Libre en el Sur

DE PRIMERA / Prendas que guardan quiénes fuimos

Cuando el clóset deja de ser un escaparate de tendencias y se vuelve archivo emocional, la pregunta deja de ser “¿qué me pongo?” y pasa a ser “¿qué recuerdo quiero que me acompañe hoy?”

STAFF / LIBRE EN EL SUR

Abrimos el clóset y muchas veces no elegimos lo que nos pondremos hoy sino lo que volveremos a sentir. Una camisa heredada del abuelo, un vestido usado una sola vez, la blusa de mamá o la chaqueta de un viejo amor: no se guardan por capricho sino por historia.

La investigadora Soljana Çili analiza cómo los objetos personales —y entre ellos, la ropa— actúan como lo que ella llama “anclas del yo” (“anchors of the self”). Su estudio sostiene que estos objetos vinculan el pasado, el presente y el futuro, y pueden influir en la sensación de continuidad de la identidad y en el bienestar psicológico. 

Memorias autobiográficas —según Çili— cumplen tres funciones: social (compartir la historia), directiva (orientar decisiones) y del yo (mantener coherencia).  Aquí la ropa entra en juego: vestir o simplemente tocar una prenda que pertenece a un momento significativo puede activar la versión de “yo” que éramos entonces.

Cuando alguien guarda un vestido de novia de su madre, aunque haya habido divorcio, no es solo tela: es legado, ruptura, nueva vida. Esa prenda se convierte en archivo íntimo. Su valor trasciende la moda: es memoria encarnada.

Además, el olor que permanece en esa prenda importa. Estudios de neurociencia describen que el olfato está directamente conectado con estructuras como la amígdala y el hipocampo, encargadas de procesar emoción y memoria. Aunque no todos los trabajos aplican exactamente a la ropa, la conexión sensorial es clara: una prenda con olor a persona puede disparar un recuerdo, una emoción, un “era yo”. Así, la prenda no solo viste cuerpo, viste tiempo.

No siempre es la prenda nueva la que más importa. Un estudio de Harriet Shortt y Michal Izak explora los “objetos marcados por el tiempo” (“scarred objects and time-marks”). Ellos hallaron que las huellas visibles del uso —arrugas, manchas, deterioro— funcionan como anclas de memoria.  En ese sentido, una prenda gastada puede ser más valiosa emocionalmente que una nueva, porque lleva vida encima.

Y cuando la prenda está hecha a mano, la carga simbólica aumenta. En su estudio, Anna‑Mari Raunio documenta que la ropa confeccionada por un familiar genera recuerdos profundos, de orgullo, de amor, de pertenencia. (Raunio, 2015) Eso confirma: no solo se usa, se vive.

Otro ángulo: la ropa que queda de una relación, o la que nos devuelve un ex-pareja, adquiere un poder simbólico distinto. Mantener ropa de alguien con quien se rompió el vínculo puede prolongar la historia no cerrada. Aunque no haya un estudio específico sobre “ropa que devuelve el ex”, la teoría de conexión material sugiere que cuando objetos vinculados a una persona continúan en nuestro espacio, la memoria persiste activa, y eso puede afectar emocionalmente.

Por su parte, la teoría de la Enclothed cognition (Adam & Galinsky, 2012) —y revisada por Crutzen & Adam (2022) en el artículo “What if it’s not just an item of clothing?”— explica que la ropa que usamos, si tiene significado simbólico para nosotros, puede influir en nuestro pensamiento y conducta. En ese estudio, la atención, la autopercepción o el estado psicológico cambiaban según la prenda. 

Por ello, cuando vestimos algo que nos recuerda un momento clave (una decisión, una pérdida, un logro), no solo estamos cubriéndonos, estamos reviviendo un relato.

¿Por qué importa esto en un mundo de moda rápida?

El ciclo de la moda es veloz: temporadas tras temporadas, prendas nuevas, consumo rápido. Pero las prendas con historia no siguen ese ciclo; siguen otro: el ciclo del recuerdo, del vínculo, de la identidad.

Çili advierte que no todas las personas valoran simbólicamente sus prendas de la misma forma, pero para quienes lo hacen, la prenda significativa favorece el bienestar psicológico al sostener una continuidad del yo. 

Y ese tipo de vínculo frente a la “ropa que ya no se usa” plantea una pregunta: ¿qué hacemos con lo que ya no vestimos, pero no queremos tirar? ¿Cómo gestionamos ese clóset-archivo de memorias? Decidir guardar, donar o vender involucra una narrativa personal.

Cuando el clóset deja de ser un escaparate de tendencias y se vuelve archivo emocional, la pregunta deja de ser “¿qué me pongo?” y pasa a ser “¿qué recuerdo quiero que me acompañe hoy?” Esa prenda que se arruga, que huele a otro verano, que marca piel y vida: esa prenda dicta más fuerte que la moda.

Porque puede que la moda cambie cada año. Pero aquellos objetos (y prendas) que se volvieron parte de nuestra vida… duran lo que dura la memoria.

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