Un homenaje que busca blindar la herencia política de López Obrador
Análisis: Corrupción, excesos y casos abiertos que desafían la promesa ética.
STAFF / LIBRE EN EL SUR
Este domingo 5 de octubre, Claudia Sheinbaum Pardo convirtió el Zócalo de la Ciudad de México en el escenario simbólico de su primer año de gobierno. No fue una ceremonia institucional cerrada ni una comparecencia técnica: fue un acto de masas diseñado para consolidar la identidad de su administración y, sobre todo, para trazar una línea moral que la conecte con la figura de Andrés Manuel López Obrador.
Frente a una plaza abarrotada (donde ya ni siquiera es novedad el acarreo), la presidenta presentó un balance que mezcló cifras alentadoras en seguridad y bienestar con un mensaje político profundo: la Cuarta Transformación no solo continúa, sino que se sustenta en un legado de honestidad.
En el momento más celebrado del mitin, Sheinbaum pronunció dos frases que marcaron el tono de toda la jornada: “La honestidad no es la excepción, es la regla. Quien traiciona al pueblo enfrenta a la justicia.” Y, al referirse a su antecesor, dijo textualmente: “…es también la herencia de un hombre honesto y profundamente comprometido con su pueblo: el presidente Andrés Manuel López Obrador.” Además, reforzó la idea al describirlo como “un ejemplo de honradez, de austeridad y de profundo amor al pueblo”.
No son frases improvisadas. Enmarcan una apuesta política clara: blindar moralmente a la 4T en un momento en que la opinión pública se ve salpicada por denuncias de corrupción que alcanzan a personajes cercanos al expresidente, a aliados clave y hasta a sus propios hijos. Con estas palabras, la presidenta busca mantener vivo el relato de que la honestidad es el cimiento de la transformación y marcar distancia con los gobiernos neoliberales, a los que calificó de haber dejado “una huella maldita y corrupta”.
En su mensaje también se presentaron cifras que apuntalan un primer año que, según el oficialismo, supera a sus antecesores: reducción de 32 por ciento en homicidios dolosos, equivalente a “27 homicidios diarios menos” entre septiembre de 2024 y septiembre de 2025; avances en programas sociales, vivienda, telecomunicaciones, reconocimiento a pueblos indígenas y una narrativa de ruptura con el pasado. A esto se suma un dato político clave: encuestas como la de El País y W Radio ubican su aprobación en 78 por ciento, la más alta de cualquier presidente mexicano al cumplir un año desde hace dos décadas.
El contexto es perfecto para un acto de reafirmación moral. Pero la carga simbólica de este discurso no se sostiene en el vacío: convive con hechos que ya cuestionan ese supuesto legado honesto.

Las sombras que amenazan la narrativa de pureza
El flanco más delicado de la promesa ética de Sheinbaum está en el entorno inmediato de la 4T. Los casos no son rumores aislados sino hechos noticiosos que han ocupado titulares nacionales e internacionales y que, sin embargo, estuvieron ausentes del mitin.
Los hijos de López Obrador y la austeridad cuestionada
El primero de estos puntos es la imagen de los hijos del expresidente, especialmente Andrés “Andy” López Beltrán. En los últimos años se han publicado reportajes sobre viajes internacionales con lujos que chocan con el ideal de austeridad obradorista. Además, voces opositoras han insistido en vincularlo —junto con su hermano— a redes de huachicol fiscal. Hay que ser rigurosos: varias de esas versiones son propaganda política; por ejemplo, verificadores independientes han desmentido que Andy sea buscado por autoridades estadounidenses por ese delito. Pero también existen denuncias formales en México que reclaman investigar su posible beneficio de redes de contrabando de combustibles y evasión fiscal.
La contradicción es clara: el discurso oficial eleva la honestidad como regla, pero evita abordar de frente estos señalamientos. Ni una línea en el Zócalo sobre transparencia en investigaciones que puedan involucrar al entorno familiar del líder fundador. Esa omisión estratégica protege la narrativa, pero erosiona su credibilidad ética.
La Barredora y la fraternidad política que compromete
Otro caso que socava el pedestal moral es el de La Barredora, grupo criminal con vínculos denunciados con el Cártel Jalisco Nueva Generación. En septiembre se giró una ficha roja de Interpol contra Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad de Tabasco cuando Adán Augusto López —uno de los aliados más cercanos de AMLO, a quien el expresidente llama “hermano”— era gobernador. El gobierno presume las detenciones como prueba de que combate al crimen, pero evita una explicación pública sobre cómo crecieron estas redes bajo administraciones amigas y si hubo complicidad política.
El vínculo personal entre López Obrador y Adán Augusto agrava la contradicción: si el exgobernador está políticamente tan ligado al fundador de la 4T, cualquier investigación tibia refuerza la idea de que la moral proclamada es selectiva.
El huachicol fiscal, la grieta estructural
El escándalo del huachicol fiscal es quizá el golpe más fuerte a la narrativa de limpieza. Se trata de una red de contrabando de combustibles y fraude al fisco que, según la propia Presidencia, ha causado pérdidas de al menos 150 millones de dólares y se investiga desde hace dos años. Hay 14 detenidos, incluidos empresarios, funcionarios aduanales y mandos navales. Sin embargo, la investigación ha carecido de transparencia: el control de la información por parte del Ejecutivo alimenta sospechas de selectividad y protección política.
La oposición apunta a beneficiarios cercanos al antiguo presidente, aunque hasta ahora no hay pruebas judiciales concluyentes que involucren directamente a sus hijos. Aun así, la narrativa oficial evita nombrarlos o garantizar que, si hubiera implicaciones, se actuará con independencia. La frase “quien traiciona al pueblo enfrenta a la justicia” pierde fuerza si no se respalda con procesos abiertos incluso cuando duelen políticamente.
Otras grietas: salud, seguridad integral y autocrítica ausente
El discurso presentó avances en salud, pero reportajes recientes —como el de El País sobre el desabasto de medicamentos— muestran que el problema persiste. También se presumió la caída de homicidios, pero no se habló de robos, violencia de género y delitos que siguen altos. Faltó autocrítica: no hubo revisión de promesas incumplidas ni análisis de fallas estructurales. Fue un acto de triunfo y continuidad, no un ejercicio de rendición de cuentas con luz y sombra.
Honestidad proclamada o blindaje retórico
El mensaje de Sheinbaum en el Zócalo fue, sobre todo, un acto de construcción simbólica. Elevó a López Obrador como “hombre honesto y profundamente comprometido”, hizo de la honestidad “la regla” y lanzó una advertencia solemne: quien traicione al pueblo será castigado. Al mismo tiempo defendió su reforma al amparo para que deje de ser “resguardo de potentados que no quieren pagar impuestos”, reforzando su imagen de luchadora contra privilegios.
Pero el reto es convertir esa consigna en política pública verificable. Hoy, la 4T enfrenta acusaciones graves que tocan a sus figuras más cercanas. La presencia de Andy López Beltrán en el Zócalo, mientras se debate sobre sus viajes y posibles negocios, contradice el ideal de austeridad. Las detenciones ligadas a La Barredora no se acompañan de explicaciones claras sobre complicidades políticas. El huachicol fiscal sigue bajo control de un Ejecutivo que promete transparencia pero no abre el proceso a vigilancia independiente.
El riesgo es claro: si la honestidad se queda en discurso y no en mecanismos institucionales que funcionen aun cuando afecten al círculo íntimo del poder, la promesa del “legado honesto” se convertirá en un blindaje retórico. Un escudo simbólico que puede resquebrajarse ante cada nuevo caso de corrupción o abuso que toque a la Cuarta Transformación.
Para sostener la bandera que levantó en el Zócalo, Sheinbaum tendría que permitir investigaciones autónomas, sancionar sin privilegios, reforzar órganos de control y transparentar procesos aunque duela políticamente. Solo así la frase “La honestidad no es la excepción, es la regla” será más que un eslogan en una plaza repleta. De lo contrario, el primer año de gobierno quedará como un acto de propaganda moral que no resiste el peso de la realidad.
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