Duele ver a la flamante secretaria de Gobierno del DF, Patricia Mercado, convertida en orquestadora de estrategias que el poder autoritario guarda para los que disienten de las formas en que gobierna un Miguel Ángel Mancera que no logra quedar bien ni con los izquierdistas ni con los contrarios.
Duele que sea ella, justo ella, la que insinúe que se podría hacer uso de la fuerza pública –fuerza represiva en este caso— a fin de llevar a cabo el capricho de un túnel vial que todavía hoy tiene al borde de la tala a más de 600 árboles en el camellón de Río Mixcoac. Duele que diga, horas después, que no dijo lo que dijo ante los medios en una conferencia, como si le diera pavor ser descubierta en la claudicación de sus principios. Duele que se trate de ella porque tiene una buena historia, distante del político práctico y sin formación ideológica que es su jefe (aún cuando nada parece salirle bien).
Y es que Patricia Mercado fue –y enfatizo el verbo en pretérito porque ha dejado de serlo—una defensora de causas justas de las minorías (a los que indebidamente se les dice “los sin voz” porque en realidad sí tienen voz), de las mujeres, de la defensa del medio ambiente… Todavía recuerdo el día en que llegó al Parque Hundido para solidarizarse con los vecinos que se opusieron a la construcción de un edificio adentro de ese vergel y que finalmente obligaron al Gobierno del DF (en ese caso encabezado por Marcelo Ebrard) a impedirlo. Ella ya había sido candidata presidencial por el Partido Alternativa Socialdemócrata y sin embargo volvió a sus raíces, a defender causas que incluso políticamente podrían ser vistas como de poca monta. ¿Dónde quedó esa Patricia?
Puesta recientemente en la Secretaría de Gobierno, la noche de este miércoles 27 de agosto la vi en un encuentro frustrado con los vecinos que se oponen a las construcción del túnel de Mixcoac, y francamente me dio rabia y tristeza a la vez. Fue amable pero indiferente ante las mujeres que han resistido día y noche a una tala a todas luces injustificada, sin recibir un peso por estar ahí, con las sola y poderosa convicción de dejar una mejor ciudad para su ciudad y para sus hijos. Como se dice vulgarmente, Mercado les dio “el avionazo”; me incomodó sentir que ella creyó que era gente a la que se podía engañar con unas palmaditas. No fue así.
Envalentonada con el cargo de “super mujer” (y evidentemente ilusionada con poder ser candidata la próxima Jefatura de Gobierno del DF), la ex socialdemócrata y hoy pasante en estrategias para terminar con los movimientos ciudadanos que valen la pena se llevó sin decir nada cinco cuartillas que le entregaron los vecinos con sus argumentos; y con ello frustró una oportunidad de oro para demostrar que también desde el poder se puede defender la vida.
Ante esa frialdad cómo no va a sorprender la relectura de las palabras de Mercado en el debate presidencial del 2006. No le quito ni una coma: “Tenemos que también establecer una nueva relación con el ambiente; tenemos una mala relación con el ambiente y hoy cada vez más movimientos ciudadanos están presionado para que hoy los proyectos económicos sean proyectos con protección del ambiente”. Sí, señora, así es.
Pero el coco de Patricia Mercado será su propia historia. Me temo que no la podrá borrar de su conciencia. En cambio los vecinos defensores de los árboles, aunque sean derrotados, tendrán para los suyos el orgullo de poder decir que han sido congruentes. Al fin de cuentas ya saben levantarse tras los reveses de los gobiernos de falsas izquierdas que acuden a la cohersión ante sus plenas incapacidades.
Sólo un favor, otrora admirada Patricia Mercado: Un día de estos no nos vaya a ofender pidiéndonos el voto. A veces ese mínimo respeto es suficiente.
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