Entre tantas emociones, yo prefiero enfocarme en lo positivo, en el tiempo que he ganado para aprender y crear; concretar proyectos que se habían quedado a medias.
POR LUZ GARIBAY
En la escuela donde estudié, llegar a la secundaria significaba elegir un taller para aprender nuevas habilidades: electricidad, dibujo, decoración o carpintería entre otras opciones; pero principalmente entre las niñas era de buena suerte conseguir un lugar en el famoso “taller de cocina”.
la culminación de la “popularidad” entre tus compañeros era salir del salón con un pyrex que contenía un pastel recién horneado y con un olor exquisito. A mí no me tocó conseguir un espacio allí pero, junto con mis mejores amigas, sobreviví al taller de taquimecanografia; el desarrollo de mis capacidades culinarias se quedó guardado en la “cubeta de los sueños”.
Tuvieron que pasar muchos años y que llegara una pandemia para concretar ese sueño de la infancia: al final pude asistir a un ¡taller de cocina! Al principio fue algo bastante informal, entre amigas que nos extrañábamos mucho y ya no sabíamos qué cocinar, algunas habíamos terminado con las opciones para el menú de comida en casa y para otras, era la primera vez que se metían a la cocina porque, como se dice, hasta el agua se les quemaba.
Con el paso de los meses, la sesión ha ganado en formalidad: todos los viernes nos vemos por Zoom a las 12 pm (o antes si la receta será muy elaborada), con uniforme, “mise en place” listo, formato oficial de receta estudiado y hasta con el consejo de un chef mexicano que radica en Suiza y nos revisa procedimientos e ingredientes para que quede espectacular cada platillo.
Entre carcajadas, temores, olores y texturas he aprendido que puedo hacer mucho más de lo que pensaba y que tengo unas amigas maravillosas y generosas porque ofrecen de corazón su tiempo y conocimiento.
He sido afortunada en todos estos meses de incertidumbre, no hemos enfermado ni lamentamos la pérdida de algún ser querido; ha habido días con miedo, imaginando como será la vida después de la pandemia; buscando mi nuevo lugar en mi propia casa, ya que ahora es también oficina y escuela.
Entre tantas emociones, yo prefiero enfocarme en lo positivo, en el tiempo que he ganado para aprender y crear; concretar proyectos que se habían quedado a medias; finalmente tomar esas clases vía remota con algún maestro ubicado en la otra mitad del mundo hablando de temas que te llenan el cerebro y el corazón; montar en casa ese taller de cocina para que mis hijas aprendan las recetas de familia y sentarnos a la mesa compartir, que es lo mejor de la vida.
Maestra en pedagogía con experiencia en mercadotecnia.
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