El fin de semana estuve en el Parque de los Venados (por cierto, su nombre oficial es Francisco Villa) y en la Feria Internacional del Libro (FIL) efectuada en la explanada delegacional.
En el parque acompañé el trabajo de divulgación y previsión desarrollado por la Brigada de Vigilancia Animal, de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, la cual hizo mancuerna con ciudadanos y viandantes interesados en mejorar las condiciones de vida de los animales de compañía, así como en el cuidado del espacio público. Mediante narraciones a cargo de un cuentacuentos, de experiencias relatadas por brigadistas y de la charla directa de enlaces vecinales, los niños y sus familiares se adentraron en la importancia de establecer otro tipo de relación con el resto de los seres vivos.
Particularmente, se tocaron aspectos relacionados con la prevención de conductas antisociales asociadas al maltrato de animales. La gente percibió cómo este tipo de abuso puede reflejar situaciones violentas en otros ámbitos, desde el familiar hasta el escolar y laboral, por mencionar algunos de los más sensibles.
Aunque se trata de una labor que desde hace tiempo realizamos con la Brigada de Vigilancia Animal, no es ocioso insistir en que poco a poco vamos incidiendo en el fortalecimiento de la relación ciudadano-autoridad; que pese a las carencias y a las dificultades de modificar patrones culturales, pian pianito avanzamos en el proceso de reinventar el entramado donde vecinos y gobierno van de la mano.
En pocas palabras, hemos aprendido a utilizar un lenguaje cuyo denominador básico es la comunidad: más allá de poner el dedo en la llaga, nos empeñamos en encontrar ejes comunes que permitan desarrollar el potencial conciudadano. Incluso, hubo personas que se acercaron a exponer no sólo problemas, sino más importante, opciones para solucionar cuestiones habituales en la delegación Benito Juárez, específicamente concernientes a la convivencia con los animales de compañía. De ello hablaremos ampliamente en otra entrega.
Ahora quiero hacer un breve comentario de mi paseo por la FIL. Aunque de dimensiones un tanto reducidas, su oferta editorial me pareció satisfactoria, así como la calidad de los ponentes que conversaron en los espacios de reflexión adecuados para tal efecto. Las áreas de comida y venta de artesanía, creo que también cubrieron las expectativas del público. Sin embargo, mi caminata se malogró cuando vi el gafete portado por, supongo, colaboradores delegacionales asignados a la organización de la FIL: en él se leía, con letras blancas sobre fondo azul (curiosa combinación cromática) la leyenda ALL ACCESS.
¿Por qué cuando nos esforzamos en hallar un lenguaje común para lograr acuerdos benéficos, un gobierno delegacional nos habla en idioma extranjero? Encontrar rutas de crecimiento comunitario requiere utilizar léxico cotidiano, no distanciarse adoptando lenguas no nacionales. Para ahondar en el proceso preventivo, cualquier gobierno del país debe comunicarse en buen español.
Ello abona al entendimiento y significa nuestra calidad mexicana.
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