Como en octubre de 1968, hoy, en vísperas de las elecciones federales, es el tiempo de los jóvenes. En aquellos años, 1968 y 71, salimos a las calles a protestar, a exigir libertad de tránsito y de expresión, a manifestarnos en contra de un régimen represivo y totalitario, encarnado en la figura de Gustavo Díaz Ordaz. Frente a la sede de los principales diarios nos congregamos al grito de “prensa vendida”. Luego fuimos reprimidos brutalmente a punta de bayonetas y bazucasos en nuestras sedes. El movimiento fue sofocado a plomazos y la sangre derramada en la plaza de las Tres Culturas. Se dio paso a las Olimpiadas, pero la masacre jamás fue olvidada.
Hoy, en la primavera del 2012 son de nueva cuenta los jóvenes quienes levantan la voz, quienes exigen un cambio, quienes demandan un cambio frente al status quo pues el país no pude seguir igual, por los mismos derroteros de miseria, corrupción y engaño. Llama la atención, sí, que hayan sido los estudiantes de la Universidad Iberoamericana – mi papi dice, ves–, estigmatizados como niños ricos y fresas, pero que han mostrado otro rostro, el de la indignación y el hartazgo. La visita del candidato priísta a la presidencia de la república, Enrique Peña Nieto, fue el detonante de ésta explosión juvenil, pero lo mismo le hubiera pasado a la ungida del panismo, Josefina Vázquez Mota. No así a Andrés Manuel López Obrador, quien en su momento fue bien recibido y hasta despedido al ritmo de: “Andrés presidente”.
Aquí cabría la duda si es la búsqueda de un nuevo rumbo o la garantía de un buen gabinete, lo que atrae a los jóvenes. A lo largo de estos días me ha quedado claro que ni el abanderado del PRI ni la presidenciable del PAN son del agrado de los jóvenes, más aún de aquellos que gozan de educación media superior y superior. Quien de estos dos aspirantes a la silla del Águila podría pisar los campus de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional o la Universidad Autónoma Metropolitana y salir bien librado. Es decir convencer con sus propuestas y argumentos a los estudiantes de las instituciones públicas y recibir de ellos el reconocimiento y el aplauso. Ninguno. Por eso en su agenda se acabaron ya las visitas a las universidades o instituciones de educación superior para evitar más daños y no ser exhibidos.
En un pestañeo onírico imaginé lo que hubiera sido el 68 si hubiesen existido las redes sociales, seguramente hubiéramos derrocado a Díaz Ordaz, o el mundo se hubiera enterado de la matanza de estudiantes, de la toma de la Universidad y el Politécnico por tropas el Ejercito. La gente, los padres, los hermanos, los obreros y hasta los campesinos hubieran tomado las calles, y el país sería diferente, se habría logrado el cambio tan anhelado. Sólo que el hubiera no existe y a palos nos sofocaron sin que el mundo, las organizaciones sociales, civiles, las comisiones de derechos humanos, las cortes internacionales hicieran nada. Ni siquiera señalar a Díaz Ordaz y sus testaferros de asesinos.
Hoy es totalmente diferente, cientos, miles y hasta cientos de miles de jóvenes se manifiestan por las redes sociales, se organizan para marchas, mítines y protestas. Ya no creen, como entonces, al pie de la letra, el discurso de las cadenas televisivas. Dudan de las noticias políticas trasmitidas por los noticieros y replican sus propias versiones a través de Twitter, Facebook y You Tube. Tienen sus propios espacios y por ahí se comunican, se informan y se mofan.
El país tiene aproximadamente 26 millones de jóvenes, de los cuáles 14 millones están en posibilidades de votar. De estos unos cuantos se muestran interesados en la política y el destino de su país. La diferencia con el 69 es que en el 2012 pueden hacer que su voz se replique y multiplique y como dijera el rey lagarto Jim Morrison: “We want the world, and we want it now”. O bien influidos por la visita de Sir Paul, el legendario ex Beatle que con Lennon, quienes pedían:”You say you want a revolution”
Imaginemos, citando a Lennon, un mundo, o bien un México, en el que los unamitas, los politécnicos, los de la UAM, la Ibero, el Tec y demás instituciones públicas de educación superior caminaran de la mano exigiendo un mejor futuro, con empleos, oportunidades, igualdad, equidad.
Y recordemos las últimas cifras dadas a conocer por el rector de la UNAM, José Narro en el sentido de que en América Latina hay 106 millones de jóvenes (entre 15 y 24 años), de los cuáles 24 millones ni trabajan ni estudian, y en su mayoría viven presos de la marginación y pobreza. Y para rematar, esos mismos jóvenes son los que he visto simpatizar con las propuestas de las izquierdas para el Distrito Federal. Miguel Ángel Mancera se ha pronunciado por hacer de la capital del país, la ciudad del conocimiento y la cultura, Isabel Miranda de Wallace por continuar con los programas sociales de la izquierda, pero ampliados, mientras que Beatriz Paredes confía en el efecto Peña Nieto, que en la capital no pesa. Así no será raro ver como Rosario Guerra manda al cuarto lugar a doña Isabel.
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