La Delegación Benito Juárez detuvo el 29 de abril las obras de demolición de la casona de la colonia Insurgentes San Borja que durante décadas ocupó el restaurante Antigua Fonda Santa Anita y que empezó a ser destruida de manera sigilosa durante la Semana Santa anterior sin contar con los permisos necesarios, como lo denunció Libre en el Sur.
Ese viernes, los sellos anaranjados de “suspensión de actividades” amanecieron sobre la alta tapia con que cubrieron la construcción, ubicada en Insurgentes Sur 1035 esquina con Santa Catalina, para efectuar su destrucción. Desde la calle podía observarse que lamentablemente el daño es ya grave, pues los marcos de puertas y ventanas han sido arrancados, parte de el techumbre de tejas está hecho añicos y han sido demolidos el techo de uno de los salones del restaurante, en la planta baja, y un muro en la planta superior. Asimismo, las cornisas fueron destrozadas a cincel y la fachada toda parece despojada del aplanado que la cubría y que estaba pintada de rosa mexicanos.
Libre en el Sur denunció la ilegal demolición desde el miércoles 20 de abril, pero fue hasta el día 29 por la tarde que la DBJ intervino para detenerla, ya que quienes la realizaban no cuentan con el permiso correspondiente para la demolición, lo que se confirma por la ausencia del aviso de autorización que debe ir en la fachada de acuerdo con la ley. Por sus características arquitectónicas y su historia, quien ahora posea el inmueble ubicado en Insurgentes Sur 1038, debió documentarse acerca de una eventual protección de la casona por parte de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi) o del Instituto Nacional de Bellas Artes.
En estilo colonial californiano, con tejas en el techo, pero adaptada por sus colores vivos en muros exteriores a la forma mexicana, la casa aún conserva una cruz en cantera labrada arriba de un balcón central, y presenta relieves finamente trabajados en sus arcadas, ventanas y columnas, maltrechas ahora por los golpes de la destrucción.
La Antigua Fonda Santa Anita estuvo administrada por décadas por una cooperativa de trabajadores que se quedaron con el negocio después de una larga huelga. De ser un lugar prestigiado y concurrido, donde se podía saborear una amplia gama de platillos mexicanos, incluidas las recetas propias como la de la “pechuga a la nata”, o las inigualables chalupas con salsa verde, fue decayendo con el tiempo hasta quedarse prácticamente vacío. Hace un par de años los encargados intentaron incursionar en el negocio alterno, al adaptar el segundo piso de la casa para un bar llamado “La chinampina”, que también fracasó.
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