Libre en el Sur

La historia de la Nueva Jerusalén, en Michoacán, contada por Francisco Ortiz Pinchetti

Desde hace algunas semanas, un pequeño poblado de Michoacán ha cobrado celebridad y atención mediática. En la comunidad denominada Nueva Jerusalén, un grupo de pobladores derribaron la escuela primaria del pueblo “porque así lo pidió nuestra Santísima Virgen”, hecho que hizo aflorar una profunda disputa por el control de esa singular congregación religiosa fundada hace cuatro décadas. El actual director de Libre en el Sur, entonces reportero del semanario Revista de Revistas editado por el periódico Exclélsior, viajó al pueblo de Puruarán para escribir la historia de las apariciones de la Virgen del Rosario a una viejita vidente, Gabina Romero, que dieron origen a esa insólita comunidad. Su texto se publicó el 23 de octubre de 1974, hace 38 años. Estos son fragmentos del reportaje.

El portento que dio origen a la Nueva Jerusalén
Por Francisco Ortiz Pinchetti
Puruarán, Michoacán. Los ojos alucinados de Gabina Romero parecen no pertenecer del todo a ese rostro imperturbable –erosionado por 68 años de vida—que los enmarca. Desde las hondas cavidades, sus pupilas ambarinas muestran una mirada amarga, mitad angustia, mitad resignación, mientras las manos y los ojos y los cuerpos y los llantos y las voces de los peregrinos la envuelven, la colman de ruegos.
Gabina accede sin escucharlos. Han sido ya demasiados los encar5gos que ha tenido que llevar a cuestas y ahora cumple con una obligación que le pesa cada vez más, pero sin que esas lágrimas logren conmoverla.
–Mi niña, Gabinita: ¡dile que alivie a mi niña!
–Por favor Gabinita: pídele por mis hijos!
–No se te o0lvide: somos peregrinos de Jacona que venimos llenos de necesidades. ¡Dile que nos ayude!
–¡Gabinita! ¡Gabinita!…
Habían pasado ya 16 meses desde la tarde en que Gabina Romero llegó hasta la sacristía de la iglesia de San José, en Puruarán, su pueblo, y emocionada hasta el delirio relató al párroco Nabor Cárdenas su encuentro con la Virgen del Rosario.
Dos meses había resistido la anciana campesina michoacana antes de acceder al fin a convertirse en intermediaria entre la Virgen y el mundo, lo que significaba también aceptar ser la esclava de aquella señora que una mañana de junio se le apareció a la sombra de un árbol entre los maizales del cerro, para hacerla responsable del destino de la humanidad. Su primera encomienda era precisamente convencer al padre Nabor del prodigio y hacer que se sumara a la tarea sublime de salvar a México y al mundo. Grave era el mensaje: la maldad, la podredumbre, el pecado, han provocado la ira de Dios, que ha decidido castigar a los hombres hasta el exterminio. Madre Amantísima, la Virgen María ha venido al mundo para prevenir ese fin apocalíptico e intentar en última instancia mover las conciencias y hacer que, a través del santo rosario, hombre y mujeres de buena voluntad logren detener los castigos divinos.
–Es una cruz muy pesada la que me ha tocado cargar –dice Gabinita.
El padre Nabor no tardó en avalar las apariciones y en convertirse en su primer defensor y promotor. Armado con el valor de San Miguel y la espada de san Roberto, se lanzó a una cruzada desesperada: la defensa de la fe, para salvar al mundo.
El milagro de Puruarán
Puruarán es un pueblo de campesinos situado en el balcón verde que desde la meseta tarasca desciende espectacularmente entre cañaverales hacia la tierra caliente michoacana. Un pueblo quieto, amodorrado bajo el sol, en el que nada tan importante había ocurrido jamás. Políticamente, Puruarán pertenece al municipio de Turicato y en lo eclesiástico su parroquia está en jurisdicción de la diócesis de Tacámbaro, población distante unos 30 kilómetros a través de una carretera angosta que se desenvuelve y baja como serpentina hacia la tierra caliente michoacana. Un pueblo quieto, amodorrado bajo el sol, en el que nada tan importante había sucedido jamás.
Políticamente, Puruarán pertenece al municipio de Turicato y en lo eclesiástico su parroquia está en jurisdicción de la diócesis de Tacambaro, población distante unos 30 kilómetros a través de una carretera angosta que se desenvuelve y baja como serpentina entre laderas húmedas y pródigas. El pueblo cuenta con unos siete mil habitantes, dedicados casi todos a la agricultura. La caña de azúcar es el cultivo primordial y existe un ingenio ejidal. A unos cuantos kilómetros del pueblo, en terrenos de temporal que los ejidatarios dedican al cultivo del maíz, ocurrió el portento.
El lugar es de fácil acceso por una brecha, recorrida por varios miles de peregrinos que en el transcurso del año último han acudido hasta la ermita que se erigió ahí. Ese fue, después de su propia aparición, el primer milagro de la Virgen: unos 40 albañiles de Puruarán que acudieron al llamado del padre Nabor para que se cumplieran los deseos de la Señora, edificaron la capilla en un solo día. Nadie cobró un centavo por la tarea privilegiada de construirle un recinto a la Santísima Madre de Dios para que ahí escuche las súplicas de sus hijos.
La Virgen está ahí, ¡viva!, encarnada en el cuadro que representa la forma en que fue vista por la viejita –asegura el padre Nabor.
Los deseos de la Virgen
Los relatos de Gabina Romero no tardaron en conmocionar la vida sencilla y rutinaria del pueblo. La vieja había visto a la Virgen y la Virgen le había entregado el mensaje de salvación. Y Puruarán había sido el lugar escogido por Nuestra Señora para tan trascendente empresa. El pueblo hizo suyo el prodigio. Encabezados por su párroco, los campesinos se entregaron a la oración y al cabal cumplimiento de los designios de la Madre Santísima. Pronto la noticia de la maravilla trascendió más allá de los cañaverales del ejido y atrajo visitantes de Tavera, Cahulorte, Tiricato y otros poblados vecinos, hasta llegar a Tacámbaro.
El propio padre Nabor relató lo ocurrido, con lujo de detalles, al obispo José Abraham Martínez, un anciano de mermada salud que lo escuchó con atención y paciencia. Poco después estallaría la guerra… Mientras el milagro de Puruarán se hacía célebre y el número de devotos que acudían hasta la ermita crecía y crecía en forma incontenible, alentado por el fervor de las prédicas –verdaderas arengas—del padre Nabor, el obispo actuó con cautela. A primera vista, el milagro no parecía tan claro como para ser tomado en serio; pero tampoco era tan absurdo como para no ser siquiera atendido. La diócesis de Tacámbaro –cuya feligresía toda se estremecía ya ante la noticia de las apariciones—emprendió una lenta, cuidadosa investigación del caso.
Hasta la fecha, Gabinita ha referido tres encuentros personales con la Virgen, a partir del 7 de junio de 1973. Aunque las visiones han sido escasas, la comunicación entre la Señora del Rosario y la viejecita del rebozo pardo ha sido casi ininterrumpida, cotidiana, A través de “mensajes”, la Virgen comunica por boca de la mujer sus deseos y sus instrucciones. Así por ejemplo, pidió la edificación de su ermita, la difusión de sus apariciones, la creación de las murallas humanas que, mediante el rezo del rosario, detengan los castigos que Dios ha decidido mandarnos, y la formación de un singular ejército de soldaditas, niñas y jovencitas catequistas dispuestas incluso a morir en defensa de la fe y de la Virgen.
Cada nuevo mensaje de la Señora acrecentaba la devoción de los feligreses, que en un momento dado llegaron a ser casi la totalidad de los habitantes de Puruarán. Los empleados del ingenio, por ejemplo, no hablaban de otra cosa durante las horas de labor, y hubo casos de gente que faltaba a su trabajo para ir hasta la ermita a adorar a la Virgen y exponerle sus necesidades. La devoción envolvió a Tacámbaro, llegó a Arios de Rosales, se hizo sentir en Pátzcuaro y se conoció en la mismísima Morelia.
Por eso la conclusión a la que llegó el obispo Martínez al término de la investigación cayó como agua helada sobre las almas incendiadas por el fuego de una fe nueva: el milagro de Puruarán no era tal. Era una historia falsa, producto de la mente enferma de Gabina Romero y de la paranoia del padre Nabor Cárdenas. (Foto: www.cuartoscuro)
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