De niño Octavio Paz vivió en la casa de su abuelo, don Ireneo, en San Juan Mixcoac, justo frente a lo que hoy es la Plaza Valentín Gómez Farías. Ya consagrado como poeta y ensayista, relató muchos años después cómo fue él quien descubrió lo que es el tesoro prehispánico de la delegación Benito Juárez: La zona arqueológica de Mixcoac. “Una mañana de asueto, durante un paseo con mis primos por las afueras del pueblo, tropezamos con un montículo que nos pareció ser una diminuta pirámide”, contó Paz en un texto seleccionado por Guillermo Sheridan y publicado en el periódico Reforma en abril de 1994. “Regresamos alborozados y contamos nuestro hallazgo a los mayores. Sonrientes movieron la cabeza: creyeron que se trataba de otra invención de María Luisa, una de mis primas que había creado toda una mitología de seres misteriosos. Sin embargo, a los pocos días nos visitó el arqueólogo Manuel Gamio, amigo antiguo de nuestra familia. Oyó sin inmutarse nuestro relato y esa misma tarde lo guiamos hacia el sitio de nuestro descubrimiento. Al ver el montículo nos explicó que probablemente era un santuario consagrado a Mixcoatl, divinidad que dio nombre a nuestro pueblo antes de la conquista”.
De la zona arqueológica sólo se conserva en la actualidad una pequeña parte del área ceremonial del sitio, el cual presenta tres periodos constructivos muy bien definidos que datan del Postclásico. Se puede apreciar el recinto sacerdotal, una tina de baño y la gran plataforma ceremonial. También un área que sepresume pudo servir como “piedra de los sacrificios”, a un costado del basamento principal. Lamentablemente, la importancia histórica del centro contrasta con la falta de difusión necesaria, aún para que los juarenses lo conozcan y valoren; el proyecto de un museo que exponga en el mismo lugar piezas de obsidiana y barro que fueron encontradas desde los años 80 del siglo pasado, ha quedado pospuesto indefinidamente por falta de presupuesto. Al recinto de Mixcoatl –que carece hasta de letreros que lo identifiquen— no hay acceso libre; sin embargo quien lo solicite a los vigilantes puede ingresar diariamente entre las 8 de la mañana y las 6 de la tarde. El lugar luce con prados bien cuidados y las ruinas, si bien quedaron reducidas tras la conquista, presentan muchos elementos originales. Pero también está triste y solo, entre el ruido de los autos que pasan por el Periférico a gran velocidad.
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