y el gobierno, como cualquier relación humana, necesitan una buena comunicación para estar y mantenerse sana. Este no ha sido el caso.
Mis vecinos están molestos. Y con razón. A veces, confieso, sus dudas prueban mi paciencia: que si va a haber ratas durante la obra, que los obreros de día son rateros de noche, que van a expropiar el parque para hacer un eje vial… Pero no tengo herramientas para calmarlos ni para pedirles que confíen en el gobierno. Años de impunidad a todos los niveles y ahora es muy fácil pedir paciencia y confianza. El diálogo debe reestablecerse de forma general para todos los ámbitos, no nada más para el tema que conviene a una de las partes.
En las muchas juntas que se han realizado, una de las partes del gobierno (GDF, DBJ…) ha tratado de “palomear” el requisito de informar a la población mientras los vecinos han tratado de resolver sus dudas infructuosamente. La información, repito, ha salido de malas y a cuentagotas. Una de las piezas de información que surgieron fue un plano –hecho mal y a mano- donde se señalaban dos accesos a Circuito Interior desde las calles de Minerva, en la Crédito Constructor, y en Acordada, en la San José Insurgentes. Por si no conocen estas calles, sería el equivalente a acceder a Viaducto desde un túnel sobre Obrero Mundial o acceder a Periférico desde Prado Norte. Así de absurdo. Los vecinos hemos tratado de conseguir una aclaración por escrito de que esto no será así. En mi opinión, es una solicitud muy sencilla y una forma facilísima para el GDF o la Delegación Benito Juárez de tranquilizar a miles de vecinos con un mínimo esfuerzo. Desgraciadamente nadie ha querido confirmar o negar este documento y eso no hace más que empeorar las sospechas y la disposición a conversar. Vayamos al absurdo: si yo le pido al gobierno que desmienta la presencia de alienígenas en las altas esferas pero éste se niega a hacerlo, ¿Qué pensarían? A estas alturas, si se hacen estos accesos deprimidos, será con dolo y mala intención por parte de ambos gobiernos, puesto que nos han enseñado planos diversos donde no aparece el proyecto en cuestión. Pero entonces, ¿Por qué la mala disposición? Ni yo ni mis vecinos nos lo explicamos.
Ha habido actores que no han desperdiciado la oportunidad de explotar miedos y correr rumores. En mi colonia azuzaron a la gente con que “el predial va a subir 500%”, y que “nos van a gentrificar“. Estos personajes promueven una idea de ciudad petrificada, donde construir edificios es malo y no hay acción gubernamental que no conlleve una maquinación siniestra. Quieren todo el beneficio de la ciudad sin tener que aportar nada como ciudadanos. No me ayuda que del otro lado de la ecuación sí existen actores corruptos que sí buscan estos efectos. Por suerte para la mayoría, ninguno tiene el control absoluto de la Ciudad. Pero ninguno de los dos ayuda a crear ciudad, nuestra ciudad. La ciudad se crea con los ciudadanos y sus acciones, no con gritos de mentiras ni cultivando la desconfianza.
A la mitad de las “negociaciones” (los monólogos no son negociaciones), donde los jefes de coordinaciones y los mismos coordinadores vecinales teníamos que calmar a nuestros propios vecinos para mantener la cordura, sucedió un imprevisto: amanecimos con parquímetros. Bueno, más exactamente, con los zócalos para montar los parquímetros. Dirán ustedes que esto no tiene nada que ver, pero sí, ya que todas las instancias de gobierno con las que hemos tratado nos venden una imagen de lentitud y burocracia (“es que somos gobierno”), pero de repente resulta que para algunas cosas son increíblemente efectivos. Esto lo demostraron haciendo obra en la noche de un fin de semana largo. Vaya, a mí me gustaría que así resolvieran todo. Del imaginario colectivo tomo a Uruchurtu, haciendo obra por la noche en un derroche de efectividad. Este es sin duda el mayor factor de enojo con los parquímetros: la falta de un estándar de atención similar en los demás ámbitos de la vida pública. La gente se pasa semáforos en su coche frente a la policía sin sufrir las consecuencias, pero si me paso un solo minuto en el parquímetro, me inmovilizan. Otro doble estándar para nuestra idiosincrasia. De ninguna forma quiero que todos sean igualmente inefectivos, al contrario, exijo que todos sean tan efectivos como los parquímetros.
La aplicación sorpresa de los parquímetros fue una terrible movida. Déjenme explicarles que, como coordinador técnico de mi colonia, les puedo asegurar que la mayoría de mis vecinos estaban a favor de los parquímetros. Es más, muchos pidieron que los solicitáramos formalmente. Ahora ya no lo sé. La poca –poquísima- confianza que había entre los vecinos y el gobierno se cayó por un agujero. A la mitad de escribir este texto, a las 9pm, bajé a comprar una bolsa de pan y me encontré con que los lugares ya están pintados en la calle cuando no estaban hace 2 horas. Volví a entrar a mi edificio y salir inmediatamente para ver si mágicamente desaparecían los postes que un vecino montó sobre la banqueta. No tuve tanta suerte. No porque esté a favor de algo autorizo implícitamente que se me imponga. No quiero ser el enemigo de mis vecinos en una falsa división en bandas a favor y en contra del gobierno, y sin embargo, ese es uno de los escenarios que se crean.
Aunque no es ningún secreto, confieso que me siento sumamente decepcionado en mis vecinos al ver dos y tres veces más gente en las juntas sobre los parquímetros que en las juntas sobre el paso deprimido de Mixcoac. Este último tiene un impacto mucho mayor en nuestras vidas diarias y verdaderamente motiva el uso del automóvil, mientras que el parquímetro administra el espacio público de manera eficiente y beneficia notablemente a la población establecida. Aparte está el beneficio de poder decidir en qué se podrían utilizar el 30% de las utilidades de forma que otorgue un beneficio local (como parques de bolsillo, pero algunas colonias han propuesto calles peatonales o comprado camiones Vactor por ejemplo). Ser ciudadano es responsabilidad de uno, y no es excusa que las autoridades deficientes no les hayan explicado eso a mis vecinos. Lo que sí es una falta grave es estar ocultándonos información.
Como urbanista de la tristemente célebre iniciativa privada, no estoy a favor de hacer consultas vinculantes sobre las respuestas técnicas a los problemas de la ciudad. Creo en el diálogo y en los actos justificables por parte de gobierno. Creo que las consultas son para otras cosas (que tampoco se hacen). Desgraciadamente, uno o varios políticos consideraron que de la ausencia total de diálogo con la sociedad pasarían directamente a preguntar: “Quiere usted parquímetros en su colonia? Si o No?”. Ese error fue peor que no consultar a nadie. Ese antecedente implica que el resto de las colonias, hoy día, tiene derecho a ser consultada en cuestiones técnicas, aunque no sea de forma vinculante. Fue una manera de institucionalizar formas de comunicación inútiles sin introducir diálogos constructivos, todo en perjuicio de la ciudadanía. La falta de confianza en el gobierno no ayuda, y ésta ha sido moldeada por la ausencia de intercambio.
Regresemos al deprimido. Está bien la obra, pero no es todo lo que podría ser. Se siente como una obra reactiva más que preventiva. No se entiende su prioridad en un proyecto de ciudad que no nos han comunicado. Veo que en 10 o 15 años la vuelvan a remodelar para promover otros modos de transporte, para favorecer otras rutas o para aceptar finalmente que en ese tramo (Condesa-Mixcoac), el Circuito Interior no es un circuito. En el caso de que el deprimido sí tenga accesos por las calles previamente mencionadas, al interior de las colonias, me pronunciaría totalmente en contra de la obra.
Si hubiera una comunicación constante con la sociedad, el gobierno podría haber puesto parquímetros y muchas otras formas de administración del espacio público desde hace mucho. Es más, los vecinos habrían sido los primeros en solicitarlas con gran aprobación popular. El problema es que no hay comunicación de ningún tipo entre la sociedad y el gobierno, llámese foros, consultas, plebiscitos, llamadas telefónicas o mensajitos bajo la mesa. Nada de nada.
Mientras discutía de este tema en twitter, me dijeron que “ningún deprimido mejora una zona”. Me temo que es cierto, al menos sobre las zonas inmediatas. También creo que no todas las medicinas saben dulce, ni todas las soluciones son populares. Bajo las condiciones actuales es una respuesta que funciona, cualquier otra requiere más tiempo y pareciera que nunca tenemos suficiente. Hablando de tiempo, tal vez es buen momento para recordar que la Ciudad de México cumple 190 años en estas fechas (yo digo que cumple 493, pero cada quien). Visto así, con una visión más amplia, hay más tiempo para planear y tal vez existen mejores respuestas a las que nunca se llegó. Tal vez así se debe hacer con las obras de la Ciudad: dar un paso atrás, ver la escena completa y ordenar nuestras prioridades. El problema no son las obras, no son los parquímetros, no son las concesiones. El problema es la ausencia de comunicación e información del Gobierno con los habitantes.
*Bernardo Farill es urbanista, vive en la delegación Benito Juárez y colabora en la coordinación vecinal de su colonia. Anda en bici y en coche pero sobre todo, camina. Tuitea en @@bernardofarill.
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