Es muy probable que estemos presenciando el desarrollo de un nuevo liderazgo mundial proveniente de oriente. De ser correcta esta suposición, será la primera vez desde hace 500 años que cultural y tecnológicamente oriente rebase a occidente.
POR ESTEBAN ORTIZ CASTAÑARES
Mis padres me cuentan que ellos vivieron una transición de referencias culturales. Decían que, hasta el periodo de mis abuelos, la cultura mexicana seguía muchos de los modelos españoles que desde la colonia se habían establecido como parámetros a seguir.
El éxito social consistía en volverse un señorito. Es decir, alguien que podía vivir de sus rentas sin necesidad de trabajar. El modelo ideal era aquel que se podía dar el lujo de levantarse tarde, tener grandes comidas con amigos y familiares donde se hacían tertulias interminables. La familia y la religión jugaban un papel importantísimo y era de suma importancia guardar las apariencias del “qué dirán”.
Ese mundo yo nunca lo conocí. Fue lo que se llamó la “modernización de México”.
Después de la segunda guerra mundial, los Estados Unidos se establecieron como la potencia indiscutible mundial y México cambió sus paradigmas tratando de copiar el modelo de éxito del vecino, para modernizarse. Como en todo proceso de transformación humano, en realidad el nuevo paradigma se mezcló con el antiguo. Dentro de las cosas positivas que trajo fue el valor al trabajo y al esfuerzo, una orientación de vida más pragmática y un pensamiento liberal. Pero también importamos el consumismo y una orientación a la vida centrada en el dinero y los bienes materiales.
Ya en mi generación, las discusiones sobre lo que hacíamos bien y mal utilizaban siempre como referencia a Estados Unidos. Comparaciones, por demás siempre injustas, ya que la historia de ambos países era muy distinta, como en el fondo sus culturas, por más que les quisiéramos copiar. La relación que habíamos establecido con los estadounidenses era compleja. Había una gran admiración; y también envidia; por el otro lado, un desprecio por ser el país grandulón que abusaba de los débiles: el imperio económico dominante y que como tal velaba por sus intereses en detrimento del desarrollo de otros países, como el nuestro.
Apodábamos –y lo seguimos haciendo– a nuestros vecinos como “gringos”(Green Go Home, “Verde vete a tu casa”), lo que fue en realidad una súplica usada en la invasión norteamericana de 1948, que terminó con la pérdida de la mitad de nuestro territorio. Algunos amigos míos, haciendo autocrítica sardónica al lamentable hecho, además decían que se habían llevado la mejor parte: donde estaba Disneylandia, había buenas carreteras y una excelente infraestructura…
Gran parte de la clase intelectual mexicana se había volcado hacia los movimientos socialistas que se veían como modelos más justos e igualitarios, en apariencia. Por idealismo o por ignorancia, en la gran mayoría de los escritos de esa época, cuando se hablaba de los estados socialistas, se omitían la represión y la censura de la población que se daba en ellos o simplemente se minimizaba como un mal necesario requerido para lograr sistemas sociales igualitarios. Poco se criticó el modelo imperialista expansivo de URSS, mucho más brutal que el de nuestros vecinos del norte, porque nosotros nos encontrábamos directamente bajo la influencia y control norteamericano.
La caída del bloque socialista definió de manera concluyente, no solo para México sino para casi todo el mundo, que el paradigma a seguir era el del capitalismo y la libertad al estilo norteamericano. La referencia no solo era de un modelo económico, sino a todo un modelo cultural. Además recibíamos una transmisión cultural directa a través de los programas, películas y productos norteamericanos. La televisión, el cine y los anuncios nacionales estaban ligados siempre al “american Way of Life”. Los personajes tenían perfiles anglosajones y mostraban una vida idealizada feliz inmersa en una cultura americana.
Mientras tanto, en Asia, con modelos híbridos de capitalismo, países como Japón, Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong (antes de le integración a China) se desarrollaban de manera exitosa a partir de los setenta. Y de manera marginal, empezaron a exportar una nueva referencia cultural. De este grupo Japón fue el referente en México, a través de los programas y series de televisión que nos exportaron, ofrecieron una perspectiva muy distinta a la que conocíamos. Las primeras series televisivas como Ultra Man y Ultra Seven fascinaron al público infantil varonil por su despliegue de violencia épica. La serie Señorita Cometa transmitió por primera vez los ideales y la vida que existía en el Japón de esa época. Y con la aparición de los animes (Candy Candy, Remi, Cum Cum, entre otros), la nueva influencia cultural se hizo patente. Con el desarrollo de los sistemas de video en casa de los noventa, como el Atari y el Nintendo, las referencias culturales japonesas se intensificaron, sin modificar de manera importante los modelos norteamericanos que seguíamos.
Al inicio de este milenio, empezaron a aparecer modas Orientales en nuestro país. Como es el Kpop (pop coreano), la vestimenta moderna japonesa o los chokers (gargantillas japonesas). En este periodo fue cuando China apareció como potencia mundial con un modelo de “capitalismo de estado”, es decir un gobierno dictatorial que impulsa el desarrollo de iniciativas empresariales libres. No solo México sino en la cultura global comenzó un cambio de paradigma. Las referencias tradicionales a los Estados Unidos y occidente en general empezaron a ser cambiadas por las asiáticas. El desarrollo económico de China no solo representó una amenaza económica para occidente, sino también cultural.
Las acciones de retiro económico de Estados Unidos en China, y de lo que México se ha beneficiado enormemente (proyecto Near Shoring de inversión americana), no solamente respondió a una acción defensiva de la economía, sino a la reacción de la cultura dominante al sentirse vulnerable con la presencia de una nueva cultura emergente. Así, es muy probable que estemos presenciando el desarrollo de un nuevo liderazgo mundial proveniente de oriente. De ser correcta mi suposición será la primera vez desde hace 500 años que cultural y tecnológicamente oriente rebase a occidente (ver: Ian Morris, Why the West Rules – for Now ).
Lo único que me preocupa es que el sistema actual oriental de mayor importancia, China, es un modelo dictatorial centrado en el control del individuo. Ojalá que ese no sea el nuevo modelo a seguir.
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