Quedan escasos cinco días para las elecciones que cambiarán el rumbo del país, y no hay duda que el navío cambiará de bandera.Los panistas luego de 12 años abandonarán la residencia oficial de Los Pinos con más pena que gloria, en medio de un naufragio generalizado al hundirse como tercera fuerza política nacional. Con base en las diversas encuestas –que son más herramientas de trabajo político, que de tendencias confiables— el abanderado del PRI, Enrique Peña Nieto mantiene una ventaja considerable frente a la abanderada de Acción Nacional, Josefina Vázquez Mota, ubicada en el tercer puesto.
Al cerrarse la elección entre Peña Nieto y López Obrador, existe la posibilidad de que quien encabeza los esfuerzos de las izquierdas cobré mayor fuerza y dé la sorpresa. Mantiene latente la probabilidad y eso tiene a muchos sectores en la zozobra, la incertidumbre, casi al borde de la histeria. Los ánimos como se ha podido observar se calientan, se crispan y la irritación (también por la canícula) está a flor de piel. El factor que puede cambiar el rumbo de las tendencias actuales, es uno e innegable: la fuerza de los jóvenes estudiantes en edad de votar, es decir todos aquellos que tengan entre 18 y 30 años. Y Nadie, ni el más oficioso escribano conservador, puede negar que adquieren fuerza y forma. En el denominado movimiento #yo soy 132, hay jóvenes de 54 instituciones de educación superior, tanto públicas como privadas. Un número considerable de posibles votantes que no debe ser subestimado. Posiblemente por eso las fuerzas oscuras, conservadoras y de prácticas represivas los atacan con virulencia e intentan descalificarlos.
Hace algunos días me di una vuelta por las emblemáticas Islas de Ciudad Universitaria, lugar que ha sido testigo de mítines, manifestaciones y discursos de diversos signos ideológico, y como no recordar el pronunciado por el rector Javier Barros Sierra, allá por 1968, poco antes de encabezar la marcha del silencio, en demanda de justicia, y libertad. Hoy no era muy diferente, se congregaron cientos, miles de estudiantes para darle forma a su exigencia de equidad y democratización en los medios masivos de comunicación; mejor y mayor educación, es decir una política educativa coherente y con sentido social; elecciones limpias y transparentes y fin a la violencia.
Un voz que sube de tono y que de inmediato ha sido descalificada por voces conservadoras que se niegan a ver que los tiempos y los jóvenes cambian, que ya no son la generación X a la que le valía madre todo y vivían desesperanzados. Estos jóvenes son más conscientes de su realidad y exigen cambios, pues ven un futuro sombrío. Las descalificaciones van desde las voces octogenarias que los acusan de inmaduros, las voces oficiosas que los señalan como manipulados, las voces de los partidos políticos que los quieren hacer suyos, cuando se han asumido como apartidistas. Voces intolerantes que los señalan como violentos, por el hecho de ser jóvenes.
Qué reconfortante es verlos en acción y que no se conformen como los ninis, que ni trabajan, ni estudian, ni actúan. Por el contrario se mueven en el escenario social del país, levantando la mano para exigir, demandar y debatir con los políticos, con esa clase política tan alejada del pueblo. De ahí que no es de extrañarse que durante el último debate de los presidenciables, la señora Vázquez Mota los mencionó hasta en tres ocasiones, tratando de subirse a su convoy, sólo que no está invitada. Los jóvenes, apartidistas comulgan más con las posturas de centro izquierda, que de derecha, así lo han hecho ver. Pero que tampoco se equivoquen los partidos de izquierda, pues también les tienen desconfianza, aunque se hayan asumido como antipeñistas. Hoy la partidocracia ésta en duda, ya no representan fielmente a la ciudadanía.
No hay que subestimarlos, no hay que dejar de escucharlos, no hay –por ningún motivo— que reprimirlos. Hay que ver con atención sus movilizaciones y estar atentos a sus demandas. Hombres de enorme probidad, cultura y conciencia, como lo son los rectores de la UNAM, la UAM y el mismo ex rector de la UNAM, José Narro Robles, Enrique Fernández Fassnacht y Juan Ramón de la Fuente, respectivamente, han destacado lo valioso e importante de éste movimiento.
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Del proceso electoral que marcará el rumbo de la ciudad de México, ya hay poco que decir, es más se tornó aburrido: Miguel Ángel Máncera tomó una muy clara y larga ventaja hasta de 40 puntos de su más cercana seguidora, Beatriz Paredes, quien poco o nada hace de campaña pues sabe que esta pérdida la guerra en la gran Tenochtitlán. Isabel Miranda de Wallace lucha y lucha por posicionarse como segundo lugar con un ejercito panista derrotado aún antes de formarse. Sólo la voz de Rosario Guerra, del Panal le hado dado cierto sabor y chispa a la contienda. Nada, absolutamente nada –sólo un error monumental—podría cambiar el rumbo de la contienda por el gobierno de la ciudad capital.
Ahora sí que lo interesante en el proceso capitalino se reduce a las luchas por las demarcaciones. El interés está en ver si los perredistas le quitan la Benito Juárez a los panistas; si los priístas le arrebatan Miguel Hidalgo y Cuajimalpa a los panistas, y el PAN desaparece del Distrito Federal, amen de perder el ejecutivo y buena parte del legislativo.
Ni modo, saldos de la guerra, daños colaterales.
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