GEMMY CAVI
Después de muchos años de haberme dejado depilar la ceja, y recalco, dejarme; porque la depilación de mis cejas era parte de un maquillaje que llevaría para un tradicional baile de quinceañeras; me he arrepentido hasta el cansancio.
No puedes parar de hacerlo (depilarte): los vellos de las cejas crecen y crecen sin respeto o lineamiento alguno y es obligación contar con unas pinzas especiales para tan ardua tarea o de plano tener una buena cera, que aunque doloroso porque se coloca caliente, es más eficaz.
Ahora que las cejas son tema de moda, además de un buen lápiz y moldura para pintarlas como se estila; se requiere práctica y/o un buen estilista o profesional que lo haga.
El caso es que yo siempre admiré las cejas de Frida Kahlo, casi unidas en el entrecejo; eran parte de su personalidad; al igual que ahora caigo en la cuenta de su boca roja, como que hubiese comido pitañas decía mi abuela, cuando el rojo era tan intenso que hacía que los demás voltearán a verte.
Pues nada, entre mis pesquisas pandémicas me voy encontrando que el labial rojo y un lápiz para las cejas eran lo imprescindible en su cosmetiquera.
De acuerdo al portal ActitudFem; Frida sabía perfectamente el poder que tiene dicho labial y por ello no podía faltar en su rutina diaria que consistía en peinar a la perfección su cabello, resaltar sus características cejas y darle color a sus mejillas y labios.
La artista mexicana, que este 13 de julio cumple 66 años de fallecida, utilizaba el maquillaje para resaltar su belleza natural y sentirse segura de sí misma.
Utilizó su rostro como un lienzo que aprovechó al máximo, según Claire Wilcox, encargada de la exposición “Frida Kahlo: making her self up” que se presentó en el museo londinense Victoria & Alber en 2018.
Esta exposición mostro algunos de los artículos y objetos más íntimos de Kahlo y dejó al descubierto el gran poder que tenía el maquillaje en la vida de la artista.
La pintora comenzaba el día con una rutina sencilla que incluía ponerse crema Pond’s en el rostro para mantenerlo hidratado. En sus posesiones no se encontró ninguna base o corrector, pero sí usaba rubor y polvo traslucido de la marca Coty, según dijo Olga Campos, una de las amigas más cercanas de Frida.
Le seguía el labial rojo, un tono de la marca Revlon que se llamaba “Everything’s Rosy” que Frida combinaba con el color de sus uñas llamado “Rojo Cuervo”. Wilcox señala en un texto publicado en la página del V&A de Londres que el color rojo siempre fue importante para Kahlo, sobre todo por su simbolismo que se encuentra también en muchas de sus pinturas.
Frida era consciente del poder que tenía su uniceja y en vez de hacer algo para ocultarla o eliminarla, lo que siempre buscó fue resaltarla.
Entre sus pertenencias, se encontró un lápiz para cejas también de la marca Revlon de tono “Ébano” y un producto francés llamado Talika, que se usaba para el crecimiento del cabello y que Frida aplicaba en sus cejas y pestañas para que se vieran más grandes.
Alguna vez, Frida escribió cómo se sentía sobre sus cejas y su bigote: “De mi cara, me gustaban mis cejas y mis ojos. Además de eso, no me gusta nada… Tengo un bigote y en lo general, la cara del sexo opuesto”.
Frida también tenía una rutina muy estricta sobre su cabello. Todos los días lo cepillaba antes de recogerlo todo hacia atrás para hacer una trenza. Luego lo recogía y en un tipo chongo y lo decoraba con cintas o flores.
Según Claire Wilcox, Frida usaba el maquillaje como una herramienta más para construir su identidad y al ser artista, lograba hacer todo con una gran precisión.
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