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Glaciares mexicanos, como el del Izta y el Pico de Orizaba, se acercan a la extinción, advierte UNAM

 RAFAEL LÓPEZ / GACETA UNAM

Luego de un sistemático proceso de vigilancia y evaluación sobre los glaciares mexicanos, en enero de 2001 los científicos del país dieron por extinto el glaciar del Popocatépetl. La noticia, un verdadero fenómeno climático, causó gran expectación en el mundo científico, informó Hugo Delgado Granados, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM.

El origen de tan singular suceso, agregó el científico, se debe a los efectos que tuvo la erupción del volcán sobre los hielos. Desde que en 1994 comenzó la erupción, los materiales calientes, conocidos como proyectiles balísticos, más las cenizas de la erupción han caído sobre la superficie de nieve y el hielo glaciar, provocando el deshielo.

Cuando la nieve recién caída se cubre de ceniza y ésta por el color, más que por su temperatura, recibe la radiación solar, se calienta y no permite que el glaciar se “alimente”, aunque se ubique en la altitud potencial para formar glaciales. De modo que la erupción del volcán, entre otras causas, hizo que se extinguiera. Hay hielo pero son remanentes.

De acuerdo con Delgado Granados, los cientos de glaciares del planeta tienen su origen en las temperaturas suficientemente bajas para que el agua permanezca en estado sólido, como nieve o hielo.

No todas las masas de nieve o hielo se denominan de esta manera; por ejemplo, el casquete polar del norte es un cuerpo de hielo aunque no es glaciar. Un glaciar es toda aquella masa de hielo que tiene una serie de características, principalmente una dinámica que incluye movimiento desde la altura hacia niveles más bajos y un régimen de pérdida y ganancia, definió delgado Granados. La ganancia es todo lo relacionado con la precipitación sólida (nieve, granizo, ventisca).

La altitud a la cual comienza a formarse un glaciar, depende de la latitud. Por ejemplo, a nivel de los polos, la altitud es prácticamente el nivel del mar, pero en el Ecuador los cuerpos de hielo se localizan por encima de 5 mil 700 m (metros).

El Izta. Foto: Cuartoscuro

En México, las temperaturas que favorecen la permanencia del hielo aparecen alrededor de los 5 mil 200 m. Eso significa que en cualquier montaña a esa latitud, donde hay precipitación pluvial puede encontrarse un glaciar. “Si la lluvia se precipita en algún momento del año, se transforma en nieve y poco a poco se convierte en hielo de glaciar.
Ese hielo tiene básicamente la misma estructura de la nieve, aunque hay aire contenido en su estructura, mientras que en el hielo del glaciar ha desaparecido todo el aire. De ahí que haya varias características para considerar a un glaciar como tal.

Qué pasa cuando muere un glaciar

Los beneficios que aportan estas masas de hielo son tan evidentes que a veces pasan inadvertidas, consideró el investigador. A fin de cuentas, los glaciares son cuerpos de agua aunque en forma sólida, pero en época de secas se funden por efecto del clima y aportan agua a las escorrentías sobre cuencas que irrigan; también aportan grandes volúmenes del vital líquido a los mantos acuíferos. De manera que si desaparecen los glaciares, simple y sencillamente disminuyen los flujos no hay agua.

Glaciares profundamente mexicanos

Las cumbres de tres montañas del territorio mexicano alcanzan más de 5 mil 200 m. Se trata de los volcanes Iztaccihuatl (Mujer dormida), Popocatépetl (Cerro que humea) y Citlaltépetl (Cerro de la estrella o Pico de Orizaba). Esa altitud permite la preservación de hielo.
Por lo que se refiere a la Iztaccihuatl, de 5 mil 240 m, una altitud poco favorable para conservar hielo, aunque aún se cuentan cinco zonas glaciares (uno en el pecho, otro en la “panza”, y tres en el suroriente), comparados con los once que llegó a tener hace tiempo, prácticamente ha desaparecido gran cantidad de hielo y está en una situación vulnerable. En cualquier momento el hielo remanente puede desaparecer. Está cerca del límite, advirtió el investigador.

Respecto del Popocatépetl, es un volcán situado a 5,420 m, es decir, tiene 220 metros arriba de lo que es la altitud a la cual deberían prevalecer glaciares, pero debido a la actividad eruptiva se extinguieron.

En cuanto al Citlaltépetl (Pico de Orizaba), es una montaña de 5 mil 670 m de altitud, con un sistema glacial que ha venido retrocediendo de manera paulatina, pero importante. Tiene la mayor probabilidad de sobrevivir un tiempo más aunque bajo un pronóstico reservado, puesto que ha venido cambiando el clima global. “Se piensa que pude permanecer dos o tres décadas más, previó el científico.

En general, agregó, los glaciares en general pueden compararse con instrumentos altamente sensibles. “Si la temperatura ambiente global en el planeta disminuye, los glaciares crecen; pero si por el contrario aumenta, los hace desaparecer. En el contexto mundial, los glaciares están desapareciendo, advirtió Delgado Granados, de manera diferenciada, pero en los últimos años el retroceso es notable.
En los últimos dos millones de años, el planeta experimentó cuatro glaciaciones importantes; cuando concluyó la última glaciación, alrededor de diez mil años, en México había glaciares en el Ajusco, en las sierras de Las cruces y la Nevada. Sin embargo, los hielos se fundieron y dieron origen al sistema lacustre que encontraron los antiguos mexicanos: en el centro de la Cuenca del Valle de México, en Texcoco y Xochimilco, irrigados por aguas que provenían de los glaciares.

Conforme pasa el tiempo, continuó el investigador, en el periodo posglacial la temperatura aumentó de manera natural. “Lo que no corresponde a la evolución natural es el aumento global de la temperatura de varios grados, lo se conoce como calentamiento global. Este calentamiento global se debe a las emisiones de gases de efecto invernadero causantes del incremento del ritmo natural con el que venía aumentando la temperatura ambiente del planeta.

“Hoy en día, se sabe que el ritmo es demasiado rápido y los pronósticos no se cumplieron; es decir, el planeta se encamina más rápido hacia la extinción glacial de lo que se suponía”.

Otros efectos

Eventualmente, se sentirán otros efectos, aclaró el actual director del Instituto de Geofísica. Por ejemplo, cuando desaparezcan los glaciares del Iztaccíhuatl provocarán, al mismo tiempo, un cambio en el clima local por una sencilla razón: el color claro de la nieve y el hielo reflejan la radiación solar, pero si desaparecen estas masas sólo quedará la roca desnuda que, en vez de reflejar la radiación, la absorberá. Así podría haber un aumento de temperatura adicional, lo que hace que el clima cambie en las mismas cumbres.

Esta situación, planteó el investigador, debe considerarse seriamente porque es irreversible, de ahí que el género humano tenga que buscar la manera de adaptarse a cambios: el climático, la temperatura y en el tipo de precipitación pluvial. Asimismo, evitar la erosión y para hacerlo hay que reforestar y conservar las áreas verdes.

Preservar los glaciares

El retroceso al que están expuestos los glaciares mexicanos es algo impredecible, lamentó el académico de la UNAM, porque sumado el efecto antropogénico con el proceso natural. Aun así debe alentarse el cuidando del ambiente, evitando la emisión de gases de efecto invernadero.

En México, a diferencia de otros países, los glaciares no están bajo el riesgo de la voracidad de compañías mineras para explotar los recursos minerales. No obstante, en opinión de Delgado Granados, somos testigos de la desaparición de cuerpos glaciares, por lo que “es determinante llevar a cabo tareas que permitan saber cómo se va a adaptar la población a un cambio de ambiente y de paisaje.

Preocuparse y ocuparse

Aunque los investigadores de México, en general, y del Instituto de Geofísica de la UNAM, en particular, han estudiado los glaciares mexicanos durante las últimas décadas, lamentablemente no se ha hecho de forma permanente y sostenida. “Los científicos establecieron estaciones de monitoreo pero al carecer en México de un servicio glaciológico que atienda estas estaciones, si concluye un proyecto de investigación hasta ahí llega la capacidad de mantenimiento.

“Ahora tratamos de colaborar con el Servicio Meteorológico Nacional para equiparlas y mantenerlas ya que este tipo de actividades de monitoreo de los glaciares debe ser una actividad de tiempo completo.

El reporte de las estaciones de monitoreo instaladas no es alentador: “En la Iztaccíhuatl tratamos de implementar un par de estaciones y como es zona popular de montañistas sin conciencia ambiental fueron las vandalizadas. En el Popocatépetl en razón de que prácticamente no hay glaciares, no tiene sentido instalar estaciones de monitoreo. Así que las únicas estaciones en operación son las del Pico de Orizaba. La infraestructura aún permanece, necesitamos reparar, implementar las estaciones nuevamente para que se produzcan los datos que se requieren.

“Es tiempo en que la población deje de escuchar lo que tienen que decir los científicos acerca del ambiente y la forma en que el clima se está modificando. Más allá de preocuparse por los datos científicos, hay que ocuparse mejorar las condiciones ambientales, que vamos a heredar a las generaciones que vienen. Ellos verdaderamente experimentarán la herencia de estos riesgos ambientales”, concluyó

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