Libre en el Sur

Liberen la Rectoría

Al momento lo deseable sería que los encapuchados que tiene tomada la Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), desde hace más de diez días, la liberaran pacíficamente y se conjurará así el ingreso de las Fuerzas Federales, y en consecuencia el agudizamiento del conflicto.

Éste podría ser uno de los escenarios, sin duda el mejor y no del todo descartable al mandar línea Manuel Andrés López Obrador, quien propuso que en defensa de la autonomía universitaria –el señor López no sabe que la autonomía no significa extraterritorialidad— no ingrese la fuerza pública y demandar a los encapuchados liberar las instalaciones para ser recibidos por el rector José Narro Robles y presentar sus demandas, en un encuentro dónde estén los medios.

Empero, mi deseo no es más que un sueño guajiro, los vándalos (no hay otra forma de calificarlos) que tomaron violentamente el edificio insignia de la máxima casa de estudios no dejaran el recinto voluntariamente, ellos quieren sangre no diálogo, ellos quieren palos no palabras. La cosa es simple: violentar es su estilo de vida y la forma de hacer política. Además de que sus demandas son pueriles, fantasiosas, envueltas en una retórica infantil: Educación gratuita (ya consagrada en la Constitución); no a la privatización de la UNAM (algo totalmente absurdo a lo cual todos nos opondríamos); reinstalación de los cinco expulsados por golpear a trabajadores y académicos, además de lanzar bombas molotov (esos deben ser aprehendidos y consignados) por haberles tirado su negocio de narcomenudeo al interior del CCH Naucalpán, entre otras linduras.

Cómo explicar los hechos previos: En febrero un grupo de estudiantes del CCH Naucalpán ingresaron a las instalaciones en estado inconveniente (briagos, pues), golpeando a trabajadores, académicos y estudiantes en protesta por la instalación de cámaras de vigilancia en zonas donde se ha registrado narcomenudeo. Ese día estallaron varias bombas molotov y destruyeron parte del patrimonio universitario. Las autoridades del CCH con toda razón expulsaron a los agresores, entre los que se evidenció había sujetos que participaron en los hechos no menos violentos del 1 de diciembre del 2012.

El conflicto no paró ahí, pues grupos inconformes del CCH Naucalpán llegaron hasta Ciudad Universitaria para tomar las oficinas centrales del Colegio de Ciencias y Humanidades. Llegaron a la fuerza y por la fuerza se apoderaron de las instalaciones,exigiendo la reincorporación de los expulsados, además de oponerse a una reforma en los planes de estudio que incluía más horas de estudio y de clases de inglés.

En lo particular me pronunció por la devolución de la torre de Rectoría y la vuelta a la vida académica y cultural de la UNAM, a la brevedad posible. Empero, los días pasan y no hay nada que indique que mi deseo sé cumpla. Me llama, entonces, la atención la inactividad de las autoridades federales, pese a existir la denuncia antes las autoridades correspondientes. No se trata de una acción violenta y espectacular, pueden existir diversas estrategias puntuales y quirúrgicas para desactivarlos y recuperar lo que es de la Nación.

Me llama la atención el cómo han dejado correr el tiempo y que el conflicto siga escalando, hasta dividir a la comunidad universitaria. Somos cientos de miles los que exigimos la devolución del emblemático inmueble y la vuelta a la vida universitaria; hay también otras decenas que apoyan a los secuestradores, y la polarización crece.

Hoy, después de la violenta toma, escudada cobardemente en el anonimato, los secuestradores de Rectoría, estos sujetos con miedo a ser desalojados por los federales y consignados por diversos delitos, piden diálogo condicionado. Que se quiten las capuchas, que dejen Rectoría, que digan sus verdaderas intenciones, y entonces será posible pensar en el diálogo, entre universitarios y no con una serie de personajes que se han aprovechado –dizque en calidad de solidarios—para enturbiar la vida en Ciudad Universitaria. Pregunto: ¿Qué tienen que hacer ahí gente extraña proveniente de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México?, casualmente con pésimo desempeño académico.

El rector José Narro ha actuado con prudencia, paciencia e inteligencia para evitar el “calentamiento” del conflicto. Cuenta con el apoyo de todos los ex rectores, con más de 160 mil universitarios que hemos estampado nuestra firma en solidaridad con él y el resto de las autoridades universitarias. Toca al Estado, a las autoridades federales devolvernos Rectoría, tan sólo aplicando la ley y hacer que impere el estado de derecho y no la barbarie.

Preguntaría finalmente al gobierno capitalino si no está arrepentido de haber liberado a varios de éstos vándalos, que luego del 1 de diciembre del 2012 y de haber causado cuantiosos daños en el Centro Histórico, fueron exonerados y cubiertos de impunidad como para seguir su ruta de política bárbara hasta Ciudad Universitaria.

¿Quiénes son, quiénes los protegen y mueven? Son las preguntas que se hace el ciudadano de pie y que bien saben nuestras autoridades.

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Hablando de impunidad. La semana pasada, Televisa novelas con toda la prepotencia que les caracteriza invadió todas las aceras del parque de Tlacoquemecalt, obstruyendo inclusive rampas y pasos peatonales con sus unidades. Al inquirirles a los choferes su mala actitud, sólo levantaron los hombros y dijeron: “somos Televisa”. Casualmente las grúas casa ingenuos que pasan constantemente levantando auto tras auto ese día no se aparecieron en las 12 horas de invasión. Hoy le pregunté a uno de los agentes de esas odiadas unidades el por qué no se aparecieron en esa ocasión. La respuesta me dejó seco: “Seguramente tienen un permiso especial de la delegación Benito Juárez para hacer lo que quieran…” ¿Será que se presten nuestras autoridades para tanto si va de por medio algo?.

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