Aquí vivo; soy feliz de tener todo cerca: restaurantes, bancos, el WTC, parques y jardines, super, tienditas pequeñas de frutas y reparación de calzado. A mi Del Valle no la cambio por nada.
POR PATRICIA BETAZA
Era septiembre de 1994 cuando después de mucho buscar y ajustar mi presupuesto, encontré un departamento en la calle de Magdalena en la Colonia del Valle.
Tras los primeros cinco años de trabajar en Televisa en mi cabeza taladraba lo dicho por la mamá de una amiga y colega: lo primero que tienen que hacer a su edad -teníamos 24 años- es ahorrar para tener un lugar dónde caerse muertas, que se sientan libres y nadie las corra. Gracias a ese sabio consejo a los 28 años ya tenía para dar el enganche de mi departamento.
De Minatitlán, Veracruz había llegado a la CDMX a los 17 años para estudiar la carrera de periodismo. En ese tiempo rentaba cuartos en la zona de Acueducto de Guadalupe, Prado Vallejo, Casco de Santo Tomás. Cuando comencé a trabajar pude por fin rentar un departamento en la colonia Guerrero, en la calle de Aldama y Mina, muy cerca de la Delegación Cuauhtémoc y también de vecindades, hoteles de paso, cine de películas porno. Como auténtica pueblerina me impactaban las distancias de un lugar a otro donde tenía que tomar metro y peseras.
Ahí en los larguísimos trayectos en metro, me divertía con las escenas en los vagones: personas en pijama, con trajes y pantuflas, mujeres con tubos haciendo equilibrio para depilarse las cejas, maquillarse los ojos, corriendo con niños con mamila o mochilas, eran de verdad escenas muy simpáticas.
Lo primero que me propuse fue ahorrar para comprarme un departamento cerca de Televisa Chapultepec. Y sí, después de ser contratada de planta, tuve acceso al reparto de utilidades, a cobrar triple si trabajaba los domingos, a obtener vales de despensa, además de mi aguinaldo y préstamos de la caja de ahorros. Por fin llegó la decisión de buscar mi depto.
Encontré un departamento en reconstrucción en Polanco, pero mi mentalidad de asalariada me hizo temer que no me lo entregaran a tiempo o que me vieran la cara. La Roma y la Condesa estaban en ese momento estigmatizadas por los terremotos. Así que llegué a la Del Valle.
Un lugar pequeño que en ese entonces estaba rodeado de casas y jardines. Ahora ya los edificios alrededor me cortaron la luz del sol en un gran porcentaje. Lo que me gustó de esta colonia fue su interconexión a los distintos puntos de la Ciudad, tener disponibilidad de transporte. Ver a gente caminar por sus calles con las mascotas, sentirme segura. Justo cuando lo compré, dos meses después vino la crisis económica de 1994. Si pagaba dos mil pesos al mes de hipoteca, se me fue al triple. En fin, nunca me di por vencida, lo pude pagar con todos mis ahorros, vendí mis relojes que eran mi pasión. Porque debo admitir: venir de un lugar sencillo del sur de Veracruz donde vi la pobreza en toda su expresión, la CDMX y mi trabajo, me cambiaron la visión de las cosas. Quise respirar y sentirme tranquila. Por eso había estudiado y estaba trabajando, para aspirar a tener una mejor vida.
Aquí vivo desde entonces, cerca de Insurgentes, soy feliz de tener todo cerca: restaurantes, bancos, el WTC, parques y jardines, super, tienditas pequeñas de frutas y reparación de calzado; y ahora a media cuadra del Metrobús. A mi Del Valle no la cambio por nada.
Periodista. Conductora de radio.
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