Libre en el Sur

Sobre las ruinas del Cine Manacar se construirá una torre de 25 pisos; tendrá oficinas, tiendas y… ¡nuevos cines!

De aquello, sólo queda su historia: La pantalla de la sala estaba cubierta por un telón-mural plegable con incrustaciones sobre madera, obra realizada por el pintor Mérida en 1964. El cine se inauguró el 25 de marzo de 1965 con la versión en Cinerama de ‘La conquista del oeste’.

Francisco Ortiz Pardo

Nadie da cuenta del momento en que un valioso telón-mural en madera, realizado por el pintor Carlos Mérida, despareció del Cine Manacar, ubicado en la esquina de Insurgentes Sur y Río Mixcoac. Lo cierto es que después de que el inmueble quedó afectado por los sismos de 1985, y su techo reducido a cenizas por un incendio el 19 de marzo pasado, el misterio de aquella obra –llamada Los bailarines— resultó en presagio sobre el destino triste del legendario cine, hoy catapultado para dar paso a un moderno edificio de 25 pisos con trazos piramidales y contemporáneos, que albergará oficinas, tiendas, restaurantes y nuevas salas cinematográficas.

En efecto, en abril pasado el edificio fue demolido y de él sólo queda su historia. El conjunto Manacar –llamado así por los nombres de los propietarios, Manuel, Antonio y Carlos Santacruz— fue construido en 1963 por el arquitecto Enrique Carral, con la colaboración de Víctor Bayardo y Héctor Meza, e incluyó una torre de oficinas, un gran cine y locales comerciales. Desde entonces, su nombre se convirtió en referente de la zona, e incluso fue adoptado por una agencia de autos Nissan, que también ya desapareció. La sala cinematográfica se inauguró el 25 de marzo de 1965 con la versión en Cinerama de La conquista del oeste (1962, Hathaway, Ford y Marshall).

“Cumplía con las funciones de cine de lujo, cine de barrio y piedra límite; más al sur de la ciudad ya no había nada hasta Cuernavaca. No extrañé que sus películas convocaran a los fufurufos del Pedregal y a los arrabaleros de Olivar del Conde o los mediopelo de San Pedro de los Pinos y Mixcoac”, escribió el crítico Gustavo García en Milenio (25 de junio de 2011). “El canto del cisne del Manacar se dio temprano, hacia 1971, cuando, incapaz de estrenar maravillas como las de apenas seis años atrás, reprogramó todas esas glorias con una semana de duración; fue la última vez que se vio en su formato original Amor sin barreras, Mi bella dama, La agonía y el éxtasis, El cardenal, La caída del imperio romano. Después vino el desastre, el gradual abandono”.

La pantalla de la sala estaba cubierta por un telón-mural plegable con incrustaciones sobre madera, obra realizada por el pintor Mérida en 1964. Mientras los espectadores esperaban el inicio de la peli podían disfrutar las figuras dinámicas de unos bailarines, pintadas con colores armoniosos en pintura acrílica, que rompían con la monotonía del lugar, según recuerda el historiador Eduardo Espinoza Campos. Nada se sabe sobre el paradero del mural, probablemente retirado cuando el sitio fue reacondicionado para varias salas que conformaron uno de los primeros complejos Cinemex en el país, en 1995. (En la imagen, el viejo Cine Manacar, a principios de los setenta).

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