La primera biblioteca en el mundo de la que se tiene registro, fue la Biblioteca Real de Alejandría o Antigua Biblioteca de Alejandría y se estima que fue fundada en el siglo III a.C. por Ptolomeo.
Siglos más tarde, encontramos la primera biblioteca pública de América, fundada en el Estado de Puebla en 1646, por el Obispo Juan de Palafox y Mendoza, denominada “La Biblioteca Palafoxiana”.
En lo tocante a la Ciudad de México, la evolución de las bibliotecas ha sido también inherente a los episodios históricos que hemos atravesado. Desde el asentamiento de los mexicas, los registros del quehacer social quedaban resguardados en un amoxcalli o biblioteca prehispánica y que desafortunadamente, fueron destruidas con la llegada de los españoles. Por su parte, la primera biblioteca de la ciudad capital fue instalada en la Catedral Metropolitana y la segunda en la Real y Pontificia Universidad, pero limitadas ambas sólo a unos cuantos que entonces tenían acceso a educación.
Pese a ello el avance posterior fue meteórico, ya que a principios del siglo pasado, los liberales consideraron a las bibliotecas como herramientas de cultura y progreso y en los años 20, con José Vasconcelos primer Secretario de Educación, se abrieron 2500 bibliotecas en todo el país. Hoy, contamos con más de 7000 distribuidas en la República y 406, pertenecen a la Red de Bibliotecas de la Ciudad de México.
Se preguntarán que de extraordinario tienen estos planteamientos; ante todo se trata de invitarles a reflexionar sobre el uso y desuso de las bibliotecas públicas, ¿Habremos caído ya en la trampa hipotética de que han sido sustituidas por Internet o las tecnologías de la información?
La biblioteca pública está llamada a ser el espacio donde las personas pueden tener acceso a la cultura, a la información, a la educación y por qué no, al esparcimiento. Está llamada también, a crear vínculos entre la ciudadanía, a generar cohesión social.
Sin embargo, a pesar de la gran tradición cultural que disfrutamos en nuestro México, en la actualidad muy pocas personas aprovechan la riqueza que ofrecen las bibliotecas y la orientación que pueden brindar sobre temas de nuestro interés, donde podemos consultar material bibliográfico para apoyar alguna actividad educativa o meramente por afición a la lectura.
Se pueden encontrar talleres literarios y/o cinematográficos, cursos de diversa índole, clubs de ajedrez, cuenta cuentos, etc., todo ello en un ambiente libre, en el que se promueve la no discriminación por ideología, por cultura, por raza, por género, por edad, por preferencia sexual o status socio económico; la biblioteca es es resumen, un espacio abierto e incluyente.
Como Directora General de Bibliotecas de la Ciudad de México, estoy consciente del abandono y deterioro de la infraestructura de muchas de ellas; de la carencia de acervo y su actualización, del rezago tecnológico que limita la posibilidad de digitalizar el material de consulta, de la deficiente o nula existencia de conectividad en sus aulas, o de la falta de capacitación a bibliotecarios de nuestra Red de Bibliotecas CDMX. Sin embargo, hemos generado en estos meses de trabajo, un diagnóstico general de todas y cada una de ellas y hemos pedido el apoyo urgente y comprometido de todas las y los Jefes Delegacionales para que con base en él, les brinden atención.
Tenemos aún mucho por hacer, pero si nos lo proponemos todas y todos, podemos regresar a nuestras bibliotecas el papel geocéntrico de nuestra comunidad que tienen por vocación; tal vez en ellas podamos mirarnos y encontrarnos nuevamente en una sociedad que aspira a vivir plenamente sus derechos, con justicia, tolerancia y haciendo comunidad.
¿Y tú? ¿Hace cuánto que no vas a una biblioteca?
*Dinorah Pizano es vecina de Benito Juárez, ex Diputada Local y Especialista en Derechos Humanos por la Universidad Castilla-La Mancha
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