POR DIEGO A. LAGUNILLA
Cuarenta y dos días y contando que tomamos la decisión de guardarnos en casa; cuarenta y dos días y contando el recuerdo que acompaña nuestro ser; cuarenta y dos días y contando el ánimo que delinea nuestro sentir; cuarenta y dos días y contando que cada jornada se aproxima la respuesta; cuarenta y dos días y contando las sesiones de escritura y lectura para recuperar el tiempo.
Viaje interior, viaje íntimo, viaje doméstico, más no domesticado, ni adiestrado. Por más que supusiéramos lo contrario, creyéramos lo opuesto, presumiéramos lo inverso, habíamos olvidado detener el frenético paso, para escucharnos, callarnos, incluso gritarnos, para reconocer la pausa, en el ahora, aquí.
Sin máscaras, ni disfraces, excusas o pretextos, como somos, cambiantes, inestables, dependientes y frágiles, inundados por la infodemia, por esa que todo lo sabe, que todo lo aborda, que todo lo trastorna y transforma.
Cuarenta y dos días dando gracias a todos aquellos que han hecho posible nuestro encierro, entre personal de seguridad, limpieza y mantenimiento; cuarenta y dos días dando gracias al mercado que nos surte el alimento; cuarenta y dos días dando gracias a la farmacia que trae nuestros medicamentos; cuarenta y dos días dando gracias de tenerlos, de tenernos, ojalá de no perderlos…
*Vecino de la colonia Del Valle Centro. Consultor en commodities.
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