Publicamos este texto a la memoria y como homenaje a su autora en el primer aniversario de su fallecimiento, acaecido el 10 de febrero de 2022. Forma parte de los materiales periodísticos que publicó en la que sería la etapa final de su destacada actividad profesional, como columnista semanal de Libre en el Sur. Se trata de un bello relato de amor, originalmente publicado el 24 de febrero de 2021, en plena pandemia de Covid-19.
POR REBECA CASTRO VILLALOBOS
No puedo evitar tener sentimientos encontrados este día, cuando mi pareja y yo celebramos nuestro Veinticinco Aniversario en medio de una pandemia que nos impide, a diferencia de otros tantos años, festejar presencialmente esta tan significativa fecha para nosotros.
Y sí, recordando a ese extraordinario cantautor que fue Luis Eduardo Aute, nuestra relación se dio por una verdadera coincidencia. Ninguno de los dos pensamos que un cívico Día de la Bandera nos encontraríamos en el bautizo de Abril, hija de nuestra querida amiga Verónica, y que sería el comienzo de una larga relación, de la cual nunca como hoy doy inmensas gracias a Dios y a la Virgen.
En varias ocasiones me han cuestionado cómo es que hemos logrado mantener la relación por tanto tiempo, sobre todo a la distancia. En un principio, sarcásticamente, mi respuesta era que precisamente la lejanía nos conservaba unidos, toda vez que por lo regular nos veíamos una o dos veces al mes sin tener una obligada convivencia diaria, salvo los viajes anuales que realizábamos; aunque a final de cuentas eran por cortas temporadas.
Durante esta epidemia mi apreciación ha cambiado tanto. Si bien estamos más distantes que antes, físicamente hablando, se hace más que imprescindible nuestra compañía, y de eso ha quedado constancia en las dos ocasiones que en estos once meses nos hemos podido reunir.
No todos los días uno tiene la posibilidad de externar con orgullo que ha sobrevivido a los vaivenes que toda relación implica, más durante un cuarto de siglo. En verdad que no me alcanzan los calificativos para expresarle mi agradecimiento por esta vida de pareja que hemos tenido: en las buenas y en las malas. Afortunadamente han sido más las primeras, siendo siempre él mi apoyo y respaldo.
También, soportando las no pocas locuras que se me han ocurrido en algunos momentos. Como aquella de llegar a San Miguel Allende, donde Paco me esperaba un fin de semana, con un gran perro de peluche (Aurelio) usando gafas de copiloto. O, la de asistir con algunos otros de mis afelpados muñecos a la obra de teatro de Plaza Sésamo en el Teatro Metropolitan de la Ciudad de México. Y qué decir la de subir a los mismos muñecos a un carrito mecánico en la feria de su pueblo, en San Lorenzo, ante la risa de los niños que contemplaban como daban vueltas.
¿Y los viajes?… Benditas y maravillosas travesías que hemos hecho desde el inicio de nuestro vínculo y espero algún día podamos retomar. En fin, los recuerdos de tantos años y vivencias se me arremolinan de manera que no alcanzaría el espacio de este texto para mencionarlos.
Según la historia, la espada y la daga de plata fueron los elementos que sellaron un pacto de amor eterno entre dos enamorados.
Eso sí, con todo y la distancia, este día será de fiesta, alegría y amor. Una fecha que según la tradición representa una alianza “de plata”.
Y aunque no es el caso, porque no se trata de boda, vale la pena conocer el porqué de esa celebración que tiene su origen en la mitología griega. La historia cuenta que hubo una vez una pareja de dos jóvenes enamorados cuyos padres no le permitían verse por diferencias sociales, aunque ellos de todas maneras lo hacían a escondidas.
En una ocasión el padre de la joven sorprendió a la pareja cuando se daban un beso, y tomando a su hija, prometió al muchacho que iba a matarlo, decapitándolo. Desesperado, sin saber qué hacer, el joven le rezó a la diosa del amor, “Afrodita”, para que los ayudara a escapar, y fue en medio del rezo que la diosa se le presentó para indicarle una aldea custodiada por ella misma, a la que podían escapar. Ese mismo día, el joven ideó el plan para secuestrar a su amada y llevársela, esperando que en la madrugada todos durmieran y escaló por la ventana de la habitación de su enamorada, en donde le pidió que lo siguiera.
Durante diez años pudieron tener una vida juntos en la aldea custodiada por la diosa; sin embargo, al término de ese tempo un hermano mayor de la joven se presentó para cumplir la promesa de su padre –quien había muerto de tristeza por el abandono de su hija–, aunque cegado por su propio odio fue a su hermana a la que asesinó, culpándola de lo ocurrido con el padre…
En ese momento, el joven enamorado, que estaba ausente, llegó para presenciar lo ocurrido. Y en un acto de venganza entró a uno de los templos de Afrodita y robó una espada de plata. Con la espada en mano persiguió durante años al verdugo de su amada, hasta que veinticinco años después del acontecimiento logró cumplir con su venganza al clavarle la espada en el corazón en nombre de su mujer, para luego retirarse del lugar y clavarse una daga del mismo material en su pecho, rogando a la diosa que lo llevara junto a su amada.
Así pues, según la historia, la espada y la daga de plata fueron los elementos que sellaron un pacto de amor eterno entre dos enamorados.
Concluyo este texto afirmando que siempre existe un modo, aunque sea en esta contingencia, de continuar demostrando el amor mutuo que ha predominado en estos veinticinco años. Pese a todo, confirmo que la vida es bella. ¡Gracias Paco!
24 de febrero, 2021.
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