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Panteón Civil de Dolores: 150 años de memoria, gloria y olvido

Se instala una ofrenda por los desaparecidos en la única fosa común activa de Ciudad de México.

En este recinto monumental descansan héroes, artistas y anónimos, en el camposanto más grande de América Latina.

Con 240 hectáreas de extensión, el Panteón de Dolores cumple siglo y medio como un espejo de la historia mexicana.

STAFF / LIBRE EN EL SUR

En la colina silenciosa donde se cruzan los siglos, el Panteón Civil de Dolores cumple 150 años. Fundado en 1875, este recinto fúnebre se ha convertido en un archivo monumental de la historia mexicana: ahí descansan artistas, presidentes, científicos, poetas, soldados y también los sin nombre. Con sus 240 hectáreas de extensión, es el camposanto más grande de América Latina, una ciudad de los muertos que refleja, con crudeza y belleza, la memoria del país.

Este sábado, el alcalde Mauricio Tabe encabezó los festejos con la colocación por tercer año consecutivo de una ofrenda en honor a los desaparecidos, un acto simbólico que reunió a organizaciones civiles, autoridades federales y colectivos de búsqueda. Lo acompañaron representantes de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas y de la organización El Caracol, dedicada a la defensa de los derechos de las personas en situación de calle.

“El olvido se convierte en el peor dolor para una sociedad y para un familiar; el olvido y la desesperanza”, expresó Tabe frente a la fosa común, único espacio de su tipo aún en funciones en la Ciudad de México.

Las flores de cempasúchil y las fotografías improvisadas sobre la tierra sin nombre recordaron que la memoria no se construye solo con héroes, sino también con ausentes. Cada veladora encendida era una forma de resistencia contra el anonimato, una afirmación de vida dentro de un lugar consagrado a la muerte.

La ofrenda y la fosa común: dignificar el anonimato

La ceremonia se realizó en colaboración con organizaciones sociales y autoridades federales. En los últimos años, el gobierno de Miguel Hidalgo ha impulsado obras de restauración y dignificación del recinto: se rehabilitaron las salas de velación, se reconfiguró el crematorio, se restauró el chacuaco de 1900 y se construyó una capilla donde las familias pueden esperar las cenizas de sus seres queridos.

Durante el acto, la consejera jurídica del Gobierno capitalino, Eréndira Cruz Villegas, destacó la carga simbólica del lugar: “Es un panteón digno, con un diseño que refleja el antes y el después de nuestra historia. Aquí descansan quienes construyeron México y quienes lo habitan desde el anonimato”.

La ofrenda colocada en la fosa común se ha convertido en una tradición que une el duelo privado con la justicia pública. Cada año congrega a familiares de desaparecidos, artistas, defensores y vecinos, en una ceremonia que rescata la dignidad de quienes no fueron reclamados. En esa fosa, aún en uso, se inhuman cuerpos no identificados o sin vínculo familiar, recordando que la memoria colectiva también pertenece a los que no tienen nombre.

Entre el mármol y la tierra: un mapa de la memoria mexicana

El Panteón Civil de Dolores fue inaugurado durante el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada como una alternativa laica al sistema eclesiástico de sepultura. Desde entonces, se ha convertido en un reflejo del país: entre los mausoleos neoclásicos y las cruces oxidadas conviven las clases sociales, las ideologías, los credos y los oficios.

En su corazón se alza la Rotonda de las Personas Ilustres, creada en el siglo XIX y renombrada en 2003 para incluir a mujeres destacadas. Es un recinto donde descansan más de cien figuras nacionales, entre ellas Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Rosario Castellanos, Rufino Tamayo, Ignacio Manuel Altamirano, María Lavalle Urbina y Ángela Peralta, la soprano conocida como El Ruiseñor Mexicano, primera mujer inhumada en el lugar en 1883.

Las esculturas de mármol y granito que adornan la Rotonda no solo conmemoran logros; también narran la evolución del arte funerario mexicano. Cada tumba —algunas sobrias, otras monumentales— es una metáfora de la nación que cambia y se contradice.

Fuera de ese círculo de honor, el panteón alberga más de un millón de inhumaciones y alrededor de 700 mil lotes. Entre las tumbas más antiguas hay nombres borrados por la lluvia, epitafios anónimos, fechas sin historia. Nadie sabe cuántas personas desconocidas reposan ahí, pero se estima que son decenas de miles, resultado de epidemias, conflictos armados y migraciones.

Hoy, cuando las luces del Día de Muertos iluminan los senderos del panteón, la ciudad entera parece respirar a través de sus lápidas. En la Rotonda, las flores cubren los nombres de los grandes; en la fosa común, las mismas flores cubren los cuerpos sin nombre. La gloria y el olvido descansan bajo la misma tierra.

A 150 años de su fundación, el Panteón Civil de Dolores sigue siendo una joya patrimonial, un santuario cívico y un recordatorio de que la memoria no se mide por la fama, sino por la permanencia. Es un espacio donde México se reconoce en todas sus formas: ilustre, dolido y, sobre todo, vivo.

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