Libre en el Sur

Las 4 estaciones / Amor en la pandemia

Y llegó “largo” este frio Invierno para completar el ciclo al sol. Carlos y yo seguimos acompañándonos día y noche en este año que borró agendas y calendarios.

POR MARICARMEN TREVIÑO

Hay parejas que llevan más tiempo que nosotros, pero ese tiempo, por más relativo que sea, es único para cada par y corre rápido o lento, sorpresivo o sorprendente, dependiendo de las circunstancias de la vida.

Carlos y yo cumpliremos este abril 25 años de estar juntos y si no ha sido por esta pandemia, no hubiéramos estado nunca en un mismo espacio y tiempo, las 4 estaciones del año, los casi 12 meses, los 7 días de la semana y las 24 horas del día.

Como música de Vivaldi iniciamos nuestra convivencia confinada y cotidiana en una incipiente Primavera, que se metió por la ventana; la “armonía e invención” de esos movimientos musicales se hizo presente surgiendo actividades que de golpe resignificaron nuestras viejas “rutinas” (salir a dar clases a la universidad, hacer la compra, pagar cuentas en el banco) para adquirir otras tareas de convivencia “más húmedas” (lavar la ropa, los platos, los productos) y combinarlas con la distribución del espacio que habitamos, “no quiero ruido de las 10 a las 12” y con aquellas del ocio aumentado, “ok veamos esta serie otra vez”.

Vino el Verano en una suerte de “adagio” con la esperanza de “la vacuna” y un semáforo de color menos intenso en nuestra ciudad, lo que nos aventuró a visitar, esporádicamente, la casa que era de mis padres donde, con tapabocas y sana distancia, tuvimos días soleados en el jardín y conversaciones monotemáticas sobre “el contagio” y la triste pérdida de amistades; pero también compartimos, junto con hijos y hermanos, novedades, vitaminas y recetas, ya que nos volvimos médicos, políticos, comunicólogos, informáticos y master chefs. Este verano trajo “presto”, además de una lluvia suave, relámpagos y truenos y algunas conversaciones se hicieron discusiones, enojos y acuerdos y a diferencia de otros años, pasamos “las vacaciones” en casa.

Sin notarse, como un “allegro non molto”, apareció el Otoño, la estación más bella del año si no fuera porque las noticias del fin de la pandemia no llegaron, seguíamos sin salir y el año estaba a unos meses de terminarse; se hizo rutina lo que antes era novedad, clases vía remota y atención de reuniones por Zoom, teletrabajo, compra en línea de casi todo y dependencia absoluta de dispositivos para “estar” conectad@s.

Y llegó “largo” este frio Invierno para completar el ciclo al sol. Carlos y yo seguimos acompañándonos día y noche en este año que borró agendas y calendarios, que dio la misma importancia a nuestras discusiones sobre la democracia norteamericana como al “fuera de lugar” que impidió que se anotara un gol, en el que nos da enorme emoción ver la cara de hijos y nietos, en la pantalla del celular por lo menos y en el que nos enternece observar, por nuestra ventana, la vida y hábitos de una pareja de palomos que, por cierto inseparables, tienen una rutina amorosa que se parece mucho a la nuestra.


Académica.

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