Hoy, en el marco del Día Mundial de la Tolerancia, quiero referirme al trato que recibimos y/o empleamos como entes sociales. Sin duda, nuestra conducta está basada en valores, en juicios y prejuicios, en corrientes ideológicas, en fundamentos religiosos o en doctrinas políticas. Todo ello condiciona la forma en que vemos el mundo y de esta forma aprendemos a discriminar, a seleccionar, a delimitar, a enarbolar aquello en lo que creemos y que se convierte la cara de nuestra sociedad.
Como seres humanos tenemos la necesidad de convivir en sociedad que intercambia permanentemente efectos sobre otro; a veces con carácter positivo, a veces con carácter negativo. Es en este último en el que quisiera detenerme.
Tristemente, nuestras sociedades enferman y pierden sensibilidad hacia el mismo ser humano; manifestándolo en forma de discriminación, en intolerancia cultural, racial, política, de género; negando y menoscabando la existencia de personas por sus preferencias sexuales, por su origen étnico, por su raza, por su religión, por identidad indígena, por discapacidad, por condición social y económica, etc.
Es difícil de creer que deban existir instituciones, organizaciones y hasta convenios internacionales que deban recordarnos constantemente la importancia de mantener el equilibrio social por medio del trato igualitario que busca erradicar los estereotipos que nos vende la televisión, el cine, las grandes corporaciones ye intereses; de todos ellos toamamos lo que debemos ser, según los guiones establecidos.
Según varias definiciones, “La tolerancia es un valor moral que implica el respeto íntegro hacia el otro, hacia sus ideas, prácticas o creencias, independientemente de que choquen o sean diferentes de las nuestras” . En otro sentido, “la tolerancia es también el reconocimiento de las diferencias inherentes a la naturaleza humana, a la diversidad de las culturas, las religiones o las maneras de ser o de actuar, en suma la tolerancia implica aceptar y respetar lo diferente”.
La gravedad de acostumbrarnos a no practicar la tolerancia, es que se convierte en en un mal comportamiento sistémico, que vamos heredando de generación en generación. No es difícil entender porque han proliferado el “bullying” o acoso escolar, el “mobbing” en el trabajo, y todas las demás formas de violencia cotidiana. Nuestros niñas y niños y jóvenes, se convierten en seres intolerantes en razón a lo que ven y a lo que escuchan, porque replican la forma en cómo nos expresamos; la forma en que nos miramos los unos a los otros, porque vemos el mundo a través de un caleidoscopio cargado de información sesgada y prejuiciosa que en muchos casos, no hemos sido capaces de cuestionar, sino que hemos adoptado por uso y costumbre.
Las sociedades avanzan no por sus gobiernos sino por sus ciudadanos, por la forma en que respetan y se hacen respetar.
Tolerancia, por favor.
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