La reforma recién aprobada para dar más vacaciones por año en México, abre la puerta a una mayor productividad y más tiempo para las personas
POR ESTEBAN ORTIZ CASTAÑARES
Europa se aleja del paradigma de la revolución industrial de que el trabajo da sentido a la existencia.
En Europa se ha creado una clara división entre el trabajo y la vida privada. Para la gran mayoría de los pueblos europeos, en especial los del norte, la vida está dividida entre la obligación (el trabajo) y el gozo de la vida (el tiempo privado). Y con esa cultura ya desde hace más de 50 años la gran parte de los asalariados europeos gozan al menos de 20 días hábiles de vacaciones por ley (es decir un mes calendario), además de los días festivos convencionales que suman en promedio 2 semanas más.
México en contraste, siguiendo el lema “la ociosidad es la madre de todos los vicios”, tiene hasta hoy un esquema en el cual la vida y el trabajo eran uno solo. Por ley uno obtiene al final del primer año de trabajo 6 días hábiles libres, con dos adicionales cada año hasta llegar a cumplir 5 años laborando en la misma empresa y posteriormente se incrementaba en dos más cada 5 años de trabajo, lo que significaba que para llegar a al nivel estándar europeo uno debía trabajar en la misma empresa 25 años.
El modelo es copiado de los Estados Unidos que enaltece al trabajo hasta el final de la vida y no contempla que la mayor parte de los empleados trabajan en lo mejor que puedan y no en lo que quieren.
Este modelo se reforzó con el esquema neoliberal impuesto a principios de los noventa, cuando se trataba de convertir a México en el gran país maquilador y productor del TLC (una especie de Corea o Taiwán americano). Las continuas crisis económicas justificaron el mantener dicha cultura.
Al paso de los años México se convirtió en el país donde más se trabaja. Conforme un reporte de la OCDE, aquí se trabajan 2,137 horas mientras que el promedio de todos los países es de 1,730.
Desgraciadamente en este país no se habla de productividad sino de “estar ahí”. La productividad de México ha subido de 1990 a 2020 en 0.5% en comparación de 1.5% de los Estados Unidos; es decir la brecha productiva entre ambos países se ha incrementado. En 1990 México tenía una productividad del 38% contra el 30% de 2020 (comparado con Estados Unidos).
Esto ha sido uno de los tantos elementos que destruyen el tejido social de nuestro país. Con los actuales salarios el padre y la madre tienen que trabajar (largas jornadas) dejando a los hijos, en el mejor de los casos con sus abuelos o familiares.
La nueva iniciativa del Senado, aún no aprobada, abre una oportunidad para incrementar la calidad de vida en nuestros conciudadanos. Con sólo 5 años de trabajo se lograrían los 20 días de asueto.
Mientras tanto los países europeos siguen avanzando y con los sistemas de automatización y de inteligencia artificial, que se traducen en un incremento en la productividad, han iniciado un movimiento para reducir la semana inglesa a 4 días hábiles. Islandia, después de una prueba piloto (del 2015 al 2019) dio este derecho al 86% de su población; convirtiéndose en el primer país con 4 días de trabajo (y sin reducción de salarios).
Probablemente es muy temprano para hablar de los resultados reales (la modificación laboral se hizo en este año), pero los reportes actuales de distintos medios internacionales califican a esta acción como un éxito rotundo. Los empleados se sienten motivados y menos estresados y la productividad (al menos en este corto periodo) se reporta sin afectarse.
Inglaterra, Alemania y Bélgica (entre otros) realizan ya pruebas piloto.
Es posible que la gran laboriosidad de nuestro pueblo y los bajos salarios se han vuelto simultáneamente una bendición: los servicios y la producción en México es muy barata; y una maldición: no hay necesidad de hacernos productivos.
Estas reformas podrán ofrecernos la oportunidad de buscar la productividad y dar más tiempo a las personas.
Si nos desprendemos del paradigma de que “el que no trabaja no hace nada” y seguimos las recomendaciones de Bertrand Russell (Nobel Literatura 1950) que pugnó en Inglaterra por incrementar el tiempo libre de la ciudadanía, para permitir el desarrollo de la creatividad y la innovación, probablemente tendremos más ciudadanos dispuestos a colaborar voluntariamente en los cientos de proyectos que necesita nuestro país; o bien interesados en desarrollar y transformar.
Una vez satisfechas nuestras necesidades primarias (comida, educación, médicos y hábitat), el elemento de mayor valor en nuestra vida es “el tiempo”. El poder concentrarnos en las actividades que para nosotros sean las más importantes.
No hay duda de que para muchos de los mexicanos que trabajan incansablemente, ese tiempo sería destinado a la familia.
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