Libre en el Sur

Vecinos en cuarentena / Extraño la calle, el Sol, caminar

POR LETICIA CALDERÓN CHELIUS

No tengo miedo al COVID. Me queda claro que es un contagio inevitable y lo que se busca al quedarnos en casa es aminorar que nos contagiemos todos al mismo tiempo. Además, confío en que a la mayoría nos dé leve o que mejor, que ni siquiera nos enteremos y pase pronto este mal colectivo.

Esta es mi tercera cuarentena en lo que va del siglo. La primera, cuando nació mi hijo, un tiempo feliz pero también lleno de dudas y cansadísimo, como suelen ser los primeros meses de un recién nacido; la segunda, la gripe H1N1 del 2009 que recuerdo día a día porque vivía pegada a mi computadora buscando noticias que se daban a cuenta gotas y porque me impresionó mucho cuando todo acabó, lo poco que cambió a nuestra sociedad esta experiencia. Recuerdo que en ese tiempo se impusieron medias de higiene que se mantuvieron por un tiempo y luego todo mundo las olvidó, incluida la autoridad.

Esta cuarentena es diferente porque la compartimos con el planeta entero y eso le da su singularidad. De hecho, creo que si no hubiera ocurrido lo que ha pasado en países como España e Italia, y luego lo que hemos visto en Nueva York, con contagios muy extendidos y miles de muertes en sistemas médicos colapsados en todos los casos, la respuesta en México no hubiera sido de tanta credibilidad y confianza a la autoridad sanitaria que tomó el liderazgo. Estaríamos especulando si la pandemia es verdad o es solo un complot para desviar nuestra atención.

Sin embargo, ver que otros países enfrentaron antes lo que para nosotros ha sido la espera de un tsunami por llegar durante semanas, nos generó angustia e incertidumbre pero al mismo tiempo, creo que nos permitió prepararnos emocionalmente.  Aunque la verdad hasta que no llegó el tiempo del encierro domestico, nadie entendíamos del todo como viviríamos esta experiencia.

Lo más impresionante para mí es como el día se me va volando, como se me escapan de la mano las horas entre pendientes laborales, el trabajo doméstico que nunca acaba, el desayuno que se encima pronto con la comida y al poco tiempo, ya hay que pensar en la cena.  Es paradójico, pero tengo una cantidad increíble de cosas que pensé que podría hacer estando en mi casa sin poder salir y que ahora suman listas de pendientes que simplemente voy acumulando porque, quien diría, no me da tiempo de hacerlos. Pero extraño la calle, el sol en mi cuerpo y caminar la ciudad impregnada de gente, que vaya ironía, hoy extraño tanto.

 

*Vecina de la colonia Nochebuena. Doctora en Sociología. Investigadora del Instituto José María Luis Mora.

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