Libre en el Sur

Ojos panchinos

“Una buena lectura de Haraway nos deja la seguridad de ser nosotros los animales que a veces acompañamos pésimo al resto del reino animal”.

POR ANA CECILIA TERRAZAS

Un signo irrebatible de la importantísima dimensión que cobran esos seres vivos –ya sea con pelaje grueso, escamas, plumas u otros– que habitan con frecuencia en nuestras casas, es que cualquier mote queda insuficiente para referirnos a ellos.  

Se trata, según los diccionarios posmodernos, de seres sintientes y sonlos integrantes fundamentales de las familias extendidas de hoy, quienes antes ocupaban un lugar ‘inferior’ en la pirámide taxonómica, pero que hoy nos hacen repensar que, en realidad, somos nosotros las especies que les hacemos compañía.

A perros, gatos, tortugas, pájaros, erizos de tierra, hámsters, peces, etcétera –antes apodados mascotas– ahora nos toca decirles compañeros no humanos y revisar nuestro trato hacia ellos, con todo respeto, con toda dignidad.

Van algunas postales de autora, en elogio y honra a las formas de vida diversas:

1. Donna Haraway, con su visionaria congruencia ética, filosófica y zoológica, escribió en 2016 un texto clave; Manifiesto de las especies de compañía. En este librito accesible y profundo, la doctora en biología asienta que tanto un animal de compañía como su supuesto dueño o dueña, representan estos vínculos que tanto criticamos hoy en día, los del postcolonialismo, la discriminación y la no igualdad. Para Haraway, estos seres con quienes compartimos la existencia merecen un trato singular, exento de nuestra incongruente naturocultura. Una buena lectura de Haraway nos deja seguras y seguros de ser nosotros los animales que a veces acompañamos pésimo al resto del reino animal.

2. Jacques Derrida. El filósofo argelino-francés, padre de la deconstrucción, publicó en 2002 El animal que luego estoy si(gui)endo[1], que en español se encuentra editado en Trotta. Este escrito se centra –con su muy particular estilo con énfasis en el texto– en preguntarse quién es el hombre frente al animal y va bordando preguntas a partir de la reflexión sobre un gato que mira desnudo a Derrida, saliendo del baño, y le avienta con su mirada esa desnudez que, pensada por el filósofo, carece de todo sentido para el hombre y más aún por sentir vergüenza al estarlo[2]:

…El animal, por consiguiente, no está desnudo porque está desnudo. No tiene el sentimiento de su desnudez. No hay desnudez ‘en la naturaleza’. No hay más que el sentimiento, el afecto, la experiencia (consciente o inconsciente) de existir en la desnudez. Porque está desnudo, sin existir en la desnudez, el animal no se siente ni se ve desnudo. Y, por lo tanto, no está desnudo. Al menos así se piensa. Con el hombre ocurriría lo contario, y el vestido responde a una técnica. Tendríamos pues que pensar juntos, como un mismo ‘tema’, el pudor y la técnica. Y el mal y la historia, y el trabajo y tantas otras cosas que van asociadas con aquél. El hombre sería el único en haberse inventado un vestido para esconder su sexo…

3. Mary Oliver. Poeta octogenaria estadunidense, multipremiada, muy querida, leída, elogiada. Acreedora a más de un Pulitzer. Uno entre varios de sus títulos es Canciones de perro o Dog Songs.

A Oliver, quien dice que a ella “la belleza del mundo la salvó”, la naturaleza le es auténticamente sagrada. Para muestra, este poema[3]:

Benjamin, Who Came From Who Knows Where

What shall I do?

When I pick up the broom

 he leaves the room.

When I fuss with kindling he

  runs for the yard.

Then he’s back, and we

 hug for a long time.

In his low-to-the-ground chest

 I can hear his heart slowing down.

Then I rub his shoulders and

kiss his feet

and fondle his long hound ears.

Benny, I say,

don’t worry. I also know the way

the old life haunts the new.

Benjamín, quien vino de quién sabe dónde[4]

¿Qué debo hacer?

Cuando levanto la escoba

se va de la habitación.

Cuando coloco la madera en el fuego

corre al patio.

Luego regresa y nos abrazamos durante largo rato.

En su -pecho-a-tierra-

puedo escucharle el corazón

que se va calmando.

Después froto sus hombros y

besos sus pies

y apapacho sus orejas largas de sabueso.

Benny –le digo

no te apures. Yo también se cómo

la vida de antes puede seguir espantando a la nueva.

Cuatro. Hace seis años que adopté a la perrita más bien portada que he conocido. Tengo la inmensa fortuna de poder convivir y compartir la vida entera con ella. Se llama Pancha; tiene una neurodiversidad específica que la adentra en universos de luces y sombras por algunos momentos; persigue mariposas. Hace ojos panchinos. Fue perra guía para personas ciegas y dio servicio a tres requirientes. La amplia cursilería que me caracteriza no da siquiera para empezar a explicarla: Pancha que me hace gigantemente feliz y su sensibilidad canina desborda toda posibilidad de redacción sensata.

Ante la mirada de Pancha, entiendo la mirada del gato que barrió a Derrida dejándole caer la erosión inmediata del antropocentrismo, el significado verdadero de la desnudez metafórica del hombre; la vergüenza de ser como somos y tener que vestirnos con ropa, con ideas… con otras telas más allá de la pura gratitud, vitalidad y amor, como las que caracterizan a este divino animal panchino.


[1] L’Animal que donc je suis es el título en francés en donde se “evidencia el esfuerzo constante de deconstrucción del dogmatismo de la tradición metafísica antropocéntrica y el procedimiento simétrico de reconstrucción del animal que donc je suis… En: https://repositori.upf.edu/bitstream/handle/10230/33649/Dubini_2017.pdf?sequence=1&isAllowed=y

[2]https://edisciplinas.usp.br/pluginfile.php/4475340/mod_resource/content/1/Derrida%20-%20El%20animal%20que%20luego%20estoy%20si%28gui%29endo.pdf

[3] https://www.anythinklibraries.org/blog/poetry-picks-benjamin-who-came-who-knows-where-mary-oliver

[4] La traducción es de la autora de la columna

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