De los casi 570 mil hogares monoparentales que hay en Ciudad de México, el 83% son liderados por mujeres. Con motivo del Día de la Madre, dedicamos este trabajo a las madres solas (que en nuestro país representan el 10% del total de progenitoras), cuya problemática –y la de sus hijos— ha sido omitida incluso de la agenda feminista.
POR FRANCISCO ORTIZ PARDO
Puesta la atención en los feminicidios, de obvia prioridad, el tema de las madres solteras no forma parte importante en la agenda feminista. De acuerdo con especialistas ello se debe además a la propia transición que viven las mujeres en Ciudad de México, entre la tradición de la maternidad y el pensamiento innovador que procura el desarrollo profesional y laboral de ellas.
Sin embargo, al ser poco abordado en el debate público y escasamente difundido en medios informativos, y dada la proporción de mujeres que lideran hogares monoparentales en esta Ciudad de México, que se acerca al 83% del total, el tema merece mayor atención, sobre todo en lo relativo a las implicaciones que tiene para los hijos, de acuerdo con psicólogas del Tribunal de Justicia de la Ciudad de México.
Efectivamente según el INEGI, en el 2017 había en esta capital 567,782 hogares monoparentales, que son aquellos en que una sola persona se hace cargo de la educación y manutención de los hijos, que no es lo mismo que los casos en que los padres viven separados o divorciados. De ellos, 469,936 correspondían a mujeres, es decir madres solteras.
Por los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo de aquel año sabemos que tres cuartas partes (73.3%) de los 48 millones de mujeres mexicanas de 15 años y más habían sido madres, esto es 35.2 millones. De ellas, siete de cada diez estaban casadas o unidas (52.4% y 18.8%, respectivamente). Aproximadamente una quinta parte era viuda, separada o divorciada (10.2%, 6.6% y 2.5%, respectivamente); en tanto que 9.6% eran madres solteras.
Del total de madres solteras, el 77.1% tenía hasta dos hijas o hijos nacidos vivos, 20.4% entre tres y cinco y 2.5% seis o más. En las localidades de más de 2,500 habitantes representan el 19.5% del total de población femenina de 15 años y más; proporción que en las localidades con menos de 2,500 habitantes disminuye a 13.9%.
El 3.2% de ellas carecía de instrucción, 46.4% tiene educación básica, apenas el 26.0% contaba con educación media superior y 24.3% con educación superior.
En esta complejidad, las madres solteras pueden serlo por decisión propia o bien por consecuencia, donde sobre todo fueron abandonadas por la pareja. En la gama hay un sinfín de matices que se manifiestan en efectos sobre el desarrollo de las niñas y los niños, no siempre negativos, sin embargo.
Para Leticia Nezahualcóyotl Xolocotzi, jefa de la Unidad Departamental de Evaluación Psicológica del Tribunal de Justicia capitalino, que tiene entre sus funciones la supervisión de las evaluaciones psicológicas en materia familiar, penal y civil, las variantes en dichos efectos pueden depender de la edad de la madre, y también de su preparación y ámbito laboral. “De acuerdo con las habilidades de la madre, porque no es lo mismo tener 19 que 32 años de edad, puede tener o no mayores desventajas en los hijos”, explica. Otro factor importante, sostiene, es que si la mujer tomó la decisión de ser madre soltera y por ello socialmente no se le estigmatiza como “la que se equivocó”, tendrá mejores condiciones en la crianza de los menores.
Alejandra Fuentes Lemus, Jefa de la Unidad Departamental de Terapia para Niñas, Niños y Adolescentes del mismo Tribunal, advierte de una patología, de acuerdo con la categorización de Daniel Lagache, célebre psiquiatra, psicoanalista y criminólogo francés, en mujeres que buscan embarazarse “por plenitud y complitud”. Es cuando la madre piensa que el niño existe para satisfacerla a ella y sus necesidades. El resultado es que en la expectativa de la mujer, su hijo debe ser perfecto para ella complementarse. “Esto es muy egoísta”, ha dicho a pregunta expresa la especialista, maestra por la UNAM en Psicología con residencia en Psicoterapia Infantil.
Leticia Netzahualcóyotl interviene en la entrevista que vía remota tiene este reportero con ambas psicoterapeutas para matizar que no cualquier madre soltera por decisión minimiza la importancia del hombre, e insiste en que ello depende de las condiciones y motivaciones de cada caso, de “su decisión subjetiva”.
Fuentes Lemus explica que la maternidad no es parte sustantiva del movimiento feminista, que pone el énfasis en el desarrollo individual de la mujer, de defender la capacidad que tiene ella de decidir y que por lo mismo deja de lado el rol de ser madre. Y aunque la influencia del feminismo en las ciudades grandes y en esta capital es innegable, la experta sostiene que lo que impera entre las mujeres mexicanas es una transición que combina la educación tradicional –donde no se deja de lado la posibilidad de ser madre— con “la innovación”, un proyecto de vida profesional, personal y laboral.
En ese contexto, explica, una madre soltera puede ser la que sí buscaba no ser “madre per se”, sino solidificar una relación de pareja y que no lo logró. Otra posibilidad es que haya decidido tener un hijo como una forma cultural de retener a una pareja. Un caso diferente es el de la mujer que se hace madre para no quedarse sola en la vida, y busca por ejemplo algún método de reproducción asistida o inseminación artificial.
La especialista comenta que hay casos en que el deseo de ser madre se da por construcción social, y es cuando la mujer siente que solo existe si tiene un hijo. Y entonces el hijo vive únicamente en función de lo que da sentido a la madre. En cambio –acota— hay casos en que el deseo de tener un hijo transcurre en condiciones más adecuadas, como hacerlo en pareja, en reciprocidad. “Son deseos más normalizados de tener un hijo”, sostiene.
Y es que ella defiende la idea de que es muy importante la presencia de quien ejerce la función de madre… pero también es necesario el rol del padre. Eso sí, eventualmente quien ejerce esa función no necesariamente debe ser el padre biológico; puede ser un tío u otro tutor o bien la nueva pareja de la madre. Cuando coexisten ambas funciones, la de la madre y la del padre –dice— se favorece la autonomía y la seguridad del hijo. La figura materna, explica, es con la que podamos establecer un vínculo profundo y duradero a nivel afectivo. Y la figura paterna es quien impone la ley y favorece la autonomía de los hijos, al ayudarles a separarse gradualmente de la madre.
Como sea, tanto Alejandra Fuentes como Leticia Netzahualcóyotl coinciden en que hay casos en que el padre biológico puede ser tan peligroso para un hijo que de plano es mejor que esté ausente.
Sobrevivir
Para el 2017, siete de cada diez mujeres solteras de 15 años y más de edad, con al menos un hijo nacido vivo, no recibían apoyos económicos provenientes de algún programa de gobierno o de alguna persona que viviera en un hogar distinto al suyo, así que el 41.8% de ellas trabajaba para sufragar gastos de salud, alimentación y vivienda. De ellas, el 56.3% tenían entre 30 y 49 años. En cambio, solo 15.1% de las mujeres solteras menores de 30 años con al menos un hijo nacido vivo, trabajaban. Destaca que 31.2% se encontraban en el sector informal, 12.2% en el doméstico remunerado, 38.6% estaban insertas en empresas y negocios y 16.4% laboran para instituciones. (Fuente: INEGI / Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2017).
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