Libre en el Sur

JUVENTUD COMO SISTEMA / Esperanzas y realidades

POR DINORAH PIZANO OSORIO

Estudios en materia de psicología cognitiva y neurociencia establecen, con algunas mínimas diferencias entre sí, que los seres humanos poseemos unas 88 mil millones de neuronas, cada una conectada con otras 10 mil. Entre ellas generan conexiones sinápticas, los estímulos que conforman nuestras ideas, conciencia, estadios mentales. Dicha relación ningún científico o instrumento la ha podido ver, medir, cuantificar, pero sabemos que ocurre.

Una de las funciones, herramientas, que confieren al hombre dichas conexiones es la posibilidad de forjar la idea del yo transformador en determinado tiempo y espacio. Es un proceso complejo que comienza con la conformación de la estancia autobiográfica y la interrelación con aquello fuera de nosotros pero que nos influye, condiciona, determina.

 

Asimismo posibilita que como seres sociales emprendamos un camino que representa una condición única para el homo sapiens-sapiens (por lo menos hasta el día de hoy), me refiero a la introspección. Evaluar el entorno para razonarlo, enriquece nuestro mapa de conceptos, los modifica y cimenta nuestra idea de realidad.

Lo anterior guarda relación con algunos conceptos que encontramos en la narrativa nacional y que considero son susceptibles de explorar con mayor amplitud. Por ejemplo, la esperanza. Dotarla de significantes es una labor que implica trabajar todos los días, y las relaciones con altos componentes de solidaridad pueden representar un buen comienzo. ¿Por qué? porque la combinación de ambos podría esbozar alguna ruta para atacar el principal problema de las sociedades actuales: la desigualdad.

A decir de F. Dubet, “Los lazos y sentimientos de solidaridad no son datos naturales de la historia y la cultura, aunque se tienda a percibirlos de este modo. Son el producto de largas construcciones económicas y políticas, pero también de prolongadas construcciones de relatos que terminan por forjar los imaginarios de la fraternidad necesarios para los progresos de la igualdad”.

Las herramientas que la ciencia política construyó durante el siglo reciente nos indican que cuando participamos de una relación social en el marco de la democracia representativa, la única manera de conseguir cambios significativos y encauzar los pactos sociales con mayores grados de humanidad radica en involucrarnos en los asuntos públicos. Contextos como el nacional demanda articular esfuerzos desde la ciudadanía para nutrir las esperanzas y modificar las realidades menos favorecidas. Buscar disminuir la desigualdad, con profunda solidaridad es tarea de todos, con independencia de filias de carácter político.

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