El miedo al contagio del virus SARS-COV-2 ocasionó que las personas recurrieran nuevamente a la utilización de productos de un solo uso, a pesar de las disposiciones en la materia para dejar de hacerlo por el alto impacto que causan al medio ambiente.
En mercados públicos y establecimientos comerciales de diversos giros retornó la práctica cotidiana de proporcionar enseres desechables de unicel para la venta de alimentos y bebidas, por ejemplo, así como bolsas de plástico que no son amigables con el medio ambiente.
Al respecto, Gabriela Jiménez Casas, del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM, considera que el temor tomó por sorpresa a la mayoría de los mexicanos.
“Íbamos bastante bien en la ley de un solo uso que se estaba aplicando; ya no teníamos que tratar de convencer a la gente, llevaban sus termos a la cafetería para comprar su café, pero con la pandemia el tema dio un retroceso impresionante, esperemos salir bien de esto y volver a retomar esas actividades de usar menos desechables”, explica la bióloga experta en divulgación.
La especialista estima que si bien el miedo de contagio que actualmente tiene la gente es natural, ello genera problemas para implementar las estrategias de educación ambiental, las cuales tienen un papel importante, como por ejemplo el uso de agua y jabón para eliminar virus.
En el marco del Día Mundial de la Educación Ambiental, que se celebra el 26 de enero, destaca que el reto ahora es explicar el mecanismo de vida de los virus, cómo se puede mantener a salvo de contagios y cuáles son los materiales en los cuales sobrevive por menos tiempo.
Hacerlo de manera correcta, continúa, permitirá “tranquilizar a la gente y que ésta tome sus precauciones, pues se debe recordar que un buen lavado de manos es la solución y no se necesita más”; lo mismo sucede al usar estos productos para los enseres.
Jiménez Casas explica que los jabones eliminan a los virus, no los matan pues recordó que para “vivir” necesitan forzosamente entrar a una célula (animal o vegetal) sin ella, no se pueden reproducir y mueren en poco tiempo.
Antes de la pandemia, añade Jiménez Casas, quienes tenían una buena cultura ambiental eran los jóvenes y niños, porque se les inculcó en la escuela; mientras que los adultos siguen patrones de comportamiento más “despreocupados” hacia el medio ambiente.
“He tenido experiencia dando educación ambiental a niños pequeños, de edad primaria. He seguido a esos grupos hasta la preparatoria y me he dado cuenta que si se les enseña desde temprana edad, lo asimilan y aplican mejor. Donde tenemos el error es, en realidad, en los adultos. La educación ambiental en México es muy pobre”, señala la experta de la Unidad de Divulgación y Difusión del IE.
Según la ONU cerca del 75 por ciento del plástico generado por mascarillas, guantes y botellas de desinfectantes para manos en el mundo se convertirán en desechos que llegarán a vertederos y mares con un grave costo para el medio ambiente. Para julio de 2020, la venta de mascarillas desechables pasó de 800 millones de dólares en 2019 a 166 mil millones en 2020.
En México, el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático indica en el texto “Panorama de la Generación y Manejo de Residuos Sólidos y Médicos durante la Emergencia Sanitaria por COVID-19”, que la generación total de residuos médicos y urbanos por la pandemia será de 81 mil 214 a 92 mil 338 toneladas al día; es decir, 16.5 por ciento más que lo generado en condiciones normales.
Gabriela Jiménez Casas, experta también en el estudio de insectos, enfatiza la urgencia de fomentar en los mexicanos la cultura de cuidado al medio ambiente a través de prácticas sencillas que cada persona puede llevar a cabo, las cuales tendrían impacto favorable en el hábitat.
En ese sentido, reconoce que usar focos ahorradores, separar debidamente la basura -no solo en residuos orgánicos e inorgánicos, sino cartón, latas o plásticos-, son “acciones hormiga” realizadas de forma individual.
Refiere que hace 10 años o más, cuando iniciaron las medidas de reciclaje, “había más tipos de basura: pilas, aluminio, cartón y papel limpio, y ahorita nada más es orgánico e inorgánico. Debemos, entonces, empezar otra vez a separar más nuestra basura. Hay algunos estacionamientos y supermercados que tenían depósitos para PET, vidrio y latas, y se encargaban de llamar a los responsables para un reciclaje correspondiente”.
En esta tarea de reutilizar y aprovechar de mejor manera los materiales que diariamente se desechan, la universitaria destaca la labor de los pepenadores y recolectores de basura.
Si bien ellos viven de esta actividad, comenta, al hacerlo en casa de manera personal se puede motivar a que más integrantes de la familia y amigos la lleven a cabo.
“Si veo que en la casa de mi tía no lo hacen, pues hay que tratar de convencerla y ella hará lo mismo en otros sentidos, con otras personas, esa es la manera de iniciar estas cosas y tratar de tener una cultura de separación de basura”, asegura Jiménez Casas.
El Día Mundial de la Educación Ambiental fue decretado en 1975, en Yugoslavia, por más de 70 naciones que participaron en el Seminario Internacional de Educación Ambiental y firmaron la llamada Carta de Belgrado.
Dos años después se comprometieron a fomentar una clara conciencia y preocupación por la interdependencia económica, social, política y ecológica en áreas urbanas y rurales; ofrecer a las personas oportunidades para adquirir el conocimiento, valores, actitudes, compromiso y habilidades para proteger y mejorar el medio ambiente; además de crear nuevos patrones de comportamiento en el tema.
UNAM.
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