La noche, lejos de ser un tiempo inactivo o muerto, fue todo lo contrario: un momento donde salvar vidas requería presencia médica continua
POR NADIA MENÉNDEZ DI PARDO
Entre 1920 y 1940, las salas de urgencias y servicios de socorro de la Ciudad de México atendieron proporcionalmente más emergencias durante la noche que en el día. Diversos relatos de la época y análisis históricos sugieren que este fenómeno no fue casual, sino resultado de una combinación de factores médicos, sociales e institucionales. Durante las noches, los servicios de urgencia atendían sobre todo casos traumáticos y agudos repentinos.
La Secretaría de Salubridad reportó en múltiples informes de los años treinta que los servicios hospitalarios carecían de infraestructura específica para atención nocturna, lo que motivó a realizar reformas graduales para ampliar pabellones de observación continua y mejorar la cobertura nocturna (Departamento de Salubridad Pública, 1938). En 1935, se formalizó la Jefatura de Servicios Médicos del Distrito Federal, responsable de coordinar los nuevos puestos de socorro urbanos, y en 1943 se inauguró el Hospital de la Cruz Verde. (Secretaría de Salud CDMX, 2020).
Existían diferentes tipos de ingresos a las salas de urgencias, traumas por violencias y otros padecimientos agudos que tendían a manifestarse o agravarse durante el horario nocturno, como los cólicos abdominales, las crisis asmáticas o las intoxicaciones por alcohol. Las estadísticas médicas detalladas presentan que el flujo de pacientes de urgencia aumentaba al caer la tarde y en la noche (Martínez del Ángel et al., 2006).
Las estadísticas documentadas por la Gaceta Médica de México revelaban un mayor número de internamientos nocturnos por heridas y fracturas, muchas asociadas a accidentes de tránsito o conflictos en espacios de socialización nocturna (Gaceta Médica de México, 1932). Además, estudios clínicos realizados por médicos del Hospital General de México indicaban un repunte de padecimientos gastrointestinales agudos en horario nocturno, como gastritis hemorrágicas y apendicitis (González, 1937). Otros reportes ponían que los ingresos por insuficiencia cardíaca, neumonía y crisis asmáticas se incrementaban entre las 10 de la noche y las 4 de la mañana, especialmente durante los meses fríos, cuando los domicilios carecían de calefacción adecuada (López Serdán, 1939).
Un caso particular fue el que analizó el Dr. Ignacio Chávez (1934), quien reportó que la mayoría de los infartos agudos atendidos en el Hospital General ocurrían durante la noche, coincidiendo con el descenso de la temperatura corporal y las variaciones del sueño. A su vez cabe destacar que las condiciones sociales del periodo promovían el uso del espacio público durante las noches, sobre todo en colonias populares donde las viviendas eran pequeñas y compartidas.
El hacinamiento en vecindades y la falta de servicios domiciliarios hacían que muchas actividades domésticas, reuniones familiares y recreación se realizaran al aire libre. (Ramírez Rancaño, 1989). Este uso nocturno del espacio colectivo implicaba una mayor exposición a accidentes y conflictos vecinales, lo que muchas veces terminaba en sujetos malheridos por arma blanca, ingresados en las salas de urgencias.
En cuanto a las prácticas laborales, una gran parte de la población trabajaba en jornadas extendidas y posponía la atención médica hasta la noche. En un artículo publicado en Salubridad y Asistencia, el doctor Carlos Sodi Romero (1935) menciona que los obreros evitaban faltar al trabajo, retrasando el cuidado de dolencias hasta el final del día, lo que se traducía en cuadros clínicos más graves al momento de su ingreso. La Cruz Roja Mexicana estableció en 1923 su primer servicio de ambulancia permanente con cobertura nocturna, atendiendo llamados directos desde las estaciones de policía o por mensajes telegráficos enviados por ciudadanos (Archivo Histórico de la Cruz Roja, 1924).

El servicio fue complementado en 1935 con la incorporación de personal femenino capacitado para asistir partos de emergencia durante la madrugada (Archivo Histórico de la Cruz Roja, 1936). En un documento del Departamento de Salubridad Pública (1938) reporta que en ese año los ingresos hospitalarios nocturnos representaban el 42% del total, con mayor prevalencia en días festivos o fines de semana. Ante esta tendencia, se recomendó ampliar la infraestructura nocturna de observación y habilitar pabellones de atención continua, aunque la ejecución de estas propuestas fue lenta por falta de presupuesto.
Desde 1909, el Puesto Central de Socorros brindaba atención inmediata a accidentados y lesionados de la vía pública (Secretaría de Salud CDMX, 2020). Dirigido por el Dr. Leopoldo Castro y vinculado a la policía, contaba con sala de cirugía, curaciones y aseo para el personal (Secretaría de Salud CDMX, 2020). En 1911, los servicios se desligaron de la policía y pasaron a llamarse Servicios Médicos de la Cruz Verde, nombre tomado de la calle Cruz Verde donde se ubicaban. Esta institución pública precedió a la Cruz Roja Mexicana y brindaba atención permanente en la ciudad (Secretaría de Salud CDMX, 2020).
En 1931, los médicos fueron adscritos al Departamento del Distrito Federal. Para 1933-1934 se establecieron nuevos puestos de socorro en Balbuena, Tacuba, Mixcoac y Portales, exclusivamente para traumatizados (Secretaría de Salud CDMX, 2020). En 1935, se formalizó la Jefatura de Servicios Médicos, y en 1943 se inauguró el Hospital de la Cruz Verde, hoy Hospital General Dr. Rubén Leñero (Secretaría de Salud CDMX, 2020). Los hospitales generales, como el Hospital General de México y el Hospital Juárez, no contaban con áreas de urgencias formales. Las emergencias eran atendidas por médicos internos o residentes en turno nocturno (Hospital General de México, 2023). Estas guardias, aunque insuficientes, garantizaban atención continua (Hospital General de México, 2023).
La Cruz Roja Mexicana también operaba ambulancias las 24 horas, activadas por aviso ciudadano o policial, sin un número de emergencia unificado (Secretaría de Salud CDMX, 2020). La mayor frecuencia histórica de urgencias médicas nocturnas en la Ciudad de México (1920-1940) fue resultado de la interacción de las patologías prevalentes, las dinámicas sociales urbanas y la respuesta institucional. Las autoridades médicas y sanitarias respondieron con una red de puestos de socorro, guardias médicas permanentes y, eventualmente, un hospital de urgencias.
La noche, lejos de ser un tiempo inactivo o muerto, fue todo lo contrario: un momento donde salvar vidas requería presencia médica continua, evidenciando su continuidad hasta el día de hoy.
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