Libre en el Sur

¡No hay agua!: La profecía de Vicente Leñero

La escasez de agua potable que hoy afecta a millones  de habitantes en 10 de las 16 alcaldías de la capital mexicana es, curiosamente, el tema de la novela de Vicente Leñero que acaba de reeditarse en España: La Gota de Agua.

              

POR FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI

El drama cotidiano que significa la escasez de agua potable, que afecta actualmente a más de 200 colonias de la Ciudad de México, es el tema de la novela de Vicente Leñero (1933-2014)  que acaba de reeditarse en España. Las angustias de quedarse sin agua, las mentiras de las autoridades, el burocratismo, la demagogia, la indolencia, la irresponsabilidad, la informalidad característica del mexicano, están reflejados en esa finalmente divertidísima historia de los apuros de una familia de clase media en la colonia San Pedro de los Pinos de la hoy alcaldía Benito Juárez. Y son las mismas calamidades que hasta la fecha sufrimos… 42 años después.

“¡No hay agua!” es la frase con la que el narrador, dramaturgo, periodistas e ingeniero civil comienza la espléndida narración de su pesadilla hídrica, cuyo inicio precisa en el domingo 31 de enero de 1982. En su primer capítulo, nos cuenta precisamente su sorpresa al abrir la llave de agua y descubrir que no sale ni una gota en su casa.

–¿Por qué no hay agua?  –nos cuenta que le preguntó su hija Mariana abriendo sus ojos “como aceitunas”. Y escribió:

Me acuclillé frente a mi hija de once años como se lo había visto a hacer a Spencer Tracy en una vieja película en la que actuaba de papá bueno.

–Mira, Mariana, te voy a explicar. El agua que usamos todos los días llega de la calle por unos tubos así de grandes, de fierro, que están enterrados debajo de la banqueta, Cuando hay mucha agua, las gotitas corren apretadas apretadas y se empujan y se avientan entre sí con gran fuerza, porque no caben en un tubo. Esta fuerza es la que hace que el agua suba altísimo.

–Tiene mucha presión y llega a los tinacos.

–Exactamente.

–Y cuando no tiene presión solamente llega a la llave de la entrada, pero no alcanza a subir a la azotea.

–Exacto, Mariana, exacto, eso es lo que pasa. Ya lo habías entendido muy bien.

–Claro, papá, no soy estúpida –replicó Mariana y empezó a desayunar su s hot cakes con miel de maple.

Yo desayuné nada más una taza de café negro, convencido de que enfrentábamos una situación de emergencia, al borde del colapso.  

Vicente Leñero arquitecto

Durante muchas semanas nos mantuvo Vicente en vilo a varios amigos con sus relatos acerca de los apuros de su mujer, sus cuatro hijas y sobre todo él mismo por la falta de agua en su casa. Y el martirio inaudito que derivó de su decisión de instalar un tinaco extra debajo de la escalera que llevaba a su estudio, a manera de la cisterna cuya construcción le había sugerido sin éxito muchos años atrás un joven arquitecto, de apellido Juárez, que realizó la remodelación de la casa que el escritor heredó y que perteneció a su abuela paterna.

No imaginamos los integrantes de El mollete literario que con sus relatos el subdirector de Proceso, el semanario en el que todos trabajábamos, estaba en realidad escribiendo una novela. La que finalmente apareció en 1984 bajo el sello de Plaza & Janes y que ahora reedita en España Amarillo Editora: La gota de agua.

Llamábamos El mollete literario a la reunión que cada jueves por la noche teníamos con Leñero en el Vips de Insurgentes y San Francisco varios periodistas del semanario, algunos con aspiraciones literarias que ahí compartían. Entre ellos recuerdo a Federico Campbell y David Huerta, ya también fallecidos; a Carlos Ramírez, Armando Ponce, Carlos Marín y ocasionalmente el caricaturista Efrén Maldonado. La cena generalmente consistía en molletes y café, y a veces en café y molletes, lo que daba nombre a la tertulia.

Ahí nos contó Vicente con lujo de detalles sus angustias por la falta de agua, que siempre aderezaba –como en la novela— con rasgos de humor y con sus elocuentes gestos y ademanes. También de sus gestiones infructuosas ante las autoridades encargadas del suministro, de sus proyectos diversos para solucionar definitivamente el problema, a partir de un dramático  dilema: construir una cisterna de 13 mil 500 litros en el patio o instalar un tinaco de mil 100 litros debajo de la escalera. Y nos platicó que cuando optó por la segunda opción, empezó apenas su tormento interminable  al enfrentar la informalidad de los proveedores, los errores de los plomeros y los suyos propios, los defectos de los tinacos…

Con amigos de juventud

En el capítulo 13 de su novela, Vicente –el periodista– parece adelantarse al porvenir, que hoy nos alcanza: la crisis hídrica. Este es un fragmento:

En la junta semanal de Proceso del lunes 1 de marzo (de 1982), propuse por tercera vez la elaboración de un reportaje sobre la escasez de agua en la metrópoli y las obras del Cutzamala. Que Roberto Hernández no se limitara a  reproducir la los boletines de prensa del Departamento del Distrito Federal ni las demagógicas declaraciones de los funcionarios públicos. Que él o Manuel Robles, o Ignacio Ramírez investigaran si es verdad que para una población de cerca de 10 millones de habitantes distribuidos en los 482 kilómetros cuadrados que ocupa el DF, con un crecimiento demográfico de 3.1% anual, la demanda de agua potable se calcula en 396 litros por habitante y por día repartidos en un 48% para uso doméstico, 14.5% para uso industrial, 16% para uso comercial y de servicios y 21.6% para uso público y recreativo. Que una vez confirmada la demanda de 396 litros por habitante y por día y tomando en cuenta que actualmente se distribuyen según las autoridades, 340 litros por habitante y por día, calcularan si el déficit global  de agua potable que padece la metrópoli es de 558,212 metro cúbicos diarios. Que averiguaran si ese déficit actual y su extrapolación a futuro va a ser suficiente o insuficientemente satisfecho  con las obras del Acueducto CutzamalaMéxico que permitirá a la ciudad disponer a corto plazo de 4 metros cúbicos por segundo y a largo plazo de 19 metros cúbicos por segundo…

Más de cuatro décadas después muchos de nosotros, en particular los habitantes como Leñero de la alcaldía Benito Juárez, sufrimos el tormento de la escasez de agua potable, las mentiras del Sistema de Aguas de CDMX (Sacmex), los abusos de los proveedores de agua en pipas, los errores y engaños de los plomeros. ¡Ojalá tuviéramos el agudo humor de Vicente Leñero!

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