En el inmenso CUPA, proyectado por el arquitecto Mario Pani con 1,080 viviendas que fueron construidas entre 1947 y 1949, el daño provocado por la pandemia ha sido menor gracias a la organización de sus habitantes.
TEXTO Y FOTOS: FRANCISCO ORTIZ PARDO
Al terminar la mañana del tercer día de verano del año de la pandemia, el convivio de almuerzo de un pequeño grupo de empleados de limpieza del Hospital 20 de Noviembre irrumpe en la quietud de la explanada, mojada por la lluvia que cayó durante toda la noche, en el Centro Urbano Presidente Alemán.
Ese impresionante conjunto, un “trasatlántico” de 1,080 camarotes, como algún día metaforizó uno de sus moradores, diseñado hace más de 70 años por el genial arquitecto Mario Pani con base en un modelo de vivienda francés, y que ha resistido los terremotos y a la drástica transformación de la ciudad a lo largo de las décadas, hoy vuelve a sorprender por su saldo prácticamente blanco frente al virus más letal de nuestros tiempos.
“La idea fue evitar el ingreso de gente de afuera”, explica Narciso Gallegos, presidente de la asociación de pensionados y jubilados y vecino del Multi.
Los administradores de cada uno de los edificios y los encargados de las amplísimas áreas comunes se han puesto insospechadamente de acuerdo ante la amenaza, y hoy son un ejemplo de protección sanitaria y solidaridad en la alcaldía Benito Juárez y toda la ciudad.
Así, han mantenido a flote la vida, con un solo deceso, curiosamente de una persona más bien joven en un lugar que concentra a gente mayor.
Si bien en los parques de toda la demarcación no se permite el ingreso a las áreas de juegos infantiles y gimnasios, en el Miguel Alemán (CUPA) han sido más radicales y se prohíbe también el uso de las bancas en pasillos y jardines.
Desde la tercera semana de marzo, en que comenzó la cuarentena, se suspendió el tianguis que llegaba a instalarse en las canchas los miércoles y los viernes; y los partidos de una liga de futbol que jugaba ahí cada sábado. “La idea fue evitar el ingreso de gente de afuera”, explica Narciso Gallegos, presidente de la asociación de pensionados y jubilados y vecino del Multi, como le llaman cariñosamente sus habitantes.
En su diseño original, Mario Pani planeó este gran centro urbano justamente como una pequeña ciudad para familias de clase media (lo habitarían en primera instancia burócratas). Nunca fue propósito ser una unidad de interés social, para gente de escasos recursos, sino que sus familias convivieran en un entorno decoroso, con alberca, tiendas, mercados, biblioteca, escuelas…
Al paso de los años el ISSSTE abandonó la administración del conjunto y fue ahí donde, por la diferencia de criterios entre los habitantes de los diferentes edificios, la gestión de cada administrador se volvió desigual y vino una etapa de decadencia. A tirones, con el tiempo el navío ha ido recuperando al menos parcialmente su belleza original, con el apoyo de las autoridades locales y políticos de todos los partidos que han descubierto en el sitio un semillero de votos. Se rehabilitaron fachadas, balcones y pasillos, se arreglaron sus jardínes, se montaron modernos juegos infantiles y un gimnasio al aire libre.
La tradicional disputa entre los diferentes administradores de las áreas comunes y de los 12 condominios que son en total, ha tenido una tregua de sobrevivencia en medio de la pandemia, y la organización se ha dado como mágicamente. Los accesos al CUPA por las calles que lo circundan (Félix Cuevas, Avenida Coyoacán, calle Parroquia y calle Adolfo Prieto) son cerrados diariamente a las 11 de la noche y reabiertos a las 7 de la mañana.
Hoy, en pleno confinamiento, están funcionando las tienditas de barrio que ahí mismo sobreviven ante la vorágine de la modernidad; también la tintorería, la lavandería, un expendio de pan, el mercadito con su pollería y su carnicería. También operan fondas y pequeños restaurantes del lugar, que surten comida para llevar, así como tres farmacias, una de ellas del ISSTE, que abastecen los medicamentos esenciales para la salud de los moradores, muchos de ellos personas mayores.
Por gestión de la coordinación del Comité Ciudadano del centro, las autoridades de la Alcaldía han enviado en tres ocasiones personal para sanitizar los espacios abiertos. Cada administrador de condominio se ha responsabilizado de la limpieza cotidiana de los elevadores (en edificios de 13 pisos se vuelve imprescindible su uso).
Narciso Gallegos informa que en el Multi habitan unos 300 jubilados, y 110 forman parte de la asociación que él preside y que tiene sus oficinas en el mismo complejo. “Salen poco, han procurado mantenerse aislados”, explica. Al sol del mediodía de este lunes, que comienza a secar los charcos del aguacero, camina por uno de los pasillos, muy lentamente, una anciana con cubrebocas. Va sola.
Apenas el susurro de algunas cuantas personas que coinciden en las compras de alimentos en los locales del edificio G es capaz de alterar el canto de los pájaros, que se ha vuelto más coral. Junto a los elevadores del edificio C hay dos mujeres que atienden sendos puestos de frutas y verduras. No hay peligro: todo se hace con precaución. Los compradores no se juntan, cuidan su distancia, van cubiertos.
Gallegos explica que al no ser necesario para la gente salir a otros lugares a realizar sus compras –“algunos piden a domicilio cosas del Wal-Mart o del Superama”, acota–, la exposición y el riesgo es menor.
La pequeña ciudad que soñó Mario Pani es hoy efectiva para contener el embate del coronavirus.
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