El recurso no es nuevo, por supuesto. Utilizar causas justas y hasta sentimientos nobles para fines distintos a los que se dice perseguir es una artimaña relativamente frecuente. Eso es el origen de la campaña No más sangre que en estos días es acogida por cientos o miles de ciudadanos que honestamente, y con razón, expresan un deseo genuino a favor de la paz en nuestro país. ¿Quién puede estar en contra de ese anhelo? Lo lamentable es que el sentido que le dan a esa cruzada quienes la promovieron es evidentemente político: golpear al presidente Felipe Calderón al acusarlo de las muertes causadas por “su” guerra. Eximen en cambio de culpabilidad a los causantes de esa violencia: los envenenadores, secuestradores, asesinos, decapitadotes, descuartizadores y hasta terroristas. La responsabilidad es de quien los combate, insinúan. La verdad es que algunos de ellos ni siquiera desean esa paz que pregonan. Quisieran que las cosas siguieran de mal en peor. Festejan las masacres y las cifras terribles de las muertes. Ahogados por la frustración, sueñan con el caos que haga ingobernable a México, para así demostrar la incapacidad del mandatario “ilegítimo”. Ya alguna vez promovieron y pidieron la renuncia de Calderón. No la consiguieron; claro, pero su empeño no cesa. Quieren la quiebra económica del país, la inviabilidad de las instituciones, la hambruna generalizada, la insurrección popular. Allá ellos. Lo que no se vale es la manipulación perversa de los mejores sentimientos de los mexicanos. Y sí, ojalá, no más sangre. Válgame.
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