Por su investigación sobre este producto “importado”, Eliseo Francisco Padilla Gutiérrez recibió Mención Honorífica a la Mejor Tesis de Doctorado del Premio Alfonso Caso en Arqueología, que otorga el INAH
STAFF / LIBRE EN EL SUR
Aunque fue vasta en la construcción de edificios y utensilios para nutrir su cultura, la civilización de Teotihuacan no elaboró todas las herramientas que utilizó, ya que recurrió a materiales y objetos construidos en otros grupos mesoamericanos.
Ese fue el caso de la “cerámica granular”, componente de uso generalizado entre clases pudientes y populares que se empleó para producir vasijas, cántaros y ánforas en las que se transportaban alimentos y agua; el elemento provenía de los Valles de Morelos, explicó el arqueólogo Eliseo Francisco Padilla Gutiérrez, egresado del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.
Por su detallado estudio, Padilla Gutiérrez recibió -en diciembre pasado- en el auditorio Jaime Torres Bodet, del Museo de Antropología, Mención Honorífica a la Mejor Tesis de Doctorado, en el Premio Alfonso Caso en Arqueología, que otorga el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
“Es un Premio muy significativo porque es el más importante de esta área de estudio en el país”, enfatizó el universitario cuyo trabajo de tesis se titula: “Producción e intercambio de la cerámica Granular en Teotihuacan”.
El arqueólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), maestro y doctor en Arqueología por la UNAM, consideró que en el país existe un buen nivel académico y de investigación en esta disciplina.
“En México, desde que nacemos y crecemos, estamos familiarizados con este entorno. Desde niños nos llevan a museos y sitios arqueológicos, o vivimos cerca de alguno de ellos. Estudiar arqueología es darle continuidad a esta tradición cultural mexicana”, aseguró en entrevista.
Padilla Gutiérrez estudia la “cerámica granular” desde hace 20 años, y dedicó su maestría a indagar si provenía de Guerrero y el doctorado a comprobar que es originaria de los Valles de Morelos.
Con los profesores Linda Manzanilla Naim y Paul Schmidt Schoenberg, ambos investigadores del IIA de la UNAM, ha estudiado estas cerámicas a partir de su origen físico.
En sus estudios, el experto recurre a la arqueometría, que somete hipótesis y materiales arqueológicos a pruebas científicas físicas, químicas y de laboratorios híbridos (de ciencias y humanidades) donde las preguntas de investigación tienen respuestas concretas de la ciencia, lo cual reduce el margen de especulación.
De acuerdo con Padilla Gutiérrez, su llegada a Teotihuacan fue parte de las redes de intercambio y producción que desarrolló la civilización.
La “cerámica granular” se encuentra a partir del Preclásico Superior, antes del apogeo de esa ciudad, y se inserta dentro del complejo cerámico en la Cuenca de México con otros materiales teotihuacanos, detalló.
“Imaginemos una ciudad con más de 100 mil habitantes. Era una cerámica cotidiana, utilitaria, que está presente en toda la ciudad y que tuvo una distribución generalizada en las partes importantes, en el centro y en las periferias”. Es decir, no fue un bien restringido, lo usó toda la gente de la urbe.
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