Libre en el Sur

Las hermanas, sabor a ‘chocomilk’

Aquí en el aislamiento y sin la posibilidad de ir México, los recuerdos me vienen a la mente y en especial aquellos relacionados con mis raíces.  Pensar en mi familia me da un sentido de pertenencia, y es en  ese lugar es donde mi mente quiere estar. Y que mejor opción que sea el lugar en donde están las hermanas.  La hermandad a destiempo, en el presente y en el pasado. En el presente con llamadas por Facetime o a través de WhatsApp que aun con sus dificultades de conexión te dejan sentir que no estás sola, y en el pasado, en recuerdos como hilitos delgados que no se ven pero revolotean por la cabeza.

Siempre he creído y más por mi grata experiencia, que las hermanas se encuentran grabadas en el corazón. En los primeros amores de infancia, de adolescencia, en la adultez y seguramente en la vejez.  Se graban como el juguete preferido, la colcha más suave, las experiencias más tristes y también en las más alegres. Están ahí, en el primer llanto y en el primer regaño, en los primeros secretos y la primera colección.

Con las hermanas se crea una complicidad tan única que se acomoda junto a los recuerdos. Como los programas de televisión que no se puede  uno  perder un domingo en la mañana o en las canciones cantadas a todo pulmón dentro del Volkswagen azul.  Las hermanas permanecen en los sonidos y en las canciones favoritas, esas canciones que si hoy las escuchas, además que se colocan en la lista de “gustos culposos” también te provocan las mismas ganas de gritar y cantar que hace tiempo te provocaban.

Las hermanas se graban en el corazón junto con los juegos a las escondidillas, en el bagammon o haciendo rompecabezas por horas. Las puedes encontrar en los viajes en carro para conocer diferentes lugares de la república o para ir a misa, o visitar a la abuela.

Se graban también en la vida, en los primeros sentimientos de amor inocente y arrebatado, pero también de envidia y odio. Sentimientos que nos dicen que no se pueden sentir y por lo mismo se callan pero ahí se aprenden, porque milagrosamente, después de ellos, con las hermanas se aprende la reconciliación y el perdón, el más fácil por más difícil que parezca.

Las hermanas están en el olor y sabor a los molletes, y las quesadillas  de la mañana. Se recuerdan como se recuerda el sabor a chocomilk. Dulce, esperado, compañero.  Cuando uno es adulto es posible que no sea la bebida que se elija, pero en mi caso, cuando la pienso,  me remonta rápidamente a esos momentos en los que recuerdo a mis hermanas sentadas alrededor de la mesa, desayunando juntas. Cada quien podría haber elegido diferentes cosas que comer, pero siempre, lo que era igual era la leche con chocomilk. Hoy seguimos pasos diferentes, hoy estamos en ciudades distintas, y aún seguimos teniendo ese sabor a chocomilk en común.

Las hermanas no se eligen pero se sienten como parte de tu cuerpo, como un riñón, como un brazo…. se sienten en la lejanía como a nadie se le puede sentir, se sienten en la vida, sentimiento totalmente peculiar y diferente ni como el de un padre, o esposo, o hijo. Las hermanas tienen un lugar en el corazón que me emociona hasta las lágrimas como todos los recuerdos que me han hecho ser lo que soy

Soy afortunada de tenerlas, tenernos y ser parte de la vida de cada una.

Compartir

comentarios

Salir de la versión móvil