CRÓNICA DE ADRIANA RODRÍGUEZ
La muerte, la ‘niña blanca’ visitó nuevamente la capital del país durante el desfile de Día de Muertos que recorrió de la Estela de Luz al Zócalo capitalino acompañada de catrinas, dejando el aroma del copal y flor de cempasúchil a su paso, esta ocasión para recordar a los migrantes que perdieron la vida.
Poco a poco uno de los eventos más esperados en la ciudad recibió a sus visitantes, inclusive de otras entidades de la república y de otros países. Conforme transcurrían las horas, más gente llegaba y pronto el corredor Reforma-Centro Histórico. Eran tantos, que hubo quienes pensaron que lo mejor era treparse a las casetas telefónicas o a donde se pudiera para tener vista preferencial.
Llegaban por las estaciones del Metro Hidalgo, Juárez y Bellas Artes. Según cifras del Gobierno local, a esta fiesta se sumaron un millón 500 mil personas, muchas de ellas disfrazadas de calaveras, catrines, monjas aterradores, aunque también se coló uno que otro monstruo.
“¡Llévate la corona de flores!” Gritaba una mujer que al igual que muchos otros, aprovechó este momento para vender. Máscaras, antojitos, bastones para celular, playeras, capas para la lluvia… En el desfile se pudo encontrar de todo.
Lucía, una joven de 27 años proveniente del estado de México, aguardaba cerca del Hemiciclo con todo un armamento de maquillaje para transformar los rostros de las personas por solo 50 pesos.
“Me gusta el maquillaje y más el de caracterización por eso vine para ofrecer mi servicio a la gente que no tuvo tiempo o no sabe cómo caracterizarse”, comenta mientras sus trazos dan vida a una espeluznante calavera.
A ratos, en los que llega algún cliente, trata de observar entusiasmada el paso de los carros alegóricos. Grita, aplaude, se emociona.
Fue a las 16:00 horas que arrancó el desfile. La tarde se mantuvo con un clima agradable, sin un sol que quemara. Sin embargo, alguna que otra nube amenazaba con lluvia, pero aun así la zona estuvo llena hasta el último instante.
Los que empezaron a llegar alrededor de las tres de la tarde ya comenzaban a peregrinar y con la mirada buscaban un huequito que les permitiera ver lo más tranquilamente posible el evento.
“¡Mira, mamá! ¡Ahí viene ya!”, gritó un niño de unos ocho años con el rostro pintado mientras señalaba cómo a lo lejos comenzaban a observarse botargas de tortugas y ballenas voladoras. En ese momento la gente se arremolinó entre gritos de entusiasmo para ver el arranque del desfile.
Junto con las tortugas y las ballenas aparecieron los colibríes y las mariposas como parte de este homenaje a los seres migrantes.
Los carros alegóricos que atravesaron Reforma, Avenida Juárez y la calle 5 de mayo con sus calacas gigantes asombraron una vez más a los espectadores y dando paso a Chavela Vargas -con todo y su guitarra-, Gabriel García Márquez, Luis Buñuel y Remedios Varo, que aparecieron para recordar a los artistas que encontraron un hogar en México. No podían faltar las tétricas Adelitas con escopeta en mano, listas para acabar con el enemigo.
De pronto, una gran cama comenzó a recorrer las calles de la ciudad. En ella posaba una monumental figura representando a una de las artistas más relevantes de México, Frida Kahlo, quien permaneció buena parte de su vida precisamente así, recostada, sujeta al dolor físico pero con alas pa’ volar.
El recorrido de siete kilómetros se dividió en dos segmentos: ‘La Vida es un Viaje’ y ‘De la Tradición al Futuro’ y con él se rindió tributo a todas aquellas personas que en su tránsito hacia otras tierras han perdido la vida.
Al son de diversos géneros musicales representativos de comunidades migrantes que han llegado a México, las calacas bailaron y gozaron hasta que se abrió paso al carro alegórico Xochiplil, inspirado en el Dios de las Flores prehispánico para cerrar el desfile, pero la fiesta siguió en el Zócalo para admirar el altar.
“Disfruta de la vida, hay mucho tiempo para estar muerto”, se lee en el mensaje que una pareja –él de charro y ella de Adelita- llevaba consigo. “Es cierto” murmuró una mujer al ver el colorido cártel.
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