Con el paso de los años, mucho de las tradiciones navideñas de la ciudad de México, y particularmente de nuestra delegación, se han perdido irremediablemente. Es bueno ahora recordarlas… con la debida nostalgia.
Especial/Libre en el Sur
A la vez en que una avalancha mercantil satura todos los espacios de la ciudad en estos días, paradójicamente, la Navidad tradicional mexicana pierde cada año una parte importante de su esencia. Las festividades decembrinas se desdibujan de manera irremediable y su lugar lo ocupan manifestaciones artificiales, como de plástico, que en general tienen muy poco que ver con nuestra historia, nuestras tradiciones y nuestra idiosincrasia.
Todavía hace no muchos años, el centro histórico de la ciudad era el ámbito natural de estas celebraciones. Los grandes almacenes como El Puerto de Liverpool (fundado en 1847), El Centro Mercantil (construido entre 1885 y 1899, hoy Hotel de la Ciudad de México), Al Puerto de Veracruz, y Astor (incendiada en 1978), entre otros, se veían colmados de compradores que buscaban los regalos para familiares o amigos y también ropa y juguetes para los niños, se veían figuras para el Nacimiento, esferas para el árbol de Navidad, adornos de papel, piñatas y frutas para rellenarlas: jícamas, mandarinas, limas, cañas, tejocotes. ¡Y olía Navidad! En las esquinas de Madero, Bolívar, Cinco de Mayo o Independencia eran infaltables las vendedoras de castañas con sus anafres y sus comales, que hicieron una tradición de su pregón: “¡castaña asada, castaña!”.
A finales de los años cincuenta y principios de los 60, cuando Ernesto P. Uruchurtu fue regente de la ciudad, un atractivo de esta época en la capital del país era la llamada “iluminación”, que consistía en la colocación de millares de hileras de foquitos de colores y figuras navideñas no sólo en el Zócalo, como ahora, sino en todas las principales calles y avenidas de la ciudad, incluidas las avenida Juárez e Insurgentes y el Paseo de la Reforma. En la zona de la Alameda Central se instalaban también romerías para la venta de juguetes y adornos navideños, al lado de decenas de personajes vestidos de Santa Clós, primero, y de Reyes Magos, después, para que los pequeños se tomaran la foto con ellos. Muchos recordarán asimismo las escenas navideñas con movimiento en los aparadores de la H Steele y la empresa Nieto y Compañía, en la avenida Juárez, junto al Hotel Regis.
En los barrios tradicionales de la ciudad, mientras tanto, no podían faltar las nueve posadas que recordaban el peregrinar de la Virgen María y San José en busca de un lugar donde naciera Jesús. Estas celebraciones eran organizadas en los atrios de las iglesias, pero también en muchas casas y vecindades se llevaban a cabo con la participación de los vecinos del rumbo. En todos los casos se realizaba la tradicional procesión con las figuras de los peregrinos, durante el cual los participantes llevaban velitas encendidas, el rezo de la letanía y el pedido de la Posada frente al portón escogido para ello. Posteriormente, bienvenidos los peregrinos, se quebraban las piñatas, se quemaban luces de Bengala y se repartían dulces y rico ponche calientito con piquete…
Otra tradición que se ha ido perdiendo es la instalación del Nacimiento, del que llegó a haber versiones verdaderamente célebres en la ciudad, como el que durante medio siglo instaló el poeta tabasqueño Carlos Pellicer en su casa de Las Lomas de Chapultepec, los varios belenes que se ponían en casas de diversas colonias de nuestra actual delegación Benito Juárez, como la Del Valle, Narvarte, Portales y otras, y que podían ser visitadas libremente. Por cierto, se atribuye a los frailes franciscanos que fundaron el convento y el templo de Santo Domingo de Guzmán, en Mixcoac, el haber sido los introductores para fines evangelizadores de esta tradición iniciada en Europa por San Francisco de Asís. Hoy, esa bella costumbre se limita al ámbito familiar, privado, si acaso.
También en nuestra demarcación fue célebre el gran árbol de Navidad de Liverpool, que cada año desde 1961 era un a tractivo para los habitantes de toda la ciudad y para muchos visitantes del resto de la República. En la explanada que existía frente a esa tienda, sobre el actual Eje 7 Sur Félix Cuevas en su esquina con Insurgentes Sur, se levantaba cada vez en una versión diferente ese ícono característico de nuestras fiestas decembrinas que a partir de la construcción de la malograda Línea 12 del Metro dejó de instalarse en 2009. Ese árbol enorme, que se instaló durante 47 años ininterrumpidos a partir de la inauguración de esa tienda departamental, competía en celebridad y tradición con el famoso Santa Clós de la tienda Sears de San Luis Potosí e Insurgentes, en la colonia Roma. Año con año desde 1955, un muñeco mecánico, barbón vestido con su traje rojo y blanco y tocado por su gorro, sentado en el aparador de la transitada esquina, no paraba de reír durante todo el día y parte de la noche para diversión de los chiquillos que eran llevados hasta ahí por sus padres también desde diversos puntos de la ciudad capital. Eran otros tiempos, ni hablar.
(Fotos: La Ciudad de México en el Tiempo / Facebook)
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