Libre en el Sur

San Pedro, antes y después del coronavirus

Así estaba San Pedro pero llegó el Coronavirus.  Hoy como hace tantos años podría organizarse un partidazo de futbol a media cuadra o echar unos pases largos de futbol americano; pero a diferencia de esos años nadie quiere salir de sus casas. Y así se van los días del Covid en la colonia

POR VÍCTOR HUGO PUENTE

Al otro lado de la calle a media cuadra pero sobre la 22 vive la tía Goga, esposa del gran Antonioni, compadre de mi papá, con el que debió haber consumido todo el ron y el tequila de su época, bailado, reído y creado las mejores frases y bromas de la historia, al menos de la de mi familia. Hoy la tía Goga está arriba de los 85 años. 

Para efectos de esta historia sirve solo decir que el ingeniero era el compadre y el mejor amigo de mi papá. Y esa, lo sé ahora, es la razón por la que pienso que el Coronel decidió mudarse a San Pedro, al otro lado de la calle a media cuadra pero sobre Avenida Primero de mayo. 

A la casa de mis papás, en 30 años le han crecido edificios a los costados, sus vitrales iluminados de la escalera tomaron el color gris de los muros altos del vecino; al otro lado, a la casa del doctor le pusieron alambre de púas en la azotea y el portón. De los conocidos de la cuadra solo quedan algunos y los más se fueron y sus papás, como el mío, de poco a poco, también. 

En las sobremesas Antonioni platicaba que llegó a San Pedro cuando había más vacas que casas y un río que luego entubó el gobierno en donde ahora está el Soriana y antes el Gigante;  cruzando esa otra esquina en la que luego se instaló el Kentucky y enfrente un Oxxo, y que atrajo como moscas, por el lado de Avenida Revolución y  San Antonio,  a camiones y peseras que con los años la convirtieron en “base” y se quedaron para siempre al igual que el pestilente corredor gastronómico de tortas, tacos y jugos callejeros.

Luego se vino esa otra plaga del segundo piso que viene de San Jerçonimo y desemboca en Viaducto y Eje 6 que sumió en la sombra y el peligro la avenida hasta para cruzarla como peatón. Ni qué decir de la modesta y angosta calle,10, que le ha tocado ser el paso de Periférico a Patriotismo, los otros dos límites de San Pedro, todas colapsadas por el tráfico de todas horas. 

Así estaba San Pedro pero llegó el Coronavirus.  Hoy como hace tantos años podría organizarse un partidazo de futbol a media cuadra o echar unos pases largos de futbol americano; pero a diferencia de esos años nadie quiere salir de sus casas. Y así se van los días del Covid en la colonia. Sin embargo los sanpedrinos, los de siempre que aún quedan como la tía Goga, incluso los más nuevos, esos que nunca imaginarían que hubo un río y muchas vacas, resistirán la envestida del coronavirus.  Son una parte importante de esta alcaldía que se ha ganado el reconocimiento de tomar las mejores medidas contra la pandemia. 

Pero sobre todo porque en San Pedro de los Pinos habita la resistencia. El mercado, los parques, el consultorio del doctor Japonez en su casa, la carnicería de Enrique, las quesadillas de la casa del Glen, las garnachas de la Buena Fe, la farmacia, la papelería o la estética de Laura son fuertes e invencibles porque son parte de la comunidad. Resistirán como lo hicieron con la llegada de los grandes negocios y las plazas comerciales.

San Pedro de los Pinos es un espejo de su alcaldía: Está cerca de todo y todos pasan por aquí. Es innegable que sus comercios dependen de la gente que viene a trabajar, de los que conviven pero no viven aquí, aunque no conozco a nadie que le desagrade la idea de un día poder comprar una “casa vieja” o un depa nuevo en la zona. Aquí sigue y seguirá haciéndose viejita con sus viejitos y renovada con los nuevos moradores. 


Vecino de San Pedro de los Pinos. Comunicador.

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