ADRIANA RODRIGUEZ
Al medio día del sábado, en el Ángel de la Independencia se comenzaron a reunir, como cada año, los contingentes de la comunidad lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero, travesti e intersexual (LGBTTTI), a fin de proclamar que el amor es amor y nadie debe ser juzgado por sus preferencias sexuales.
La Marcha del Orgullo Gay no consiste em manifestarse simplemente una fiesta que consiste en vestir atuendos diminutos y mandar besos. Esta fecha, es una conmemoración, que tiene su origen en la matanza ocurrida en Orlando el 12 de junio en el bar gay ‘Pulse’. Esa noche fueron asesinadas 50 personas.
Para este año, el objetivo fue realizar un homenaje a los héroes de los sismos de septiembre pasado.
Así, el evento fue la ocasión para reconocer, uan vez más, los derechos de los ciudadanos sin importar orientación sexual, identidad de género, expresión de género, apariencia física, raza, religión, edad, condición física o económica.
Y se exigió que quien asuma el gobierno de Ciudad de México, continúe la progresividad de los derechos de la comunidad homosexual y transgénero.
En esta, la edición 40, se reunieron unas 250 mil personas, según indicó el Gobierno de la Ciudad de México.
Entre la multitud estaba Paulina, una chica de 17 años a quien le gustan las chicas y que, tras años de luchar contra algo que le parecía raro, ahora comienza a aceptarlo.
Ella recuerda que desde que iba en quinto grado una de sus amigas le hacía sentir algo especial y diferente. Siempre le gustaba estar cerca de ella, la pensaba día y noche. Los vestidos que le compraba su madre, poco a poco los fue cambiando por camisas y pantalones holgados; aún así dice que su madre no se ha dado cuenta de sus preferencias. Va siempre tomada de la mano de su novia, entre ellas se cuidan disfrazando sus sentimientos como una simple amistad.
Ellas esperban pacientes en las escalinatas del Ángel a que arranque la Marcha del Orgullo Gay. Poco a poco es parte céntrica de la ciudad comenzaba a llenarse de losgrupos humanos multicolores: “Ya basta de intolerancia!”, era una proclama común. Cuando el sol comenzaba a quemar la piel, un hombre con un diminuto atuendo negro de cuero llamó la atención. Caminaba seguro y atrevido mientras decía: “¡mírenme, aquí estoy!
La marcha comenzó y los vendedores de flores, banderas, refrescos y demás comenzaron a salir de entre las calles. Se unieron a la celebración con promociones especiales por este día. En esta fiesta hubo mucha participación juvenil, chavos que mostraron su apoyo a la comunidad marchando, bailando, desgarrándose las gargantas para exigir respeto para sus compañeros. “Todos podemos tener algún amigo que es gay y es importante que los apoyemos de alguna manera”, comentó Leticia, una estudiante del Tec de Monterrey.
Un chico que portaba un vestido de novia se hizo acompañar de su pareja. Apenas avnazaban unos pasos y los interceptaban para solicitarles una foto, siempre posando amablemente yagradeciendo el apoyo.
Luego se abrió paso un hombre de unos 75 años ataviado en un ajustado vestido, cuyas transparencias ponían al descubierto su figura. Caminaba lento, con cuidado, subido en unos tacones que armonizan con su atuendo.
Al preguntarle si ha habido avance, aseguró que sí, pues “hace unos años realizar una marcha de este tipo era inimaginable. Es más: no podías ni decir que eras gay porque te creían loco o delincuente”.
“Pero ha existido más avance aquí, en la ciudad de México, aquí ya es posible casarse, hay más aceptación. En provincia, por ejemplo yo soy de Michoacán, pues las cosas no son como aquí, todavía se nos señala mucho”, comentó.
Los muxes no podían faltar en esta fiesta. Se trata de hombres originarios de Juchitán, Oaxaca, que asumen roles considerados tradicionalmente femeninos. Su papel es reconocido por la población como del tercer género, pues ellos no se identifican ni como hombres ni como mujeres.
El estruendo provocado por la marcha hizo que las personas que festejaban la victoria de México ante Corea se asomaran a las ventanas para unirse todos en un solo festejo. Algunos agitaban banderas desde los balcones, al grito de ¡Viva México!, que retumbó en las calles.
“¡No son 40 años de libertad, son 40 años de resistencia!” y “¡Love is Love” fueron algunas de las frases que se leían entre las pancartas, las cuales se mezclaban con banderas arcoíris.
Al llegar al Zócalo se pudo observar que ya había iniciado el espectáculo amenizado por diversos intérpretes, siendo la cantante Fey el plato fuerte. Las horas transcurrieron hasta caer la noche y, a pesar de la lluvia, el ánimo no decayó. Entonces las banderas multicolores ondearon a lo largo y ancho del Zócalo, mientras las lentejuelas, las pelucas exóticas, pero sobre todo la dignidad y el respeto tomaron la ciudad.
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