El humor como denuncia política; el amparo como símbolo de la libertad de expresión
STAFF / LIBRE EN EL SUR
Este 11 de noviembre de 2025 se cumplen 31 años de la muerte de Jesús Martínez Rentería “Palillo”, ocurrida en 1994 en la Ciudad de México. Nació el 13 de abril de 1913 en Guadalajara. Fue un comediante incómodo para las autoridades. Su escenario se convirtió en un espacio de denuncia popular.
Trabajó de acólito, fotógrafo y agente de tránsito antes de dedicarse al teatro. En 1937 debutó en la Ciudad de México, en el Teatro Colonial, donde permaneció siete años. Después llegó al Follies Bergère, con una presencia constante durante más de una década.
Su comedia era crítica directa. Obras como El Maleficio es el PRI, La Corrupción S.A. y Agarren a López por Pillo ridiculizaban a los políticos en funciones. Cada función era una batalla. Cada carcajada, una provocación.
Durante el gobierno de Ernesto P. Uruchurtu, “el regente de hierro”, Palillo fue detenido en varias ocasiones. Su teatro fue clausurado repetidamente. La autoridad estaba decidida a callarlo. Él respondía con más sátira.
Y surgió entonces la imagen que lo ha acompañado en su memoria pública: “siempre andaba con un amparo en su bolsa”. Lo sabía necesario. En un país donde la sátira podía terminar en cárcel, la ley debía ir con él al escenario. El amparo era su chaleco antibalas constitucional.
Decirlo en voz alta era parte del acto. El público entendía bien el mensaje: ese papel era defensa contra el abuso del poder. Reírse del gobierno no era gratis. Era un riesgo compartido entre actor y audiencia.
Hoy ese símbolo adquiere nueva relevancia. Está en discusión en el Congreso una reforma a la Ley de Amparo que especialistas advierten puede restringir la defensa ciudadana frente a la autoridad. Se propone limitar quién puede presentar amparos y en qué casos puede suspenderse un acto del gobierno. Las críticas señalan que esto podría dejar sin protección a colectivos y sectores vulnerables ante decisiones de Estado.
Por eso recordar a Palillo también es recordar la función social del amparo. Si un comediante popular necesitaba portar uno para poder hablar, la pregunta vuelve: ¿qué sucede cuando ese instrumento se achica?
A 31 años de su partida, su nombre sigue visible. El Estadio Jesús Martínez “Palillo” en la Ciudad Deportiva Magdalena Mixhuca lleva su nombre. Pero su presencia permanece, sobre todo, en la idea de que la risa puede ser resistencia. Que la burla puede desnudar al poder. Y que la libertad de expresión no se agradece: se ejerce.
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