En cada vez mayor número de habitantes de la delegación Benito Juárez existe una condición que los unifica: la defensa del patrimonio. Desde hace cuatro años se multiplican y crecen los casos en que vecinos y colonos sufren afectaciones repentinas e irreversibles a causa de nuevas construcciones. La circunstancia alcanza el perjuicio de derechos humanos y la situación corre el riesgo de escalar.
La problemática generada por la operación de compañías inmobiliarias cuya lógica de acumulación las lleva a emprender como práctica el despojar del territorio a los pobladores de colonias como General Anaya, Xoco, Santa Cruz Atoyac, Portales, entre tantas otras, ocasiona que día con día hombres y mujeres dispongan tiempo y energía para, en principio, vincularse, reconocerse y asociarse.
Para nadie es ajeno observar que donde existió una casa habitación de dos plantas la cual albergaba a cinco personas hoy se erijan edificios de departamentos. El calvario que ello representa para aquellos cuya propiedad colinda o está cerca de las obras es por muchos conocido: excavaciones, polvo, ruido de maquinaria, humo tóxico producto de las plantas de diésel, daños estructurales y el comienzo de un largo camino por la defensa del patrimonio.
Paulatinamente el escenario de tranquilidad propio de nuestra delegación cambió y miles de familias entraron a un terreno desconocido. Tomó tiempo incorporar al lenguaje cotidiano conceptos como “polígonos de actuación”, “transferencia de potencialidades”, “gentrificación”, “agua por tandeo”, que ganaron espacio en charlas, mesas y reuniones. Aparecieron incluso situaciones sin espacio en el horizonte de vida de nuestros vecinos: clausuras ciudadanas, toma de calles, marchas y diversas expresiones.
Tampoco, y derivado del endeble desempeño de la economía nacional, fue extraño observar la pauperización de las propiedades. Cada que inicia una obra, casi como lúgubre banderazo, miles de vecinos tienen que designar parte del ingreso a reparar techos, paredes, banquetas, fachadas, ventanas. El impacto negativo en materia económica es cuantioso y casi incosteable. Como corolario, el intento por resarcir el daño plantea una disyuntiva: acudir a trabajar o peregrinar por diversas instancias y pugnar por justicia.
La población afectada está compuesta por profesionistas, pequeños empresarios, académicos, adultos mayores, familias tradicionales cuyo arraigo, apropiación de espacios y calidad de vida se fractura, se diluye.
Existe hoy una toma de conciencia subjetiva, una nueva forma de vincularse ante el drama actual donde los únicos ganadores son los corporativos financieros e inmobiliarios. Las demostraciones de carácter por parte de los habitantes de las colonias referidas, en términos de preservar el patrimonio producto de años de trabajo y mantener entornos de convivencia idóneos, son un asunto el cual celebro y acompaño. En posteriores entregas profundizaré respecto a esta problemática que nos atañe a todos.
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